Por: Wilson Zapata Bustamante
La libertad de expresión es una de las conquistas más extraordinarias de la humanidad. La lucha por el derecho a manifestar, sin cortapisas ni temores el pensamiento de cada uno, es la historia del esfuerzo permanente del hombre por encontrar sistemas de convivencia cada vez más equitativos, democráticos y más libres.
Primero fue la libertad de opinión de los ciudadanos que se ejercía en el ágora griega. Después en la República Romana, “los cónsules detentaban el poder supremo; los pretores se ocupaban de las cuestiones legales; los censores regían la moral pública; los ediles dirigían los mercados, templos y celebraciones y los cuestores eran los encargados del tesoro público. El Senado, formado en sus inicios por los jefes de las distintas clases, cumplía la función de asesorar y aprobar las decisiones de los cónsules” (1)
En la época moderna con el advenimiento de la imprenta de Gutenberg, el mismo derecho fue planteado como la libertad de imprenta. Gracias a la imprenta la expansión del conocimiento, de la ciencia y de la cultura por el orbe, representa una revolución de dimensiones universales al amparo, precisamente, de esta libertad fundamental.
En lo que hoy es el Ecuador, los jesuitas introdujeron la imprenta a Ambato en 1755 y en el año 1759 la trasladaron a Quito.
En 1767, cuando los jesuitas fueron expulsados de todas las casas de la jurisdicción de la Real Audiencia de Quito, por la Pragmática Sanción de Carlos III, Raimundo Salazar y Ramos tomó a cargo la confiscada imprenta y Mauricio de los Reyes pasó a desempeñar la regencia de la imprenta, declarada “Imprenta de la Real Audiencia de Quito” o simplemente “Imprenta de Gobierno”. En ella se imprimió “Primicias de la Cultura de Quito”.
Como secretario y redactor único de Primicias de la Cultura de Quito, Eugenio de Santa Cruz y Espejo preparó una declaración de propósitos, una especie de manifiesto que circuló el jueves 5 de enero de 1792, y de esa manera se marcó el nacimiento del periodismo ecuatoriano hace 220 años.
Con características de quincenario, Primicias de la Cultura de Quito solo alcanzó siete números hasta marzo de 1792. Además de circular en forma casi clandestina al precio de “real y medio de plata por cada pliego completo”, su impulsor sufrió retaliaciones y no tuvo el apoyo inicial que se necesitaba.
La Sociedad de Amigos del País, de la cual Espejo fue su secretario, gracias a su dedicación y conocimientos, se expresó a través del primer periódico formal y trascendente que tuvo lo que años más tarde llegaría a ser el Ecuador republicano. Gran comienzo el de la prensa ecuatoriana. No es difícil imaginar lo que el periódico logró en aquellos años precursores de la Independencia.
En los albores de nuestra vida republicana, cuando los independentistas esbozaron la primera Constitución de 1821 que rigió para la Gran Colombia, de la cual el Ecuador era parte, se instituía ya, el derecho de los ciudadanos a expresarse sin censura. Este derecho tiene hoy, por causa de la complejidad social y de la tecnología, implicaciones diferentes y desarrollos completamente nuevos.
En nuestra historia republicana, y desde finales del siglo XIX, con la iniciación del diarismo se estableció el terreno adecuado para más comprensivas y fecundas actitudes de la prensa ecuatoriana. Un diario defendió el ferrocarril de fundamental sentido nacional, otro inició con el ejemplo la fecunda aventura de la aviación ecuatoriana. Varios diarios apoyaron grandes campañas constructivas como el de la alfabetización que fuera organizada y promovida a partir de enero de 1944 por nuestra gloriosa Unión Nacional de Periodistas –UNP- y sus miembros, luego de que el gremio de periodistas elaborara el Mapa sobre el analfabetismo en el Ecuador, en el que se demostraba la existencia de 1´820.746 analfabetos (el 60% de la población adulta vivía todavía en la más completa ignorancia). Dos meses después se iniciaba igual campaña en el Perú, bajo la dirección del Gobierno y un tiempo después hacía lo mismo el gobierno de México.
La UNP otorgó la carta de ciudadanía a decenas de miles de compatriotas que rindieron examen satisfactorio en sus cursos de alfabetización. Los graduados recibían el “Diploma de Ciudadano”. Quienes enseñaban (los alfabetizadores) fueron estimulados con un “Diploma de Patriotismo”. El diario El Comercio, y las radios Quito y HCJB, colaboraron decididamente.
La rica historia de la UNP registra su aporte a la democracia y a la libertad de expresión.
El Ecuador ha tenido periodistas de fuste que han enriquecido los grandes debates de la cultura y la política; que han dado testimonio de los momentos cenitales de nuestra historia. Practicaron un periodismo comprometido con un nuevo orden social, estimularon la modernización y la democratización de los partidos políticos tradicionales. Hicieron de sus épocas, etapas memorables con su prosa y el ejemplo de sus vidas en función de los altos intereses del país.
El régimen democrático de vida en libertad no es, de ninguna manera, producto de la casualidad, sino, en buena parte, resultado de la siembra de ideales que han practicado periodistas y columnistas notables como Eugenio de Santa Cruz y Espejo, Juan León Mera, Juan Montalvo, José Joaquín de Olmedo, Fray Vicente Solano, Pedro Moncayo, Raúl Andrade, Manuel J. Calle, Benjamín Carrión, Julio Andrade, José Peralta, Pedro Jorge Vera, Alejandro Carrión, Gustavo Vallejo, entre otros. Todos comprometidos con el rumbo democrático de nuestra patria.
En 1978, tras el asesinato al líder político Abdón Calderón Muñoz -un tenaz opositor de la dictadura militar, de ese entonces-, el país entero, con la prensa a la cabeza, clamaba justicia. La dictadura amenazó a todos los medios. Un alto funcionario de la dictadura envió un mensaje al director del diario Expreso en el que se le indicaba que de seguirse en la campaña contra el Ministro de Gobierno Jarrín Cahueñas (quien después fue condenado como autor intelectual del crimen), terminaría el proceso de retorno a la democracia y se expropiarían los periódicos. En las oficinas de Vistazo hubo una histórica reunión de los directores de periódicos, y ellos resolvieron contestar que preferían la clausura y la expropiación antes que silenciar un crimen político.
Esta total identificación con una causa trascendental unió a los directores de la prensa y fue la impronta que dio a luz a la AEDEP, la Asociación de Editores de Periódicos.
La otra cara de la prensa
Un informe sobre “La Democracia en América Latina”, preparado en el 2004 por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, da cuenta que en el Ecuador y en el resto de América Latina, “los medios son caracterizados como un control sin control, que cumplen funciones que exceden el derecho a la información”. “Forman la opinión pública, determinan las encuestas y, en consecuencia, son los que más influyen en la gobernabilidad”. “Actúan como superpoderes, (…) han pasado a tener un poder que excede al Ejecutivo y los poderes legítimamente constituidos, (…) han reemplazado totalmente a los partidos políticos”.
Agrega el informe del PNUD: “La mayoría de los periodistas consultados percibe al sector económico-financiero y a los medios de comunicación como los principales grupos de poder. Los medios tienen la peculiaridad de operar como mecanismo de control o límite a las acciones de los tres poderes constitucionales (hoy son cinco los poderes en el Ecuador) y de los partidos políticos, independientemente de quienes sean los propietarios de esos medios”. “La verdadera vigilancia que se ejerce es la de la prensa”. “Asimismo, reconocen que actúan como una corporación que define los temas de la agenda pública e incluso delinea la agenda presidencial”.
Dice también el informe del PNUD: “El 80 % de los consultados en AL resalta el poder que han acumulado los empresarios, el sector financiero y los medios de comunicación en la última década. Ellos constituyen el principal grupo de poder que limita la capacidad de decisión de los gobiernos. El condicionamiento impuesto por los poderes fácticos a los regímenes democráticos favorece la percepción de que se cuenta con gobiernos y partidos políticos que no pueden responder a las demandas de la ciudadanía. “El gran poder fáctico de la incipiente democracia es el poder económico privado, integrado por los grupos de presión que condicionan la conducta del presidente, de legisladores, jueces y otros funcionarios de la administración pública. Nosotros tenemos una democracia desvinculada del interés general y, fundamentalmente, vinculada a poderes fácticos que terminan por oligarquizar la economía del país y cambiar el gobierno democrático por un gobierno plutocrático”.
La estrecha vinculación entre grupos económicos y medios de comunicación es destacada por la mayoría de los consultados. A través de los medios, los empresarios concentran aún más poder, ya sea porque son sus propietarios o porque imponen condiciones a través del manejo de las pautas publicitarias. Esta alianza le otorga gran capacidad de generar opinión, determinar temas de agenda e incidir sobre la imagen pública de los funcionarios, partidos políticos e instituciones.
La contribución de la prensa a la democracia y a la libertad de expresión ha sido sinuosa. Paradójica. Unas veces brillante y otras veces opaca e interesada.
Lo que hay en el Ecuador y en todos los países de AL, es una democracia de ficción, una “ilusión de democracia”, una democracia imperfecta. Lo que tenemos, se parece más a una plutocracia, a una tecnocracia. Quienes no somos dueños del capital tenemos que obedecer, trabajar y pagar impuestos.
Tienen razón quienes afirman que sin la democracia (aunque sea imperfecta) la civilización moderna se extinguiría. Muchas y grandes civilizaciones no conocieron la democracia, pero la nuestra es impensable sin ella. Solo en dos dominios los hombres de este siglo pueden mirar frente a frente y sin rubor a los del pasado: no en los dominios del arte, la virtud, la sensibilidad, el valor o la cortesía, sino en los de la democracia y la libertad.
La democracia –dicen los teóricos- no es ni una teoría ni una doctrina de salvación, sino una forma de convivencia social. La democracia también es, a su modo, una ortodoxia. Pero es una ortodoxia negativa o, más bien, neutra: el único principio básico de una democracia es la libertad que tienen todos para profesar las ideas y principios que prefieran.
La libertad no es ni una filosofía ni una teoría del mundo; la libertad es una posibilidad. La libertad no se define: se ejerce. De ahí que sea siempre momentánea y parcial, movimiento frente, contra o hacia esto o aquello. La libertad no es la justicia ni la fraternidad sino la posibilidad de realizarlas, aquí y ahora. No es una idea sino un acto.
La libertad se despliega en todas las sociedades y situaciones pero su elemento natural es la democracia. A su vez, la democracia necesita de la libertad para no degenerar en demagogia. La unión entre democracia y libertad ha sido el gran logro de las sociedades de Occidente, desde hace más de dos siglos. Sin libertad, la democracia es tiranía de mayorías; sin democracia, la libertad desencadena la guerra universal de los individuos y los grupos. Su unión produce la tolerancia: la vida civilizada.
Ecuador podrá contribuir al futuro de la humanidad si somos capaces de ejercer vigorosamente la libertad de expresión, formulando salidas alternativas a la crisis global que nos envuelve.
La verdadera democracia es una noble aspiración de la humanidad civilizada. Es una aspiración del hombre moderno. Los periodistas debemos contribuir para que su llegada no demore mucho.
¡Aprovechemos la ocasión y vivamos con alegría la libertad de expresión!
Notas: (1) Civilización y Cultura- LEXUS