Por: Luis Alberto Herrera Monetero
El legítimo deseo de crear un mundo de igualdad, libertad y solidaridad, como horizonte utópico, es difícil concretarlo, cuando en los trayectos hay tableros de ajedrez y ejercicios de dominación que lo impiden. En otras palabras, los comportamientos apegados a la defensa de los derechos humanos y de la naturaleza, con estilos de vida y praxis que además los promuevan y sostengan, muy dinámicamente, se han visto siempre limitados por disputas de poder. El diario vivir y convivir debe diferenciarse constantemente de privilegios, prácticas mafiosas y siniestros ejercicios de violencia, que en las historias civilizatorias se han evidenciado con significativa presencia. No pretendo negar la necesidad del poder, por el contrario, lo propongo para generar milagros o transformaciones basadas en el amor próximo y respeto a la diversidad cultural, de género, sexualidades, entre otras múltiples existencias. El problema se agudiza cuando las resistencias y manifestaciones de fe en el cambio, terminan en horribles estados de frustración, debido a que las grandes concreciones no llegan; al respecto, considero que la problemática se debe a que ha predominado más el esperar que lleguen, en vez de agenciarlas con el poder de la paciencia; es decir, como lo afirmara Confucio, si deseas mover una montaña, empieza la acción moviendo piedritas. Entonces los cambios no serán reales por las grandes causas, sino por los humildes y pacientes agenciamientos, que lo propongo como verdadero poder.
En la actualidad atravesamos un régimen global capitalista, cada vez más social y menos natural, condensando todo aquello que cuestionamos de los sistemas civilizatorios con dominaciones de clase, colonialismos y patriarcados. Muchos se han interesado, durante siglos, en concretar revoluciones que pongan fin a tales trayectos, pero las hegemonías han terminado triunfando, porque no logramos entender que no es posible mover la montaña entera de un solo movimiento; es decir, propongo que las revoluciones o referentes utópicos se las haga también a través de múltiples reformas. Hoy es necesario entender que la lucha contra la alianza neoliberalismo fascismo es una emergencia, una necesidad que requiere atención prioritaria. Estamos en terapia intensiva. De ahí que el proceso implica apoyar a las propuestas progresistas o reformistas, no como horizonte utópico, sino como proceso de transición. Los socialismos y los comunismos fracasaron en la práctica por no tejer bien la utopía con el proceso; los milagros con los rituales.
No es momento de generar rupturas entre proyectos de gobierno progresista con los proyectos de movimientos sociales; estamos bajo la necesidad de tejerlos. Urge superar el calentamiento global, el narcotráfico, los feminicidios, la trata de menores de edad, los intervencionismos con armas de destrucción masiva. Tampoco es dable ignorar el predominio de clases que acumulan trillones de dólares y que motivan una diversidad de adicciones en diversidad de poblaciones del planeta, no solamente de drogas, sino de adicciones en cuanto a la autoexplotación, al dominio patriarcal y feminicida, a la perversidad del abuso sexual, a la tóxica vanidad de vender superficialmente belleza cuando en realidad es pura basura consumista; todas adicciones muy profundamente fomentadas por la lótica del capital contemporáneo. Esta panorámica, en su conjunto, es maquillada por multiplicidad de evangelismos que encubren regímenes de crueldad, a través de caretas que muestran un Jesús distorsionado, maléfico y adicto al hecho de subordinar a pueblos mediante una imagen incluso racista y de perpetuidad colonialista.
Me alineo con propuestas que formulan superar a la globalización por el cosmopolitanismo intercultural, donde prime la igualdad, el respeto y la reciprocidad porque realmente aprendemos a amar al prójimo y al diferente, aunque si logramos una pacífica convivencia se habrá avanzado considerablemente. Sin embargo, considero que esa superación es procesual. Da gusto constatar como Trump fue derrotado en las elecciones y otros poderes en Estados Unidos, que incluyen la Cámara de Representantes, el Senado y varios Tribunales de Justicia. Claro que falta mucho por generar en términos cosmopolíticos en Estados Unidos.
Ahora mucho más gusto genera el triunfo del MAS en la hermana Bolivia, ya que se evidenció que no solo es Evo Morales quien lidera, sino la organización y los movimientos políticos que están exigiendo al Estado implementar el Estado plurinacional en serio, pero sin desentenderse que primero había que derrotar a las oligarquías en las urnas. En este caso también la cosmopolítica intercultural aún está pendiente, pero se avanza en tejer la reforma con la revolución la transición con la utopía. Obviamente, en las elecciones no se logra mayor cosa en términos de revolución, pero si en cuanto a reformas a sostener. Seguramente Bolsonaro también será derrotado en las próximas elecciones, pidamos al progresismo, representado por el Partido de los Trabajadores y a movimientos políticos que clarifiquen que los cambios requieren de sólidas alianzas para el hermano Brasil. En la hermana Argentina la problemática se encuentra en un difícil tablero, los macristas quebraron al país y la reconstrucción social nacional requerirá primero superar la crisis, aspecto que no interesa a Macri y sus seguidores, pues aprovechan la situación para recomponer su privilegio social por medio del control estatal; igualmente, el kichnerismo requiere fortalecer alianzas con otros sectores opuestos al neoliberalismo. En la hermana Colombia el escenario es de mayor complejidad, ya que el nefasto Uribe ha impuesto un régimen de infierno; sin embargo, los cambios sucederán si se continúan con las luchas populares en términos unitarios; sin duda el próximo evento electoral contará con un gran bloque promoviendo la candidatura de Petro.
En Ecuador tampoco debemos creer que con las elecciones de este domingo 7 de febrero se llevará a cabo la revolución. En nuestro caso es menester, al igual que en otras regiones, derrotar el neoliberalismo, que se reinstituyó con la figura de Lenín Moreno, digo figura porque en su gestión no ha sido más que un figurín funcional a la recomposición oligárquica en el Estado y en la conocida tendencia de provocar fugas inmisericordes de capitales, bajo tintes de lucro exclusivamente privado. Moreno ha impuesto el régimen que mayormente ha afectado en el tema de derechos civiles, políticos y laborales de ecuatorianas y ecuatorianos. La prioridad implica, por tanto, derrotar al neoliberalismo de la forma más contundente. No fue posible la concreción de alianzas, pero el progresismo es mayoritario y debe propenderse a su triunfo en una sola vuelta. La esperanza que se agencia está más allá de febrero 7. UNES prioriza la restauración progresista del Estado. Al respecto, será necesario entender que UNES no representa el horizonte utópico, sino la reforma definida como transición; habrá que consolidar una democracia participativa desde significados de radicalidad, no de hegemonía institucional; por tanto, el puente con las organizaciones sociales es también una ruta a no ignorar. Aquí es cuando el progresismo debe mirar hacia los inicios fundacionales de lo comunitario, para recuperar aquello que Walter Benjamin denominó como comunidades originarias y que prácticamente los pueblos indígenas lo han sostenido y revitalizado constantemente. Nuestra Constitución el 2008 tiene estos enfoques, hay que cuidar que el evento constituyente que se formula no afecte esos legados políticos.
En conclusión, el progresismo es necesario siempre y cuando se asuma como transición, con la responsabilidad y voluntad de mirar y revitalizar también a nuestros ancestros, no provocando la pérdida de raíces, ni simplificándose en solo miradas de modernización capitalista: la utopía nos exige sociedades poscapitalistas, debidamente enraizadas en lo comunitario.