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Entre la condición y la deliberación

Por: Erick Jara Matute

No logro identificar el momento de quiebre, ese que al día de hoy me aleja del mito y conduce al logos, el que antes de dormir y al despertar, observo sin materia ni figura bajo la ausencia de luz. Me resulta imposible verme como otro individuo que no tenga el deber ético del maestro. No hablo de los que en el camino mueren, por las indeseables sesiones de horas donde se habla en círculos indeterminados de programas educativos y pillerías estudiantiles. Al contrario, hablo de los que se mantienen inspirados en la tardada y trabajada felicidad –aunque efímera– de sus discípulos, que intentan demostrar la falsedad, una verdad y su cambiante en este camino finito y dialéctico de la humanidad. Escribo para plantear nada más que un pensamiento. Espero algún día enseñar, sin temor a ser temido.

Hoy, mientras existía, caminaba por casa pensando: ¿Con que estoy enojado? O más bien, ¿qué rechazo y por qué? Siendo sincero no pude evitar responder, “Religión”. Me atrevo a decir, a esa doctrina mal utilizada, la que hoy en día veo a mi alrededor e identifico cómo continúa contagiando con ese virus que hace del hombre, un hombre aceptado, normalizado; el que está bajo las estructuras sociales que se han creado por miedo a los suyos. Es entonces, que cuestiono y abordo en breves tesis su origen y relación con el sistema educativo.

Confieso

Todos los días pienso en ese momento en el que por primera vez el hombre se vio indefenso al verse solo en este vasto universo abstracto, ¿qué sentimientos encontró? y sobretodo, ¿cuál fue su reacción? Mi respuesta después de observar a los míos y alejarme de mi mismo, tiene un efecto curioso. Pienso en el tiempo como tal, ese que se fragmenta en pasado, presente y futuro y que, por consecuencia, da a pensar en el origen de las cosas y si existe o no un final; expone nuestra vulnerabilidad e insignificancia. Fue entonces que el hombre empezó a darle sentido a su vida viéndose como instrumento de un fin divino –su misión celestial–, y no fue capaz de soportar el peso de su propia existencia. Viéndolo desde la arista occidental, lo señalado empeoró cuando esto llevó al asqueo de la vida finita por la esperanza infinita; ver el presente humano como un trance necesario para la felicidad divina. El temor nos trajo males, éstos son nuestra creación, y nosotros, nuestra propia salvación. Pensar que todo se reduce al tiempo ¿Somos capaces de liberarnos de él o de Dios?

Esa vulnerabilidad, encontrada al momento de observar la infinitud de lo existente y la finitud de nuestra existencia, construye temores, delirios e histeria. Resulta una embriaguez de preguntas con resaca de pesares, su cura: Dios. Ese es el origen de la religión.

Todo resultó en un “premio doble”, al sentirse libre del temor a su existencia encontró motivos para definir su permanencia, “ésta es mi lucha, recibo lo que merezco, es un trance” –se dijo– sin saber que a posteriori lo cambiaría por “ésta es mi cruz, el señor es mi pastor”. No hace mucho me comentaron una reflexión, “Hoy en día la gente ya no tiene necesidad de Dios”. Pues claro, ahora tenemos Facebook. Los miedos que se presentan al sentir nuestra vulnerabilidad nos hace sentir abandonados, solos en el mundo. La respuesta ya no estaría en “Dios”, al contrario, en esta droga tecnológica contemporánea.

Pensemos, ¿existe un sistema general creado por el hombre, que nos implanta la necesidad de no cuestionar? Desde luego, es más, le declaro la guerra ¿Será posible que lo construimos inconscientemente para que nuestra y futura generación no se autodestruya por pensar en sí mismo, como pudo haberle pasado a ese primer hombre? ¿Al día de hoy aún debemos mantenerlo? ¿Es posible la destrucción del pensado sistema? En este momento entiendo y acepto la “Muerte de Dios” para Nietzsche, el hombre está en su entera capacidad de superar su flaqueza e insignificancia, dar sentido al sin sentido, en base a su existencia y superar al nihilismo que, entre otros conceptos, niega el valor de todas las cosas.

El hombre de hoy dice no tener tiempo. Pues claro, si éste nos tiene en sus manos, le pertenecemos. Dios no es más que una gráfica mal representada del tiempo, una necesidad ante el efímero presente; lo peligroso de todo esto es que aún continúa y no sabemos hasta cuando nos seguirá contagiando. Cabe señalar que no me considero ateo, simplemente lo observo así desde sus pies.

Síntesis

Nos perdimos por la duda –que aristocrática manera de hacerlo– y no encontramos respuesta. Nació el temor al tiempo y lo representamos como Dios para apoyar nuestro valor en su sistema “progresista”, ahora estamos doblemente atados. ¡Necesitamos que muera, necesitamos de su superación!

Por otro lado, todo lo que he señalado en este texto desde luego que no es una verdad absoluta, no me considero su poseedor, es una descripción a la observación como estudiante-docente al sistema que pertenezco durante años. Encontré una relación tan reveladora que, al planteármela, me tiene “entre la espada y la pared”. Obliga a pensar el deber ético del docente para con la sociedad; cuán difícil podría llegar a ser, sus consecuencias positivas/negativas en los suyos y, ante todo, si está en la capacidad o no de desprenderse de su constructo social previo.

Dicha relación consiste en el miedo a la consciencia-autoconsciencia y a su defensa. El primero, como señalé, consiste en ignorar los temores a partir del sesgo cognitivo o autoengaño para una pronta y efímera felicidad y establece vínculos conductuales para que sostengan lo insostenible. El segundo es el accionar de un plan maquiavélico en los sistemas sociales para la permanencia del primero: no dudar, no criticar, no argumentar y no plantear en la escuela, por ejemplo. Sin embargo, esto no se enseña en la universidad como materia académica, no está en los libros, ni siquiera se dice a modo de consejo. Entonces, ¿en dónde se encuentra tal relación? Es un pecado original, nacemos con un chip reproductor y defensor del sistema. ¡Qué círculo vicioso!

Está en el inconsciente, aquí recuerdo lo que la mayoría de mis docentes universitarios decían en sus cátedras, “Un profesor es con sus estudiantes, como sus profesores fueron con él”. Realmente espero haber pausado mi escucha en clases y estar equivocado, pero no recuerdo que hayan recomendado una cura para tal enfermedad, además, parece que ellos tampoco –por supuesto, con minúsculas excepciones– ya que pobremente decían, “No tienen que ser como ellos”. También, el clásico, “la realidad será distinta, esperen el momento de trabajar directamente en las aulas y verán” ¿Qué querían decir con eso? ¿Sabían que no estamos aptos? ¿Y, ellos? En fin, queda a discusión.

Sin dudar ni un segundo, la labor docente es compleja, pues conlleva horas de planificación, repensar estrategias y metodologías para aplicarlas en el aula, además, de paciencia, vigor y algo más. Pero, ¿qué pasa si no cuestionan sus enseñanzas, como no lo hacían con lo que aprendían de jóvenes? Desde luego, les lleva a continuar trabajando bajo el yugo del silencio mental, vivir para trabajar, “no ser” para “no estar” y enseñar por enseñar.

La Educación Formal, es el camino aceptado académicamente que se implementa ya sea en las aulas de clase presenciales o en modalidad virtual, construida bajo un sistema de criterios dirigidos hacia el “adecuado” desarrollo humano, para permitirnos “ser alguien” en la vida o más conocido como un profesional, siempre y cuando se cumpla con el perfil correcto. Por ejemplo, el bachiller ecuatoriano debe ser justo, innovador y solidario adherido a un conjunto de responsabilidades y capacidades para con la sociedad. Siguiendo el postulado inicial, el docente se encarga de activar todo el proceso que lleva a satisfacer las necesidades cognitivas del alumno. En teoría, la Educación Formal se plasmó para construir una sociedad en armonía. Pero, ¿resulta posible que todo este proceso sea un medio para satisfacer una necesidad aún mayor de la que nos plantean?

De ser así, el currículo solamente pretendería exponer las mecánicas del mundo, no sus bellezas. Estas mecánicas serían analizadas como instrumentos de poder y defensa ante el enemigo, no para sobrevivir en armonía. Los valores del perfil estudiantil serían impuestos por el acto conductual; servirían para normalizar y convencer al hombre que éste es bueno por naturaleza y no por obligación, aunque resulte lo contrario. Los docentes, viva imagen/experiencia de lo escrito, serían quienes siembran y cosechan el eterno sistema; nacieron en una mentira y en esta morirán, sus colegas al igual que sus padres les mintieron, pues ellos también creyeron. Pensaría que no enseñan, más bien cumplen con un contrato: mantener aquel chip con garantía de felicidad.

Concluyo

La necesidad humana de protegerse de sí mismo y de los suyos llevó a una construcción social con su propio sistema de autodefensa: no pensar. El miedo a su insignificancia y vulnerabilidad condujo a normalizar actos bajo una moralidad y ética –en mi caso, judeocristiana–, que permita sobrevivir en “armonía” a la humanidad, es decir, cumplir lo establecido para inmortalizar el sistema, caso contrario, se nos ha graficado una destrucción apocalíptica. Lo desagradable de esta perspectiva fue que lo aceptamos, perduró bajo el manto educativo y aprendimos a vivir con ésta. Lamentablemente se volvió cómodo y no puedo evitar pensar lo rápido que sucedió.

Existe un contrato humano donde la escuela como supuesto benefactor, entre otros, cumple día a día enseñando las mecánicas del mundo.  Este consiste en evitar el miedo y las preocupaciones de aquel “primer hombre” que, al verse insignificante en el basto universo, cuartó su excitada felicidad llevándolo a pensar en religión, luego en poder, dinero, tecnología, redes sociales y lo que vendrá. Desde luego que la escuela es el único medio para el fin profesional, pero también sirve para consolidar en las nuevas generaciones aquel contrato al cual adeudamos.

Este escrito tiene la finalidad de transferir al estimado lector la siguiente pregunta y, quizás, ofrecer una duda profesional. Entendiéndose aquel contrato social y su relación con la educación –recordemos el mencionado “pecado original”– ¿cuál es nuestro trabajo en el aula?

  1. a) Mantenerlo, a sabiendas que ofrece un “progreso” con la condición de no pensar nuestra existencia, pero sí la de los otros, aceptando la normalidad como adjetivo innato de la humanidad, enseñar por enseñar lo estipulado en el currículo y vivir tranquilo.
  2. b) Plantear la observación, descripción y manipulación didáctica-amigable del “mundo”, relacionándola con el tiempo y nuestra vulnerabilidad e insignificancia, para poner en duda nuestra existencia y arriesgarnos a la posibilidad de una “destrucción apocalíptica”.
  3. c) Todas las anteriores (¿Sería posible?).
  4. d) Ninguna de ellas.

Los dos planteamientos, el primero (a) como condición y el segundo (b) como deliberación, pugna la cómoda estabilidad moral frente a una posible respuesta de consecuencias éticas, es decir, compromete a la ruptura de nuestros esquemas culturales que, en base a la duda, permite el surgimiento de otros esquemas más conscientes. Necesitan reflexionarse, de no ser así, para qué llamarnos animales con razón.  Por tanto, desde la visión de este humilde escritor, el objetivo del texto es comprometer al lector a pensar la dialéctica entre estos dos términos, para que se presenten otras o nuevas tesis encaminadas a liberarnos de la manipulación por herencia.

Como docente, cabe la estupenda posibilidad de plantearse las siguientes preguntas: ¿Soy un instrumento más para cumplir y adeudar a más de uno, al dicho contrato? ¿Qué hacer?  Podemos llevar una relación entre las dos opciones separándola una de otra, por un lado, cumplir con lo estipulado y por otra, estipular una duda. Me explico: Enseñar las mecánicas del mundo resaltando el estudio de sus bellezas, alejarlas del concepto de poder y enmarcarlas bajo el enfoque de armonía, ritmo y melodía. Repensar los valores y buscar su necesidad en la sociedad para rechazar la imposición de que éstas no sean fruto de la condición. Por último, educar para la vida como tal y aborrecer la enseñanza –no literal– de un “así se debe pensar”. En fin, todo consiste en apartarnos de la herencia sempiterna del sistema para no morir en los brazos de la mentira.

 

Dr. Enrique Martínez Vázquez: “La falta de apoyo a la cultura obliga al éxodo de muchos talentos” 

Por: Erick Jara Matute

Dr. Enrique Martínez Vázquez

La Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina presentaba hace unas semanas el libro “TRÍPTICO” del Dr. Enrique Martínez Vázquez, que cuenta con un prólogo del Dr. Gustavo Vega y una ilustración en portada de María Paz Carpio. Una obra que nos ofrece un interesante recorrido histórico por la Cuenca de los años sesenta y setenta del siglo XX, a través de diversas panorámicas sobre la ciudad, el mundo universitario, la medicina, anécdotas y sobre el origen y nacimiento de la Clínica “Santa Inés”.

El Dr. Martínez nacía en Cañar en 1933, obtenía su doctorado en 1961 en la Universidad de Cuenca, se especializó en Ortopedia y Traumatología en el Instituto Traumatológico en Santiago de Chile (1961-1963), formó parte del Proyecto HOPE en 1964, ejerció su Cátedra Universitaria entre 1964-1977, desempeñó su labor profesional en el Hospital Regional Vicente Corral Moscoso, fue Socio Fundador de la Clínica Santa Inés y Presidente del Hospital Santa Inés. Ha recibido, asimismo, el Premio Benigno Malo Universidad de Cuenca (1961) y diversos reconocimientos y condecoraciones de Centros Médicos del País.

¿Este libro es su primera incursión en el relato histórico?

No. Tengo algunos estudios relacionados con aspectos históricos de Cuenca, la medicina y otros. La mayoría de ellos permanecen inéditos.

¿Cómo ha vivido esa experiencia y qué significación ha tenido para usted?

Este libro lo trabajé durante algunos años; el abordaje que se hace es reflexivo y traza un panorama de la medicina en mi ciudad y en el país. Para ello la experiencia propia fue  importante y significó un acercamiento muy cercano, lo cual lo vuelve ameno para el lector común.

¿Cuáles son los aspectos centrales que aborda en esta obra?

El texto fue dibujado en tres segmentos esenciales que se complementan para formar un todo armónico; la primera parte hace referencia a la historia de la ciudad de Cuenca en los años sesenta y setenta del siglo pasado y resalta  la arquitectura con las corrientes de pensamiento de la época. El segundo capítulo, se refiere al desarrollo de la medicina y sus protagonistas; se destaca la  evolución gradual de la modernidad hasta la época científica y humanitaria. Por último, se aborda el tema del Hospital “Santa Inés” y las anécdotas que acompañaron al origen de la institución.

Su libro se centra en la década de los 60 y 70 de la centuria anterior ¿Qué valoración hace de la ciudad de Cuenca?

En ese entonces la ciudad atravesaba un período de transformaciones en el aspecto intelectual y  en las costumbres de sus habitantes. Sin lugar a dudas, los cambios fueron drásticos y configuran un panorama que encarna la base de lo contemporáneo. Es decir, en los sesenta  Cuenca despega hacia la modernidad.

Usted trata en las páginas de Tríptico el nacimiento de la Clínica Santa Inés ¿Cuál ha sido su aporte y que significación ha tenido para Cuenca en el ámbito de la salud?

El Hospital “Santa Inés” fue un hito en el desarrollo de la medicina comarcana  al constituirse en el primer instituto de especialidades en el austro del país. Desde el punto de vista social, académico y científico, con derivaciones a nivel nacional, marcó una evolución sin igual en el Ecuador.

Usted apunta que la corriente modernista golpeó a determinados bienes patrimoniales ¿Cómo ve la situación actual del Centro Histórico de Cuenca?

De lo poco que ha quedado se concluye que a pesar de que permanecen valores arquitectónicos del siglo pasado y de la época republicana (el trazado de sus calles, las casas del barranco y los templos entre otros elementos patrimoniales) el progreso trajo consigo muchos males; el tráfico desmedido, además de elementos extraños como el tranvía, que complican su urbanismo y la vida del cuencano.

¿La Cuenca actual es todavía la Atenas del Ecuador?

No creo. La falta de apoyo a la cultura obliga al éxodo de muchos talentos. Cuenca ha celebrado su Bicentenario en medio de una pandemia mundial, pero también bajo la invisibilización de sus valores culturales. Con su economía disminuida y el desinterés de sus líderes políticos, está muy lejos de la denominación que la caracterizó en los siglos anteriores.

Respecto a la educación universitaria ¿Cómo se vio afectada en los tiempos de revolución Latinoamericana en Cuenca?

El socialismo influyó decisivamente en el desarrollo de los valores científicos y culturales; los principios universitarios mutaron para adaptarse a las nuevas corrientes del pensamiento, la época romántica se transformó en una era moderna en la que priman las ideologías. Concluimos en que  Cuenca es una ciudad universitaria, más allá de los avatares en su historia.

¿Qué significado nos debe dejar este Bicentenario de la Independencia de Cuenca?

La obligación de convertirnos en seres amantes de nuestra patria chica y el reconocimiento de que es un proceso diario, físico y espiritual.

¿Cuál es su valoración sobre el trabajo desempeñado por la Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina?

Es una labor magnífica, sin precedentes. El prestigio de la Editorial, su influencia y apertura al ciudadano interesado en la cultura, la educación y el conocimiento permite que accedamos a las publicaciones sin distingos de ninguna clase. Gracias a sus directivos y a todos los que conforman la empresa.

Erick Jara Matute

Adriano Merchán: “La situación de los archivos y materiales fotográficos existentes se podría catalogar de desastrosos”

Por: Erick Jara Matute

La Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina presentó el 27 de octubre el libro “ÁLBUM HISTÓRICO FOTOGRÁFICO: CUENCA-ECUADOR” de Adriano Merchán Aguirre, con un volumen que supera las 450 páginas. Las ilustraciones de la portada fueron aportes de Christian René Solano Guzmán, además, de la colaboración de Homero Ortega. Es una obra que contribuye a la celebración del Bicentenario de Independencia de Cuenca.

Adriano Merchán

Adriano Augusto Merchán Aguirre nace, un 27 de junio de 1966, en Cuenca. Sus juveniles talentos destacaron en el Atletismo, ya a los 12 años de edad fue seleccionado del Azuay en los Juegos Nacionales estudiantiles. Ingresó a la Universidad Central de Ecuador, Facultad de Jurisprudencia, Escuela de Derecho. En la actualidad es creador y administrador del grupo de Facebook “Cuenca, Memoria y testimonio”, así como de la página “Añoranzas de Cuenca”, espacios que pretenden generar un acercamiento y sensibilidad hacia la historia, cultura, tradición cuencana y con el objetivo de que las nuevas generaciones conozcan más a través de la imagen el devenir histórico de la Ciudad.

¿Cómo nace su pasión por la historia de su cuenca natal?

Nace desde el momento mismo que empezamos a tener uso de la razón. La curiosidad hizo que empecemos a preguntarnos cosas que por más insignificantes que sean, tenían la capacidad de enseñarnos. Con el paso del tiempo, en la escuela tenía a mi padre que era un apasionado historiador de la ciudad y nos inculcaba el conocerla desde sus orígenes. Además, tuve un profesor de cuarto grado, Miguel Ángel Morales, que nos enseñaba historia con un apasionamiento inusitado. Todo eso permitió que vayamos incentivando el conocimiento por la ciudad. Luego ya en el colegio y siendo adolescentes, nos llamaba la atención los cambios importantes que tenía la ciudad. Todo esto contribuyó para que empezáramos a conocer a nuestra Cuenca desde sus inicios y que este aprendizaje lo tengamos hasta nuestros días, siempre hay algo nuevo que aprender.

¿Cree usted que existe un interés general en la sociedad por el pasado de Cuenca?

Siempre ha existido desde distintos puntos de vista. Sin embargo, los Cuencanos somos quienes estamos inmersos en conocer este pasado, en presentar al mundo nuestra ciudad, cultura y tradición.

¿Cuál es la finalidad de este álbum histórico fotográfico?

Tiene como finalidad dar a conocer cómo la ciudad ha ido evolucionando, los cambios importantes que han suscitado a través de los años. Las fotografías hablan más que cualquier libro, su lectura permite ir más allá de la descripción escrita, lo más importante es la verdadera historia contada a través de una imagen.

¿Qué períodos históricos recoge usted en esta publicación?

El Álbum conlleva prácticamente tres períodos históricos. El primero de finales del siglo XIX, con fotografías de 1890 aproximadamente, luego la mayoría del siglo XX y la de este siglo XXI. Hemos actualizado con imágenes hasta el mes de octubre del 2020.

¿Cuál es la situación actual de los archivos y de los materiales fotográficos históricos en la Cuenca actual?

La situación de los archivos y materiales fotográficos existentes se podría catalogar de desastrosos. El Instituto Nacional de Patrimonio Cultural debería actualizar los archivos y permitir un manejo más práctico en las redes sociales. No es posible que se maneje información errada, en la mayoría de casos cambiadas las fechas, todo esto hace que se tergiverse la realidad de los hechos. Los archivos deberían estar clasificados por temas y con un simple clic abrirse todas las fotografías de cada tema. Es la única manera de seguir difundiendo y conociendo nuestra ciudad. No existe un archivo de datos actualizado ¿Cómo es posible que no haya datos de los años 1970, 1980, 1990? Peor aún de los años 2000 ¿Dónde está el trabajo de recopilar esta información? Simplemente, no hay.

¿La ciudad de Cuenca sigue siendo la Atenas del Ecuador?

El nombre de Cuenca Atenas del Ecuador es un nombre no muy antiguo, en relación a la historia de Cuenca. Se le empezó a denominar así un poco antes de 1920 en la época de Baquerizo Moreno, por ser la cuna del pensamiento ecuatoriano. Cuenca es mucho más que eso, es arquitectura, diversidad cultural y el aporte en las artes, ciencias y letras. Es invalorable, por ello, siempre será la Atenas del Ecuador

¿Existe interés en las nuevas generaciones por la cultura patrimonial e histórica de Cuenca?

Las nuevas generaciones están viviendo cambios diferentes, donde la tecnología no les deja desarrollarse de mejor manera en el campo intelectual. Sin embargo, debemos reconocer que si existe un índice alto de jóvenes de hoy por conocer la cultura patrimonial de Cuenca. Es nuestra obligación incentivarlos para que sean actores sociales de la ciudad y no solamente sujetos pasivos.

Usted ha creado dos páginas en Facebook “Cuenca memoria y testimonio” y “Añoranzas de cuenca” ¿Qué valoración hace de las mismas?

El grupo Cuenca Memoria y Testimonio y la página Añoranzas de Cuenca es un espacio creado para difundir nuestra historia, nuestras costumbres, para destacar lo mejor que tuvo Cuenca en el pasado y a través de ella proyectarnos hacia un futuro. Estas dos páginas son nuevas, no llevamos ni un año aun de su creación, pero hemos tenido una respuesta positiva de la gente. En la actualidad ya somos casi diez mil miembros y seguimos creciendo de manera acelerada.

¿Cómo ha percibido este Bicentenario de la Independencia y que mensaje debe calar en la juventud?

El Bicentenario, muy a pesar de toda la situación que estamos viviendo y contra todo pronóstico, se desarrolló mejor de lo que pensábamos. Al inicio la inactividad por las instituciones encargadas de llevar adelante los actos del Bicentenario nos hacía pensar que nada bueno vendría. Sin embargo, en cierta manera, se pudo solucionar, permitió que la ciudadanía pueda disfrutar de algunos actos, como La noche de las luces y el lanzamiento de obras literarias. Sin embargo, no hay que dejar de decir “el municipio nos quedó debiendo”. A pesar de todo lo que hemos vivido, tuvo que dar mayor realce a este evento, especialmente en lo cultural.

¿Cuál es su valoración sobre el trabajo desempeñado por la Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina? 

La editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina viene desarrollando una gran gestión en nuestra ciudad. Sin lugar a dudas, el trabajo de José Manuel Castellano es fundamental. En este año se ha publicado más de medio centenar de libros y, lo mejor, casi todos de escritores cuencanos.

Erick Jara Matute

CES-AL marca la diferencia: un aprendizaje efectivo y activo

Por: Erick Jara Matute

Al escribir este texto recuerdo y reflexiono sobre las memorias de un tiempo oscuro de experiencias educativas que dejaron mucho por desear. Favorable para mí, aunque no crea en el libro de la vida ya escrito, como estudiante encontré mi escuela favorita: lugar donde verdaderamente –como un niño– disfruto de aprender, crear, cuestionar, criticar, impulsar, proponer y actuar en la construcción del conocimiento. No encuentro otro modo de describir y expresar mi gratitud a la Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina y a su editor-jefe –amigo y profesor– José Manuel Castellano.

Esta joven editorial donde muchos celebramos sus inicios y, con orgullo participamos en su primera obra “Compendio de Estudios Sociales sobre Ecuador”, sentimos la brecha en el tiempo que marcaba un pasado y el porvenir literario de muchos. Ya sea en su colección de Ciencias Sociales o en el apreciado Taller Literario, podemos valorar aquella filosofía humanista que piensa en el hombre y su desarrollo libre y democrático. El orgullo de haber participado en sus publicaciones, presentaciones, eventos culturales, entre otros, como estudiante universitario próximo a la licenciatura, recojo mis experiencias durante este profundo y corto tiempo en la editorial para motivar a su continuidad.

Nosotros los jóvenes, –no por marcar vejez, sino por la preconcebida virtud de la inexperiencia–  somos quienes también tomamos un papel activo junto a la academia. Nos convertimos en entrevistadores, ensayistas, escritores, prologuistas e investigadores que aportamos a este querido y aún poco difundido, mundo literario. Por lo dicho, CES-AL tiene la misión de motivar a las jóvenes mentes para ejercitarnos y ampliar el alcance de la experiencia y el conocimiento.

Resulta importante mencionar a quienes recibimos y aceptamos esa invitación, “hacer cosas diferentes”. Por ejemplo, libros como: “Misceláneas de voces jóvenes” fue escrito por las futuras y futuros docentes quienes están ética y socialmente comprometidos con educar; la puerta a los sueños, un libro titulado “Los colores perdidos y otros relatos” por los niños Isabel y Andrés Sequera; el libro “Entre Canarias y Ecuador” del Dr. José Manuel Castellano contó con los prólogos de jóvenes universitarios, Haidy Ulloa, Karina Huallpa, entre otros; “Testimonios vivencias, reflexiones e imágenes en tiempos de Covid-19” fue resultado de un concurso que plasma vidas en un libro con más de 800 páginas, premia por una parte, la participación de jóvenes desde los 15 años en adelante; entre otros libros con alta participación estudiantil. A la vez, resalto la organización, gestión y ejecución del Primer Congreso Nacional para Jóvenes Investigadores, 2019 (Ecuador) con el apoyo de la Universidad Católica de Cuenca.

La Editorial ha impulsado todo este tiempo la ampliación de experiencias y destrezas en la juventud. Encontramos a estudiantes universitarios como Mariela Barrera con sus entrevistas a múltiples autores de obras literarias, entre ellos, al poeta Juan Fernando Auquilla, al Dr. Carlos Pozos y al Dr. Manuel Ferrer Muñoz. En el mismo ámbito encontramos a Pamela Tacuri con su entrevista a Jacqueline Murillo por su obra “Travesías urbanas”; la presentación de esta obra fue dirigida por la joven universitaria, Linda Soledad Flores Palacios, que se está iniciando en el mundo de la poesía. Es grato mencionar a Mateo Silva Buestán, sus aportes ha brindado escritos como “Reflexiones sobre la contienda nacional del 24-M” y la lectura del prólogo del Dr. Vega en la presentación del libro “Tríptico” del Dr. Enrique Martínez Vásquez. De igual modo, aprecio nombrar a Marcela Ulloa quien participó desde el inicio de esta joven editorial, ha aportado con la excelente obra “Pelear con los recuerdos” donde reconstruye la vida de una emigrante colombiana.

Sin duda me siento afortunado de participar junto a ellos. Claro, aún falta mencionar a otros grandes compañeros como Belén Viejó, Delsa Silva, Jonnathan Uyaguari, Kelly Loaiza, Ángel Fajardo y muchos otros. De algo estoy seguro, todos vivenciamos un nuevo panorama humano, más humano.

El trabajo con los estudiantes ha sido una de las características que resaltan la ética y la estética de la editorial. Su naturaleza somos nosotros, no dista de edades. Pensada ya desde hace mucho, como un sueño, hoy hace dos años que se cristalizaba un pensamiento que se ha convertido en una realidad.

De modo, que la Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina es mucho más que una Editorial, es un centro de formación y aprendizaje efectivo y directo para nosotros los jóvenes.

¿QUIÉN CALLA?

Por: Erick Jara Matute

La lucha a favor de una calidad educativa es un actuar de todos, de que sirve tener educación si esta es pobre, sin sentido y fundamento humano, es decir, un limitante al desarrollo intelectual de la sociedad. Qué sentido encontramos a la institución educativa si es el cofre del conocimiento en vez de ser la fuente, no podemos compararla si creemos que fuera de ella aprendemos más que adentro. Hablaría entonces de un requisito que se debe cumplir para ser reconocido como persona al servicio de la comunidad. Por dicho conflicto interno, inspirado en la crítica, pero, ante todo, en la acción, nació Educación al Desnudo. Tras pensarse que la realidad puede ser distinta, –espero que no sea un sueño, cansado de recibir por años una mediocridad del sistema caducado y, la necesidad de conocerse y conocer en educación verdadera, planteamos nuestro camino de lucha.

Educación al Desnudo nace como un conjunto de posibles acciones para concientizar a docentes y alumnos sobre qué es la calidad educativa, queremos encontrar un punto de encuentro. Su problemática mayor es la nefasta y reducida importancia que un sistema tiene sobre su gente. Recordemos que somos parte y sustento de ese sistema, en otras palabras, puede que nosotros seamos el problema. Apoyados en la era tecnológica, pensándose que es una de las mejores formas de llegar a las personas y más aún en tiempos de Covid-19, utilizamos las redes sociales para motivar a la construcción de críticas y cuestionamientos que pugnen un régimen. Una de las actividades realizadas con la comunidad web fue plantear la siguiente pregunta: ¿La escuela calla o te calla? Participaron 43 personas; teniendo una mayor presencia de mujeres, 33 frente a 13 varones. Cada comentario nos lleva a una doble posición visión sobre la educación: unos en contra y otros en favor, además, de un recuerdo y una crítica.

Como magnífico ejemplo, uno de los comentarios recordaba aquella maldición a la que todos temíamos, “El profesor te ponía el ojo”. Significaba un milenio de preocupaciones para el maldecido. Aquellos inquietos, malcriados, vagos como ostentaban calificarlos, no podían librarse hasta finalizar el año. También se expresa el desagrado hacia las pautas ya establecidas, se preguntan quién fue el que dispuso un orden que impide el amor eterno al aprendizaje; si salías de la zona establecida, eras despreciado o un “caso perdido”.

¿Por qué calla la escuela? Responden, “la escuela destruye varios de nuestros sueños, el principal responsable es la incorporación de modelos educativos extranjeros que no dan buenos resultados al país”. Tan bajo nos han llevado para sentirnos una copia de lo que a otros quizás les funciona y a nosotros nos destruye; “Te cierra, te hace pensar que necesitas ayuda de alguien”. Entonces podríamos decir que las personas sienten el objetivo de la escuela como un mecanismo amenazador, explosivo y destructivo, “tratan de que no seamos personas pensantes, no nos quieren libres”; construyen jóvenes conformistas, pasivos y autodestructivos.

La visión que las 43 personas muestran es una aterrorizada por historias con lamentables minúsculas alegrías, “presos del control y esterilizado de creatividad”; estas son las consecuencias de no enfrentar al sistema, “llegamos a tal punto de perder el sentido de libertad”. Exponen a la escuela como una estructura paradigmática caduca, incapaz de pensarse diferente; asentada en cimientos destructivos. “Aparte de ser un modelo hegemónico de control de masas, no educan y te enseñan, pero a obedecer”. ¿A dónde nos ha llevado el sistema educativo? Imagino a una persona del pasado deseando tener un lugar donde liberarse desde el conocimiento, anhelando la creación o invención de una escuela para estudiar; cuan decepcionado estaría al ver su sueño hecho realidad. “Es extraño, la escuela debería ser una de las fuerzas principales para vivir. Pero no, sólo nos prepara para producir. Por eso, muchas veces, calla”.

Aunque lamentable, pero necesario de rescatar, tres personas escribieron comentarios positivos de la escuela y, –me atrevo a calificarlo así– escusas de malas prácticas docentes: a) “en la actualidad existe un poco más de accesibilidad en cuanto a la libre expresión del estudiante, aunque no es valorada en su totalidad”; b) “es más accesible a criterios”; c) “los docentes nos sentimos apresados ante un sistema que coarta la praxis, mala infraestructura, poco material, mala paga, etc.”. Sin duda, aportan una pequeña mirada de libertad, suscitada por cambios sociales que influyen a la escuela, pero no salvan su actuar.

A todo esto ¿qué nos dicen las personas sobre como iniciar el cambio? Sin duda no podemos vivir en el pesar; tal vez el objetivo humano es la lucha contra nuestra propia creación, el sistema de orden. Si los docentes en un inicio, –su mayoría–, no han tenido la iniciativa de lucha, o son ellos quienes promueven el silencio, la comunidad estudiantil “deberíamos ser los primeros en proponer ese cambio a la realidad deseada, debemos hacer del conocimiento nuestra arma para romper esas estructuras”. Los estudiantes convertidos en motor de transformación deben repasar su realidad y generar cambios. “Los niños, niñas y adolescentes no son seres vacíos que vienen a ser llenados por los docentes, sino más a ser llevados de la mano para explorar toda esa imaginación”.

A modo de conclusión tenemos que aceptar que el sistema está caduco, ya no sirve. Propongo que nos pongamos a pensar si realmente algún momento funcionó, estuvo acorde a la liberación o siempre fue un instrumento de manipulación. Las personas que nos apoyaron comentando sus opiniones y críticas muestran un sistema que no deja de decepcionar, destruir, contagiar y aniquilar nuestro bien natural, la duda. A la vez, no dejemos de lado aquellos que, dentro del sistema, pretenden destruirlo desde sus entrañas, esos docentes que marcan la diferencia, los que motivan a la construcción de un criterio ante el juicio. Un nuevo sistema implica la erradicación total de lo que fue, no podemos mejorar lo inmejorable, peor innovarlo. Necesitamos esperanza y acción, lectura y reflexión.