Reflexión para futuras decisiones

Por: Luis Herrera Montero

Rigurosidad política nos ha faltado constantemente en los proyectos de Estado. Construir una propuesta progresista de gobierno y poscapitalista son todo un desafío, donde utopía y pragmática deben transformarse en aquello que en otras latitudes denominaron yin-yan. Los pueblos originarios americanos tienen mucho más cercanía con esos legados, pues culturas nómadas concretaron largos y sostenidos trayectos desde el continente asiático; mucho antes que la colonización española, sin lugar a dudas. La coexistencia y cosubstancialidad de contrarios es inherente a muchas culturas originarias de nuestro continente. Entonces la utopía es una especie de yin y la pragmática una especie de yan. No es posible concretar un poscapitalismo sin los debidos trayectos socioculturales. La crisis del capital es irreversible, según muchos, pero no por eso la transformación será automática. Por eso una transición progresista es necesaria. Marx y Engels concibieron siempre que los procesos hacia la sociedad comunista requiere de transiciones por el socialismo democrático, lo sostuvieron conjuntamente en la ideología alemana, y por su parte Engels en el texto principios del comunismo.

Actualmente, parece que el capitalismo triunfó al colocar al comunismo como autoritario, por las experiencias antidemocráticas del socialismo real. En otras corrientes conciben que el universalismo es nefasto para consensos y proyectos unitarios y han posicionado propuestas de multiplicidad de comunidades y, en el caso de movimientos indígenas, prefieren acertadamente ir de la multiplicidad a la interculturalidad. Esa es quizá la propuesta más clara de poscapitalismo, pero que caracteriza la utopía y descuida todavía la pragmática. Por eso la propuesta de progresismo puede llevarnos a enterrrar un capitalismo en crisis pero aún con presencia hegemónica en las ideologias sociales.

Personalmente, observo que se está posicionando la imagen del alcalde Yunda como figura presidenciable, aunque se lo mantenga relativamente en reserva, hay ya negociaciones alrededor de su figura. El alcalde Yunda es ideológicamente tan débil como lo que resultó el presidente Moreno. Por eso, concibo como un deber urgente dejar de apostar por seres ajenos a los procesos y trayectos progresistas y poscapitalistas, ya que será siempre correr un riesgo con cheque en blanco y firmado: no más apuestas, no estamos en condiciones de seguir construyendo nuevos devenires y porvenires como si se tratara de juegos de azar. Los progresistas y poscapitalistas deben concentrarse en alcanzar acuerdos unitarios aunque su dificultad sea evidente. No apostemos por cuadros que no tienen la suficiente formación para sostener procesos viables de pospandemia, peor aún, de cambio civilizatorio; es decir, de la conexión indispensable entre pragmática y utopía. Ser un alcalde con relativo éxito no implica ser buen presidente, ya sucedió con Mahuad. No serán caudillos quienes logren superar la crisis, sino rigurosos procesos de organización social; vieja aspiración de muchos que han perdido la vida en las históricas manifestaciones multitudinarias contra el capitalismo y que le han exigido valiosas pero insuficientes reformas; gracias a esos procesos hoy gozamos de derechos laborales y algo de cultura pública, que el neoliberalismo intenta destruir por completo. ¿Arriesgaremos esas conquistas sociales con la costumbre de apostar?