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¡Viva Quito…!

Por: Fernando López Parra
Rector del IAEN

La cultura en términos etimológicos sabemos que viene de la palabra cultivo; de esa manera, la cultura sería una construcción de formas identitarias de una sociedad, como lo dice nuestro filósofo Bolívar Echeverría. Estas formas se crean y recrean dando lugar a una existencia humana y otorgan sentido a la vida. En estas formas tenemos a la fiesta en nuestra América Latina como un exponente cultural relevante y que nos da identidad.

La fiesta de nuestra querida ciudad ha llegado. Como quiteño recuerdo que, en mi edad temprana, en los barrios se encendían las fiestas alrededor de los toros; se escuchaban en las radios a todo volumen de las tiendas y de los taxis los relatos de los periodistas taurinos. Nos preguntábamos: ¿si le habría cogido el toro a algún torero o espontáneo? Y los comentarios eran diversos sobre lo que pasó ese día.

En los barrios del centro, de donde yo vengo, con la debida anticipación se recogían las cuotas por calles y con la lista en la mano pasaban los vecinos cobrando durante algunos días el aporte, para organizar el baile del 5 de diciembre en plena calle. Ese día tan esperado comenzaba muy temprano con el trabajo comunitario de levantar la tarima; se traían las tablas donde los vecinos de las carpinterías, también los cables de la luz de alguna casa cercana se jalaban hasta que el escenario quedara montado. En ese día había campeonatos de todo. Entre los guambras del barrio el campeonato de indor fútbol relámpago acontecía, mezclados los mecánicos, los del sector de la cuesta, los vendedores de las corvinas de la plaza, los vagos de la esquina y otros equipos.

Ya en la tarde aparecía el vapor de las canelas con naranjilla, las empanadas, las tortillas aparecían en las mesas de la calle donde la orquesta contratada iría a tocar. Entrada la tarde llegaba la Banda del Regimiento Quito a ubicarse cerca de gallera a poner el ritmo y la fiesta se encendía y continuaba con la orquesta contratada hasta casi el amanecer; claro que se elegía a nuestra reina de barrio en el transcurso del día y se premiaba a los campeones del cuarenta, del indor, del palo encebado y la carrera de tres pies.

Esta expresión festiva se fue diluyendo en el tiempo, el espíritu comunitario se fue esfumando y hoy tenemos otras formas de expresar la cultura, la fiesta y el cariño por nuestro Quito querido. Pese a ello les invito a gritar ¡Viva Quito…!

05 de diciembre de 2019

Rector del IAEN: “Necesitamos una sólida formación en gestión pública y principalmente en valores que dignifiquen la calidad humana”

El doctor Fernando López Parra, rector del Instituto de Altos Estudios Nacionales –IAEN-, la Universidad de Posgrado del Estado, afirma: “Necesitamos una sólida formación en gestión pública y principalmente en valores que dignifiquen la calidad humana”.

Para llegar a esta conclusión, el rector analiza el tema del “patrimonialismo”. El patrimonialismo, dice, es un modelo que se caracteriza por la no distinción entre lo que es público y lo que es propiedad privada. En otras palabras, se piensa que lo público es de propiedad exclusiva de una persona o grupo de personas.

Agrega que esta forma de administración pública prevaleció en el período precapitalista, cuando el monarca tenía dominio sobre los bienes públicos y privados, sin ninguna responsabilidad ante la sociedad; igual era para los gobernantes manejar lo público como si fuera de su propiedad privada.

El patrimonialismo, precisa el doctor Fernando López Parra PhD., se caracteriza por la fuerte presencia de las siguientes características: nepotismo, corrupción, ineficiencia, improvisación, falta de profesionalismo, falta de métodos de trabajo, fallas de planificación, entre otros.

Si hacemos un estudio comparado de este modelo patrimonial de gestión de lo público, se verifica claramente, que estuvo presente en nuestro país hasta hace pocos años, anota.

Expresa que también estas prácticas patrimonialistas suceden de forma permanente y casi silenciosa en organizaciones donde grupos de poder se consideran dueños de lo público y de las organizaciones donde laboran, cuando ellos se autoproclaman como defensores institucionales y se apropian de discursos institucionales, pero que al fin favorecen a pocos. Esta práctica es conocida como neopatrimonialismo.

El antídoto para este tipo de prácticas, según el rector del IEN, es la gestión vinculada con una rendición permanente de cuentas y principalmente la búsqueda de institucionalización de las organizaciones públicas. Es decir, necesitamos de una eficiente gestión de los recursos públicos con un permanente sentido de lo que significa el servicio a la sociedad.

Destaca que “es compromiso de los gobernantes dar un salto cualitativo a una gestión en la que prime la transparencia, el profesionalismo y la gestión eficiente del servicio público y además considerar que los servidores públicos de cualquier nivel jerárquico estamos comprometidos con la sociedad como principio y fin para conseguir mejores días para el país”.

Y concluye: “Necesitamos una sólida formación en gestión pública y principalmente en valores que dignifiquen la calidad humana”.

“Nuestro país requiere ver el pasado para poder mirar nuevos futuros que requiere la sociedad moderna más igualitaria, más justa y con más autonomía para vivir”

Esta es la conclusión a la que llega, Fernando López Parra, rector del Instituto de Altos Estudios Nacionales, la Universidad de Posgrado del Estado.

En su argumentación destaca: En tiempos complejos, generalmente es aconsejable hacer una retrospectiva histórica de dónde venimos como Estado. A continuación un breve relato de cómo nacimos desde la perspectiva institucional.

La escasa bibliografía nacional que ha analizado la evolución de la Administración pública en Ecuador se puede considerar como fragmentaria y descriptiva. A inicios de la República (1830) y durante gran parte del siglo XIX, el aparato estatal se preocupó únicamente de los ramos de la política, la seguridad territorial y la recaudación tributaria.

En la presidencia de García Moreno (1860-1875), según decreto ejecutivo, “… se promovió una centralización del poder estatal, que partiendo de la integración de los espacios regionales promueva a través de una serie de mecanismos económicos, políticos y sociales la modernización de la sociedad, la centralidad política y la inserción al sistema de Ecuador, al orden neocolonial”.

Esos mecanismos se resumen en: 1) centralización política; 2) control de la hacienda pública (organización de presupuestos nacionales, incremento de impuestos aduaneros y nueva contabilidad, por partida doble); 3) impulso estatal al sistema bancario (expedición en 1871 de la primera Ley de Bancos); 4) promoción de la obra pública mediante la construcción de una red de caminos, carreteras y el ferrocarril (para 1872 el rubro de obras públicas representaba el 32% del presupuesto); y 5) patrocinio del capital extranjero (suscribió el Tratado de Comercio y Navegación con Inglaterra, en 1861, y en Europa y EE.UU. promovió el arrendamiento de minas de petróleo); 6) fomento de la educación, especialmente técnica; (la fundación de la Escuela Politécnica Nacional y la clausura de la entonces Universidad Central por ser “foco de perversión de las más sanas doctrinas”), según el trabajo conjunto con el historiador Patricio Ycaza.

Esto sucedió justo antes de la Revolución Liberal en Ecuador y serían los fundamentos reales para la construcción del Estado capitalista que se fue fraguando en la época y que ahora está en duda.

Nuestro país, concluye, requiere ver el pasado para poder mirar nuevos futuros que requiere la sociedad moderna más igualitaria, más justa y con más autonomía para vivir.

Fernando López Parra: Hay un desafío no asumido como política por el sistema de educación superior

Fernando López Parra, rector del Instituto de Altos Estudios Nacionales -IAEN-, la Universidad de Posgrados del Estado, afirma que «Hay un desafío no asumido como política por el sistema de educación superior en nuestro país que tiene que ver con los denominados perfiles de salida de nuestros profesionales futuros.»

Agrega que «Habrá que dar cuenta, por ejemplo, cuántos ingenieros, médicos, profesores, economistas, biólogos, neurocientíficos, astronautas, músicos, químicos y otros requerimos y con qué características deberían disponer para mantener la vida en nuestros Estados.»

Concluye que «Si seguimos haciendo la vista gorda a situaciones estratégicas el salario nos va a descomponer paulatinamente, hasta que nuestra propia carne como sociedad desaparezca para siempre.»

Estos criterios están expuestos en su columna «El salario y la sal» que publica en un medio público, este miércoles 03 de julio de 2019.

www.EcuadorUniversitario.Com

El salario y la sal

Por: Fernando López Parra

El salario sabemos que viene del latín “salarium” que era esa porción de sal que recibían los soldados romanos como reconocimiento a sus labores bélicas. La sal era tan apetecida porque servía para dar sabor y conservar los alimentos hasta el punto que se consideraba como dadiva de Salus, la diosa de la salud. En otro momento el salario, como retribución al trabajo, se intercambia por monedas y no con la sal. Se tiene referencia de que la moneda como intercambio de bienes o servicios aparece en la África subsahariana entre los siglos IX y XII de la era actual.

En el transcurso de la historia se constituyó el salario en el medio de pago generalizado entre el trabajo y el capital, tornándose en el capitalismo como la piedra angular que sustenta el sistema que vivimos.

Una de las preguntas que surgen dentro de una lógica existencialista en esta modernidad capitalista es: ¿Cómo la vida se redujo a una razón que, casi exclusivamente, valora el trabajar para comprar? El empleo tradicional, como vemos se redujo sustantivamente; la robótica y la tecnología ocupan nuestra vida casi por entero, la lógica de tiempo varió y el salario y sus formas pasó a ser más salado que nunca, porque se convirtió en una razón única de la existencia humana.

En el Ecuador tenemos que mirar de forma prospectiva esos futuros nefastos que se aproximan por la lógica del sistema inequitativo que hemos abrazado como forma de vida. No se puede vivir para comprar. Los sistemas de planificación de los gobiernos deben pensar en cómo disponer de sociedades menos dependientes del capital y más dependientes del ser humano y la naturaleza.

Hay un desafío no asumido como política por el sistema de educación superior en nuestro país que tiene que ver con los denominados perfiles de salida de nuestros profesionales futuros. Habrá que dar cuenta, por ejemplo, cuántos ingenieros, médicos, profesores, economistas, biólogos, neurocientíficos, astronautas, músicos, químicos y otros requerimos y con qué características deberían disponer para mantener la vida en nuestros Estados.

Si seguimos haciendo la vista gorda a situaciones estratégicas el salario nos va a descomponer paulatinamente, hasta que nuestra propia carne como sociedad desaparezca para siempre.

FUENTE: EL TELÉGRAFO
03 de julio de 2019