Siempre la palabra*

Por: Dr. Marco Antonio Rodríguez 

Los muros de las sepulturas, las hojas y la piel sirvieron para que el ser humano primitivo rasguñe y deje prueba de sus angustias e ingenuidades.

Pero antes de los libros, hubo otros libros. Sí, antes de las líneas y dibujos sobre objetos de sílex configurando firmas, hubo libros. La imposible definición de lo que es un libro, y lo que es una edición, vuelve aún más fascinante el abismo que comunican los lenguajes. Un mismo trance que es a la vez voz final, bramido y lamento de libertad: la apariencia, cuando el espacio es infinito. Ningún límite del pictograma a la letra, tampoco del dibujo a la palabra. Ninguna especificidad en los estatutos que resumen el mundo, ni en la estructura o el soporte para hacerlo. La aventura de Gutenberg nos dio la probabilidad de la sucesión, pero antes hubo manos multiplicando -¿remisa, rabiosamente?- grafismos e ilustraciones. Otros modos de asir y difundir lo que se conoce, los tránsitos del sentimiento, el único procedimiento para entender. Camino, reclusión y luz inextinguibles. No, no conoceremos nunca en su debida profundidad qué es un libro, una edición, ni si quizás siempre permanecieron con nosotros, velados de tan surtidas maneras. Mimetización y asombro. Honda y bella locura. Ni el fuego ni el riesgo incorpóreo de fotones e interfaces consumarán nada. Resucitarán los ecos –aun sin palabras-, las líneas, en iconografías o escrituras, las páginas sobre murallas sepultadas, la corteza o el papel, portadas-tornos para abrirse y cerrarse –cilindros, ovillos, grapas , llaves-. Sí, vendrán otras Casas de Libros, otros Archivos Mesopotámicos, otras Alejandrías… Porque “de los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más admirable es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo. Solo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”, lo dijo Borges. Así es. Y porque, en suprema instancia, la palabra da al ser humano la condición diferencial que lo inviste y distingue y que resulta ser manifestación del pensar y del querer, la posibilidad del convencimiento, la justificación del amor y del odio, la explicación del apetito, la excusa de la falta, el órgano vivo del cerebro, del corazón y de la voluntad. La palabra es el poder del espíritu sobre la violencia. Por eso sobrevivirá al tiempo del vacío que vivimos.

*Fragmento del discurso “Palabra y Arte” de incorporación del Dr. Marco Antonio Rodríguez como Miembro de Número a la Academia Ecuatoriana de la Lengua, la institución cultural más antigua y con mayor prestigio del país. La ceremonia se cumplió el miércoles 18 de julio de 2012.

Marco Antonio Rodríguez fue miembro correspondiente de la Academia Ecuatoriana de la Lengua desde 1998, y pasó a ocupar el sillón C de Jorge Salvador Lara por una resolución del directorio de la institución, esto en reconocimiento por su aporte a la cultura ecuatoriana e hispanoamericana y sobre todo al idioma.

• Doctor en Jurisprudencia, el escritor Marco Antonio Rodríguez ostenta también un doctorado en Filosofía y Letras y máster en Ciencias Políticas. Ha publicado Cuentos del Rincón, Historia de un intruso, Premio al mejor libro de habla hispana, Feria Internacional del Libro, Leipzig, Alemania, 1977; Un delfín y la luna, Premio Podestá, México, 1986; Jaula, 1992, los tres últimos con varios premios nacionales, traducidos a varios idiomas y considerados por la crítica nuevos clásicos de la literatura ecuatoriana y latinoamericana.

• En ensayo sus obras más representativas son: Palabra e Imagen, cuatro volúmenes sobre artistas plásticos ecuatorianos, Grandes del siglo XX (dos ediciones), Poetas nuestros de cada vida, doce ensayos sobre poetas ecuatorianos; Palabra de pintores Artistas de América (I); Palabra de Pintores Artistas del Ecuador (II); entre otras obras.

• Acualmente está terminando su mandato como Presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

 Nota del Director: La Academia Ecuatoriana tiene ciento treinta y ocho años de existencia, desde su fundación en 1874, pues es la segunda academia fundada en América, luego de la Academia Colombiana de la Lengua en 1871.

2012 EcuadorUniversitario.Com

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