Por: Rodolfo Bueno
Pocas mujeres son tan poderosas y siniestras en la historia como Marozia, que nace en el año 892 de nuestra era, y su madre Teodora, quienes, aunque analfabetas, pueden ordenar el asesinato de cualquier cristiano, incluido el del mismo papa.
Las atrocidades de estas dos matronas romanas empequeñecen las que se achacan al papa Alejandro VI, más conocido como Alejandro Borgia, cuyas barbaridades son una nimiedad en comparación a las que suceden durante el dominio absoluto de la Iglesia Católica Apostólica y Romana durante la Edad de las Tinieblas, cuando este par de arpías se valen de los más variados artificios criminales para sentar en la silla de san Pedro a sus descendientes engendrados con las principales cabezas religiosas de la época.
El historiador de los lombardos, Liuprando de Cremona, llama a Teodora “vergonzosa puta que ejerce el poder sobre la ciudadanía romana como un hombre”. Existe también la creencia general de que Marozia no es hija de Teofilacto I, el esposo de Teodora, sino del papa Juan X, que gobierna la iglesia desde el año 914 al 928.
Esta época da inicio al período de la pornocracia, llamado así porque el papa toma sus decisiones basado en las opiniones de sus favoritas. Con el apoyo de Teodora y Teofilacto I, Sergio III se convierte es el primer papa pornocrático, y para estar sentado en la silla de San Pedro tiene que primero asesinar al antipapa Cristóbal y al papa León V, que gobierna solo un mes, luego de ser depuesto por el mencionado Cristóbal, su director espiritual.
Sergio III tiene 45 años y es amante tanto de Teodora como de Marozia, que a duras penas frisa los quince años. Marozia se casa con Alberico I, duque de Spoleto, cuando está preñada de Sergio III y es ser su amante lo que le confiere gran poder los siguientes cinco lustros, en los que nomina y nombra a su antojo a por lo menos seis papas.
Alberico I reconoce como suyo al hijo del papa, el mismo que con el correr de los años se convierte en el papa Juan XI, claro está, con el soporte nada gratuito de su madre. Vale la pena recalcar que a partir de Juan XI, todos papas, León VII, Esteban VIII, Merino II, Agapito II y Juan XII, son electos por influencia de Marozia o de su hijo Alberico II, quienes les imponen su voluntad, porque la historia de sus predecesores los ha domesticado por completo y les ha enseñado que se debe obedecer al poder real.
Sergio III es también famoso porque durante su papado preside el segundo concilio del cadáver contra el papa Formoso, al que desentierra del sepulcro en que ha permanecido durante diez años, lo encuentra de nuevo culpable, lo decapita y ordena que sus restos sean arrojados al Tiber; el primer concilio del cadáver tiene lugar nueve meses después de la muerte de Formoso y es presidido por el papa Esteban VI, para ello lo revisten con sus ornamentos papales, lo juzgan y lo condenan por supuestos delitos cometidos durante su pontificado, declaran invalida su elección, anulan todos sus actos como papa, lo despojan de sus vestiduras, le arrancan los dedos con los que en vida ha impartido bendiciones y entierran sus restos en un lugar secreto.
En el año 924, Morozia y su esposo rivalizan con el papa Juan X por el domino de Roma, y como consecuencia de esta rivalidad asesinan a su esposo. Pero Marozia no es de las que ahogan en un vaso de agua como es quedar viuda a los treinta y dos años y de nuevo recupera el poder contrayendo nupcias con Guido de Toscana. Vuelve a rivalizar otra vez en contra del papa al intentar colocar en el trono de Italia a su favorito Hugo de Arlés, emparentado con su segundo esposo. El conflicto se resuelve esta vez a su favor tras la derrota de las fuerzas papales en manos de Guido de Toscana, que con su ejército toma Roma, depone al papa y lo mete en prisión, donde Juan X es asesinado por su orden.
Todavía en vida de Juan X, Teodora y Marozia influyen para sea electo León VI, quinto papa del período de la pornocracia. León VI no gobierna la iglesia ni siquiera un año, porque en diciembre del año 918, a los seis meses y medio de su elección, es asesinado por orden de Marozia. Su sucesor, Esteban VII, también electo por influencia de Marozia y su familia, es asesinado tres años después de su elección.
Marozia vuelve a enviudar. Pero algo debe tener de atractiva este émulo de araña negra porque de inmediato contrae nupcias con el rey de Italia, su cuñado Hugo de Arlés, quien le debe el trono a ella. Únicamente tiene que arreglar antes un pequeño problema: Hugo está casado y sólo el papa puede anular su matrimonio. Para su buena estrella, ha parido veinte años atrás al actual papa, Juan XI, al que ha concebido luego de ser preñada por su antiguo amante el papa Sergio III; se trata de un papa que no es hijo de papá sino de papa. Juan XI le resuelve en un dos por tres el problema de su madre, a la que de inmediato le retorna la felicidad conyugal casándola, él mismo, en una misa que oficia en el año 932.
Pero no todo es color de rosa para Marozia, pues a su otro hijo, Alberico II, que se cree relegado por su madre y al que no le gusta para nada este matrimonio, se revela, expulsa a su padrastro de Roma, apresa a su madre y al papa, su hermano, en el castillo de Sant’Angelo, donde permanece hasta la muerte de Alberico II.