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Conflictiva e inconstitucional

Por: FABIÁN CORRAL

La Ley de Apoyo Humanitario es contradictoria e inconstitucional. No será un factor de apoyo. Será un factor de conflicto. A modo de ejemplo, algunos temas laborales en lo que se ha legislado incurriendo en contradicciones y sin comprender la naturaleza y efectos de la fuerza mayor:

1.- Contradicciones.- Según el artículo 16, los acuerdos para modificar las condiciones económicas de la relación laboral, deben ser bilaterales y directos entre cada trabajador y empleador. Pero el Art. 18, nº 3 establece que los acuerdos con la mayoría serán vinculantes para todos los trabajadores, y obligarán incluso a quienes no los suscriban; por tanto, prevalecen. ¿Y los intereses de la minoría? Foco de conflicto entre trabajadores. Más aún, en otra parte, el artículo 16 dice que el acuerdo bilateral y directo, alcanzado entre cada trabajador y empleador, “durante el tiempo de su vigencia, tendrá preferencia sobre cualquier otro acuerdo o contrato”. ¿En qué quedamos, cual prevalece?

2.- Inducción a la liquidación.- El Art. 18, Nº 4 establece que si el acuerdo es imprescindible para la subsistencia de la empresa, y si no se llega a un consenso con los trabajadores, el empleador puede liquidarla. Se entrega al grupo o sindicato un poder determinante sobre la vida o muerte del negocio. La liquidación de negocios a la que se induce está regulada por el Art. 193 del CT, que impone, sin excepción, el pago de indemnizaciones por despido intempestivo. ¿Es una ley de apoyo al empleo o de liquidaciones?

3.- La norma interpretativa del Art. 169, Nº6 del C.T.- A título de interpretación, la Asamblea reforma el C.T. y establece que la aplicación de la fuerza mayor como causal para terminar el contrato “estará ligada al cese total y definitivo de la actividad económica del empleador”. Es decir, el empresario debe desaparecer para siempre de toda la vida productiva, liquidar forzosamente todos sus emprendimientos, incluso los que no estuvieren afectados, y no podrá fundar nuevos negocios. ¿Si la fuerza mayor no involucra a todos los sectores de labor del empresario, debe liquidarlos pese a ello?, ¿y la necesidad real de reducir las labores solamente en una parte del negocio, en el que los contratos son inejecutables por la fuerza mayor, y no en todos?, ¿por qué se induce a la liquidación general de actividades, cuando es una sola el área la afectada y no todas? ¿no es esto perjudicial para los trabajadores?

Esta norma, que ignora la naturaleza y efectos reales de la fuerza mayor, no es interpretativa. Reforma la disposición del CT, excede los límites de la interpretación e incluye nuevos textos. Según el principio de seguridad jurídica previsto en el Art. 82 de la Constitución, no tiene efecto retroactivo. La Constitución prevalece sobre toda otra norma o precedente.

FUENTE: ElComercio.com

https://www.elcomercio.com/opinion/columna-fabian-corral-conflictiva-inconstitucional.html.

22 de junio  de 2020

 

La brevedad y la verdad

Por: FABIÁN CORRAL

Escribir una columna es un desafío, una incitación a la brevedad, la precisión y la transparencia. Es una apuesta a la siempre difícil distinción entre la información, el comentario ligero y circunstancial y el ensayo. Es, además, el ejercicio constante de la responsabilidad de honrar la verdad, combatir las mentiras y propiciar la independencia. Es asumir cada tema dando la cara, bajo la firma y el nombre, sin incurrir en el anonimato, ahora tan frecuente y enmascarado, que, como dice Fernando Savater, “es un subterfugio que funciona como un truco para la impunidad en la ofensa o el delito, es decir, como un santuario de la cobardía.”

A la responsabilidad que implica escribir una columna, se suma la disciplina, el rigor de someter las ideas, las indignaciones y, a veces, las evocaciones y los sentimientos del que escribe, a la tarea de sacrificar sin piedad los adjetivos, eliminar las reiteraciones y honrar el idioma. Todo esto, sin olvidar el interés del lector.

En nuestro tiempo, la tecnología plantea retos cada vez más grandes. La opinión ahora no tiene estructura, a veces, carece de lógica. Está dispersa en innumerables medios (las redes) que no exigen rigor ni verdad; es preciso solamente contar con la computadora o el teléfono para decir cualquier enormidad, o hacerse eco de la noticia falsa y la especulación.

Esos desafíos no aquejan solamente al artículo de opinión. Afectan a la crónica, la información y la entrevista. Incluso inciden en la literatura.

La costumbre de leer tiene ahora frente a si poderosos enemigos como el video, las series televisivas y esa infinita carga de basura que se conoce como entretenimiento. Además, quienes escribimos corremos el riesgo, cada vez más cierto, de ceder a la tontería y al afán de lucimiento.

La brevedad, sin embargo, no supone incurrir en el apunte telegráfico ni en el estropeo del idioma.
Alude, sí, a la concreción, la depuración, al reto de meter en dos mil ochocientos caracteres unas cuantas ideas y hasta alguna aproximación al paisaje. ¿Se puede evocar, con propiedad, un personaje, hacer el apunte sobre un libro, ensayar la apreciación de la circunstancia, enarbolar los valores de la libertad, desde al estrecho espacio de una columna? Alguien dijo que los artículos de prensa, en ciertos casos, han logrado ser “literatura bajo presión”.

La brevedad es un asunto de estilo, rigor, y si se quiere, de forma. Lo de fondo es la constante adhesión a la verdad, y el compromiso con la libertad, y por cierto, con la responsabilidad, que es la otra cara de la medalla, la contrapartida del privilegio de escribir.

Javier Cercas, el escritor español, dijo hace poco en una certera conferencia, “el hombre es el animal que miente.” Lapidaria sentencia que nos concierne a todos.

FUENTE: EL COMERCIO
Lunes 13 de enero 2020

Cuestión de cultura

Por: FABIÁN CORRAL

Cuestión de cultura, asunto de responsabilidad social y sentido de vecindad: los extranjeros residentes en Cuenca organizan mingas para pintar el centro de la ciudad, borrar los grafitis y dejar nítidos paredes y monumentos, y así, hacer de Cuenca más ciudad. Nadie los obliga, la iniciativa nace de su compromiso con el sitio que les acogió, del hecho de que hay quienes prefieren la limpieza, que es educación, que aman las formas y procuran que el sitio en que viven sea acogedor, que sea una casa, y no un arrabal.

Cuestión de anti cultura: miles de “ciudadanos” acuden a las playas y las contaminan con toneladas de basura, convierten las calles en cantinas, inauguran toda clase de eventos bailables, con estruendos, música insufrible y griteríos. Son los turistas nacionales, aquellos que hacen la felicidad de hoteleros, municipios y otros agentes. Pero, esa gente, esos tumultos no distinguen entre diversión y mala educación, no tienen noción del respeto, ni idea de la protección del medio y del paisaje. O les tiene sin cuidado lo que estorba su afán de fanfarria.

Dos eventos que contrastan, y ponen en evidencia que los comportamientos del turismo tormentoso, que invade tanto las playas como el centro de Quito, son síntoma del subdesarrollo que nos agobia, de la impavidez de autoridades y vecinos. En tanto que lo que hacen los migrantes que viven en Cuenca, es una lección de quienes aprecian el país, se duelen de la depredación que sufre la ciudad, toman una brocha, consiguen pintura y limpian lo que ensucian los progres y alternativos. Cuestión de cultura, de civismo.

Si la vergüenza no hubiera caducado, como ha caducado en todos los órdenes, la sociedad y las jefaturas que soportamos, deberían al menos sonrojarse, abdicar de su desparpajo e indolencia, asumir sus responsabilidades, recoger el gesto de los extranjeros y actuar en consecuencia: educar, regular, sancionar y poner coto a la destrucción del país en nombre de no sé qué progreso, y con la excusa de un turismo que deja toneladas de basura, y que practica, eso sí, la embriaguez y el fandango sin límites.

Las preocupaciones ambientales, al parecer, carecen de importancia, o se limitan a declaraciones líricas, a discursos carentes de verdad y compromiso. El derecho a vivir en un país y en una ciudad limpios, “el derecho al paisaje” no despiertan interés. El derecho al silencio no existe ni importa, la paz es un cuento de hadas y la seguridad, una ficción.

Cuestión de anti cultura. Si las turbas, con el plauso de algunos vecinos de Quito, fueron capaces de destruir parte de la ciudad, y si eso se entiende como “democracia”, pues entonces lo de las playas y sus basurales, y la agonía del centro de Quito, ¿también será resultado del ejercicio de los derechos del tumulto?

FUENTE: EL COMERCIO
Lunes 06 de enero de 2020

La misión de la Universidad

Por: Fabián Corral

Hace años, don José Ortega y Gasset exploró, con su habitual claridad, la misión de la Universidad, en un libro cuyo título tomo prestado para bautizar esta nota. Ortega propuso el asunto desde una perspectiva distinta, profunda y certera para su tiempo y para el nuestro, porque el debate, desde siempre, se quedó anclado en las visiones cortas, y en las cargas políticas que saturan todos los temas.

¿Cuál es la misión de la Universidad? ¿Tiene alguna tarea, más allá de incorporar bachilleres a dudosos sistemas de profesionalización? ¿Debe ser un cenáculo ideológico, un foco revolucionario, una industria de doctorados y posgrados? ¿Debe pensar o solo diagnosticar, proponer o solo repetir? ¿Debe ser universal, tolerante, liberal, o dogmática, socialista y militante?

1.- La Universidad es “universalidad”.- Desde que nació, allá en la Edad Media, la Universidad se entendió como un espacio apropiado para pensar, cuestionar y debatir. En el viejo foro de Salamanca se plantearon dudas sobre el derecho de conquista, y sobre los poderes de los reyes, todo ello en el tiempo de la plenitud del absolutismo monárquico. El Renacimiento y el liberalismo político acentuaron después la idea de institución universal e introdujeron el concepto de tolerancia, la ética del respeto al pensamiento ajeno, la tesis de los límites del poder, los fundamentos de la representación, las interrogantes acerca de la obligación de obedecer. Mientras la Inquisición hacía de las suyas fuera de los claustros universitarios, las universidades pensaban, y porque pensaban, fray Luis de León, insigne profesor de Salamanca, pudo decir, al retornar de la cárcel al aula, aquello de “como decíamos ayer”.

La Universidad latinoamericana, con ejemplares excepciones, se politizó, santificó algunos dogmas provenientes de las doctrinas comunistas y renegó de la universalidad. Propició el “pensamiento único”, negó la diversidad y se transformó en foco revolucionario. La tarea ya no era pensar, era imponer, descalificar al adversario, rizar el rizo del absurdo y justificar a los estados totalitarios. La ciencia y la cultura quedaron atrás. Prevalecían las consignas, los estribillos, los enemigos, que, a la vez, paradójicamente, eran compañeros.

2.- La Universidad es élite.- La Universidad es y debe ser élite, dirigencia, pensamiento innovador, selección rigurosa, excelencia. No es, ni puede, ser masificación. La Universidad nunca debió renunciar al compromiso de ser la avanzada que entienda a la sociedad, que la piense, la critique, y que no abdique de aquello de crear núcleos de innovadores con vocación de líderes. La Universidad no puede ser masa, término medio; no puede renunciar al rigor. Debe rescatar el hecho de que las sociedades giran en torno a minorías selectas, y asumir que tiene la tarea moral, cultural e intelectual de conducir, de marcar las rutas, de buscar la verdad.

La Universidad tiene la tarea grande, la misión irrenunciable, de propiciar dirigencias. No debe tenerle temor al concepto de élite conductora. No debe afianzar el concepto de masa, de uniformidad sin crítica, de libre ingreso sin examen, de multitudes invadiendo las aulas y anulando la dura tarea de enseñar. Un mal entendido “democratismo” ha inducido, por cálculo o por miedo, a hacer todo lo contrario, pensando quizá que las lógicas electorales y los sistemas para elegir diputados o concejales, debían aplicarse en la selección de profesores, decanos y rectores y de investigadores. Grave error que pervirtió la excelencia, que endiosó la mediocridad y que inauguró un perverso “populismo académico”.

3.- La Universidad es duda y pensamiento.-La misión de la Universidad es múltiple: investigar, pensar, generar y transmitir cultura y profesionalizar. La Universidad puede y debe ocuparse de la política como ciencia, aterrizarla en el país, generar ideas y dejar que los docentes y los alumnos elijan, en ejercicio de la libertad intelectual, una convicción o una alternativa. La militancia política es tema de las personas, no asunto oficial de la Universidad, que, por ser esencialmente liberal, debe asegurar la tolerancia, la posibilidad de escoger y la tarea de discrepar. La Universidad debe estar marcada por la duda, no por los dogmas, por las discrepancias intelectuales, no por las afirmaciones partidistas.

4.- La Universidad es excelencia.- Si la tarea está marcada por un irrenunciable elitismo intelectual y moral, la excelencia es la meta en la investigación y en la formación. La mediocridad no cabe en la Universidad, y en ese empeño, los centros de educación superior deben ser intransigentes. Toda condescendencia es mortal. La experiencia de la Universidad ecuatoriana es un doloroso testimonio, que debería servir de lección para enderezar los pasos muy lejos de la masificación y de la politiquería, que orquestaron la casi irreparable tragedia de algunas entidades ilustres, que no merecía esa suerte.

5.- La Universidad es cultura.- La cultura es producto del individuo y resultado de su convivencia. La tarea de la Universidad es entender la cultura, preservar sus valores y propiciar su desarrollo. Cultura son los libros, es la memoria, es la ciencia, son las ideas, las creencias, las costumbres. Es Eugenio Espejo, es Montalvo. La tarea consiste en entender qué es cultura, separarla de las frecuentes contaminaciones políticas que le aquejan, pensar la globalización, abrir las mentes, asumir el pasado sin renunciar a lo propio ni negarse a lo ajeno. La Universidad debe ser un transmisor de cultura y testimonio de autonomía y de libertad.

¿Es posible “esa” Universidad?

Tomado de EL COMERCIO de Quito
Edición del 4 de Febrero de 2016