Montalvo, el Maestro

Por: Dr. Plutarco Naranjo

El 13 de abril fue consagrado por el Congreso Nacional como el Día del Maestro. Es la fecha aniversaria del nacimiento de Juan Montalvo, el maestro por antonomasia. Maestro del buen decir, maestro del estilo luminoso, maestro de la prosa poética y sobre todo, maestro de la moral laica, maestro de la brava lucha contra el absolutismo, contra el despotismo, contra la tiranía, maestro en el batallar por la libertad, la justicia y el bienestar del pueblo.

Hay en Montalvo el sutil vate que puede escribir la más estremecedora elegía sobre la madre muerta. Agustín Yerobi dice: ”No puede ser leída, por quien de veras ama su madre, sino de rodillas y con lágrimas en los ojos”.

Hay en Montalvo el efebo que, ante el maravilloso portento del nacimiento de un hijo puede escribir esas tiernas “Cartas de un padre joven”. Hay en Montalvo el justipreciador de las virtudes del sacerdote bueno, manso, fiel cumplidor de la palabra Cristo, el padre Yerobi; pero también hay en Montalvo el dedicado artista que ha de hablar de esa pasión sublime, el amor y que la ha de proyectar en la “filosofía del sí”. También y sobre todo hay en Montalvo la pluma de fuego que ha de quemar hasta la muerte al tirano; hay el maestro, que, al decir de Unamuno convierte a la diatriba, el restallante insulto, en género literario, gracias a su altivez y elegancia. Hay en Montalvo el escarmentador que somete a la más devastadora mofa al arzobispo inmoral e injusto. En todo esto hay el maestro pero sobre todo está en sus escritos y el ejemplo de su vida. Está en sus profundas “lecciones del pueblo”; en una de ellas lo exhorta: “Oh pueblo, pueblo, cuando eres mar tranquilo, te quiero y gozo de tu bondad, aunque no me gusta en ti la calma chicha, porque entonces eres cadáver. Cuando eres mar bravío y te alzas en montañas, te admiro y gozo de tu grandeza. Oh pueblo, pueblo, si no eres mar, hazte león, ruge y colea, y enciende el aire con la lumbre de tus ojos. Si no quieres ser magnánimo, concedo que seas tigre; lánzate, devora; pero no te conviertas en cochino que da gruñidos y se revuelca escondiendo en el fango la cabeza. ¿Y por qué no serías el caballo fuerte y fiel que lleva a cuestas al sabio que va en busca de la felicidad de las naciones?”

“Pueblo, sed libre tirando siempre al bien común, propendiendo de continuo a levantaros más y más…Pueblo uníos en el peligro, uníos para salvar la patria, y cuando un crimen contra ella ha sido perpetrado, uníos para castigarlo. El pueblo unido es grande, el pueblo unido es fuerte: pueblo, sed grande y fuerte, grande por las virtudes, fuerte por la unión entre los buenos”.

Por fin, proclama la revolución y dice: «Pueblo, si los que te gobiernan dejan de ser gobernantes y se convierten en verdugos, y te chupan la sangre y te ofenden y mancillan; la revolución es un derecho de los tuyos, ejércelo. No temas al tirano; síguelo y derriba a tus opresores”… La revolución es siempre un título de gloria para el pueblo que lo hace contra los enemigos del género humano».

En la defensa del indio hay el reivindicador que “si tuviera don de lágrimas haría llorar al mundo”, en efecto denuncia: «Los indios son libertos de la ley, pero ¿cómo lo he de negar? Son esclavos del abuso y la costumbre. El indio, como su burro, es cosa mostrenca, pertenece al primer ocupante. Me parece que lo he dicho otra vez. El soldado le coge, para hacerle barrer el cuartel y arrear las inmundicias; el alcalde le coge, para mandarle con carta a veinte leguas; el cura le coge, para que cargue las andas de los santos de las procesiones; la criada del cura le coge, para que vaya por agua al río; y todo de balde sino es tal cual palo que le dan, para que se acuerde y vuelva por otra”.

En Montalvo está el visionario que preconiza la justicia social. Refiriéndose a Francia die: «Ah, una cosa falta para que el equilibrio de las clases sociales sea perfecto y el pueblo no tenga qué decir; cosa sin la cual ni la tranquilidad será constante, ni la paz segura, porque no puede haber paz ni tranquilidad donde la escandalosa desigualdad que, mientras el capitalista levanta palacios y come como el rey de Persia, el trabajador, el operario, con doce horas de fatiga y todo el sudor de su frente, no alcanza a mantener a su mujer y sus dos hijos”.

Después de las patrióticas lecciones al soldado, se dirige, con gran emoción hacia los jóvenes; en una parte los incita…»Pueblo donde los jóvenes son apagados, lánguidos, es insignificante. Pueblo donde ellos son medrosos, esclavos, es ruin, mil veces ruin. Pueblo donde ellos son corrompidos, bellacos, es infame. Jóvenes, oh jóvenes, vosotros sois el alma de la República”. “Si el fuego sagrado que en forma de sangre corre por vuestras venas es motivo suficiente para que estos bueyes sueltos, que se llaman sesudos os califiquen de locos, de tigres, sed locos, tigres y tenedlo a gloria, a imitación de este vuestro amigo. Furiosos primero que idiotas; tigres primero que jumentos. El buen juicio no está reñido con el amor apasionado: jóvenes, sed apasionados, y conquistad el mundo”.

Nota: Este artículo fue escrito por el Dr. Plutarco Naranjo y publicado en la Revista del CONESUP, junio de 2002.

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