Refundar la navidad

Por: Dr. Pedro Reino Garcés

Cronista Oficial de Ambato

Entre las divagaciones de la época donde más que en las casas de ricos y de pobres se prenden luces en las ventana, más que buscar los brillos en oropeles; más que en brindar el confite necesario que rememora el sabor de la infancia que añora el alma pura del niño que actúa sin las segundas intenciones, mostrando más la ingenuidad que el cálculo y el rédito utilitario que avanza conforme nos vamos contaminando con el mundo y la sociedad calculadora en la que nos desenvolvemos; el fundamento en estos tiempos es que debe prenderse luces en el alma para renovar el espíritu.

Pero ¿Cómo entender el deseo de una navidad o una invocación al deseo de bienestar y prosperidad, de paz, de tranquilidad individual o colectiva; de amor, de nobleza de corazón, de esa inteligencia emocional que ahora se pregona? ¿cómo salir con una mentira, con un desafuero, y hasta con una  amenaza bajo las leyes y a predicar rencores en un reducto donde entre todos debemos propiciar la tolerancia del renacer de cualquier redención de los defectos y las taras,  para que con la trascendencia de nuestras historias personales, nos haga más dignos del género humano. La intolerancia como semilla malhadada de la soberbia pregonada a los cuatro vientos, al final de una jornada de vida no serán sino cenizas de la sinrazón; flores podridas y hediondas que nos acompañarán en el  sepulcro, que solo la falacia y la lisonja barata los podrá presentar con esa cal efímera del blanqueamiento que ha de luchar hasta que llegue el olvido definitivo.

Divagar en navidad dentro de nuestra formación cultural encajada en una universalización de búsqueda de redención, es lo plausible que uno encuentra al margen de los credos de religiones particularizadas. Creer en el alma y en la dignidad de espíritu. Demostrar que la superación en la escala de sentimientos y de pensamientos nos hagan más justos primeramente, más equitativos en las apropiaciones de los saberes del mundo y la naturaleza, más ecuánimes y comprensivos; más respetuosos con  el pensamiento divergente, será una forma de refundar la navidad en estos tiempos de conflictos de toda índole. Y todo parece que proviene de las pasiones fundadas en la pérdida de los valores de la dignidad humana que necesita lavarse en una navidad o natividad permanente.

La navidad no es la bullaranga y el comercio. La navidad no es y no debe ser la apariencia ni la careta de simpatía que nos vuelve ridículos a los ojos de una colectividad que sabe de alguna manera lo que somos en el diario vivir. Es una época, un pequeño fragmento del tiempo de soñar en nuestros propios replanteamientos para que como promesa íntima y reservada, tratemos de volverlos perdurables, de gran alcance y que merezcan, no solo el reconocimiento en los demás, sino que sean un autodesafío de nuestro propio espíritu que puede ser tentado por los descarríos de la sinrazón, la egolatría, el poder, la vanidad, y las cáscaras de lo que debe ser basura en la conducta humana.

Que las fobias y los desatinos encuentren el freno de la bondad que guarda el ser humano en estas épocas, par que ofrezcamos algo duradero en estas épocas que se habla  de un Redentor que a todos perdona por las equivocaciones humanas.

Foto: Wikipedia