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El sin sentido de buscar vida extraterrestre, mientras se destruye la terrestre

 

Por: Luis Herrera Montero, PhD
Universidad de Cuenca, Ecuador

Hoy por hoy, científicos de distintas regiones del mundo, se empeñan en encontrar vida en otros planetas. Conforme últimos avances, se cuenta con hipótesis totalmente nuevas, no solamente concentradas en planetas similares a la Tierra, sino incluso con mejores condiciones. Estos avances tienen el auspicio de lo más desarrollado en cuanto a tecnología. Según cálculos y aproximaciones, puede existir quintillones de escenarios planetarios con vida, expandidos por la Vía Láctea y un sin número de otras galaxias.

Muchos hemos cuestionado la legitimidad de tanta inversión científica en lo mencionado, cuando en nuestro planeta se ha extinto especies por causa de procesos civilizatorios clasistas y estamos a punto de extinguir una diversidad mayor a través del trágico fenómeno, conocido como calentamiento global. Buscan vida en otras latitudes, cuando extinguen vida en su propio planeta. Científicamente, no hay justificaciones para esos avatares exploratorios. No es para nada nuevo constatar, esta vez por iniciativas de investigación decente, el alto grado de desequilibrio del biosistema terrestre, agudizados severamente por el sistema capitalista.  En consecuencia, el conocimiento por pura inmadurez, que fomenta intereses y curiosidades desenfocados de lo prioritario, resulta un total absurdo.

¿Para qué tanta exploración extraterrestre si a nuestro medio de vida lo estamos destruyendo? Interrogante obvia, que ese mundo de ciencia no se hace.   La intención sin duda será descubrir y luego reproducir la historia catastrófica en otros mundos. Definitivamente, los objetivos dominantes de la hegemonía global están escandalosamente desubicados. Entristece enterarse de tanto sin sentido con supuestas rigurosidades científicas. Las clases privilegiadas de la globalización motivan a agrupaciones científicas y universidades de Estados Unidos, Europa, China, Rusia, etc., a buscar vida en espacios sumamente desconocidos, mientras se extermina a la propia, que constituye un problema de lo más evidente.

¿Por qué no invertir en mega tecnología para solucionar la inequidad social o para afrontar como emergencia el calentamiento global y sus más que conocidos efectos? Afortunadamente, mucha vida se reproducirá muy a pesar de la destrucción capitalista, que nos ha colocado en un laberinto angustiante y sin salida. Hasta que descubran vida en otros planetas, solo se desterritorializará ciertas naves, tripuladas por humanos y microorganismos, a otras latitudes espaciales, mientras el colapso de nuestro escenario socioplanetario continuará en proceso de inevitable decadencia. Posiblemente la humanidad se extinga antes de descubrir vida en dimensiones extraterrestres. Así de ridículo el sin sentido: tanta inversión para nada vital. El ser humano como especie se extingue y equipos interdisciplinarios enredados en aventuras epistémicas de mucha incertidumbre en la inmensidad espacial, en clara condición ya de innegable extravío.

¿Podrá alguien detener este prurito investigativo? Vale recordar a esas brillantes y lógicas mentes, que no debemos reproducir la desgracia de Cristóbal Colón. Aquel pobre descubridor de un nuevo mundo terminó sus días fatalmente. En cuanto al continente descubierto, son más de 500 años que sus habitantes lamentamos tal suceso colonizador. Europa vivía una crisis en 1492. La humanidad vive una crisis peor en 2021. La sentencia mucho más fatal que en los tiempos de la colonización de América. El mundo científico descubriendo lo que otros seres habían descubierto hace mucho. La vanidad racionalista fue inconsciente en esos tiempos y es aún inconsciente de su brutalidad. Esos planetas lo descubrieron, seguro lo están descubriendo, sus propios habitantes, que obviamente no necesitarán de lo peor de los humanos y sus idioteces colonizadoras. La humanidad requiere salvar al planeta de un apocalipsis sin retorno.

 

Justicia o impunidad

 

Por: Luis Herrera Montero

Hannah Arendt nos habló con precisión y amplitud sobre el perdón, como potente espíritu liberador del ser. Esa valiosa contribución filosófica no puede entenderse como sinónimo de impunidad. La misma autora siempre fue muy crítica respecto del fascismo como uno de los referentes ejemplares de sociedades totalitarias. Recordemos el trágico golpe de Estado que la oligarquía chilena produjo en contra del régimen socialista, liderado por Salvador Allende, y que colocara en el poder al militar Augusto Pinochet. Tal suceso histórico conllevó uno de los más grandes genocidios fascistas de la historia aún contemporánea de América Latina. Jamás podríamos alinearnos, quienes sostenemos principios y prácticas democráticas de autenticidad, con semejante totalitarismo, apoyado además por la política imperial de Estados Unidos.  Como parte de aquel golpe de Estado, consumado en 1973, dicha nefasta oligarquía también se movilizó por las calles de Santiago. Su similitud con las movilizaciones hitlerianas en Alemania, unos años antes de su ascenso al poder estatal, es innegable y a su vez de miserables consecuencias.

Actualmente, en la hermana Bolivia, se acusa al gobierno de Luis Arce de ejercer procesos de venganza y persecución política, con el propósito de obviar el grave irrespeto a los derechos políticos del pueblo boliviano, como efecto directo de otro innegable golpe de Estado, que pusiera a la señora Añez en el gobierno y que asesinara a más de treinta personas. Esos grupos oligárquicos hoy se movilizan al puro estilo del fascismo chileno.  En las elecciones últimas esos sectores fueron derrotados contundentemente en una sola vuelta y de manera inapelable. La desvergüenza de la oligarquía boliviana, desde su condición de minoría totalitaria, pretende ahora imponer un régimen inadmisible de impunidad, sin duda opuesto a la esencia de los principios democráticos. Cuidado con confundir tal exigencia como venganza o persecución política.  Hacerlo llevaría confundir perdón con impunidad y no podemos devaluar con ingenuidades las valiosas contribuciones de la filósofa antes mencionada.

Propender a la generalización de la impunidad, en apego a  la tradición de las oligarquías latinoamericanas, implica un grave deterioro en el proceso de maduración de la democracia, sobre todo, si esta es concebida como autogobierno del pueblo, conforme la clara conceptualización del filósofo griego Cornelio Castoriadis; quien con irrefutable acierto, consideró a los gobiernos capitalistas como  oligarquías liberales y no como dogmáticamente se ha supuesto en la cultura global neoliberal, pues nada tienen de democráticos. No se pide tampoco caer en los autoritarismos del viejo sistema soviético, pero eso no faculta considerar al capitalismo como democracia y menos todavía a los golpes de Estado, liderados por el neoliberalismo en Latinoamérica.

En Ecuador no obviamos tampoco los graves atropellos a los derechos políticos del pueblo. Las jornadas de octubre de 2019 fueron multitudinarias. Ante estas legítimas movilizaciones, la respuesta gubernamental conllevó represión desmedida en autoritarismo, que provocara el fallecimiento de 11 conciudadanos y compatriotas. Cabe entonces la legítima interrogante ¿Deben quedar esos asesinatos en impunidad? El pueblo ecuatoriano atestiguó tales acontecimientos como efectos del uso de la fuerza policial: las evidencias están en variedad de vídeos de prensa popular, redes sociales y testimonios individuales. Todo indica que el gobierno de Moreno opta por la impunidad. Pero el pueblo ecuatoriano no está en el mismo andarivel, de ahí la mísera popularidad gubernamental, cuantificada en apenas 4%. Es hora de hacer justicia, de lo contrario continuaremos matando las democracias y posicionando regímenes oligárquicos. En nosotros está la decisión. Lasso no constituye alternativa alguna para frenar a la impunidad. Optemos entonces por la unidad, como sucedió en octubre de 2019. Nos movilizamos multitudinariamente. Solicitemos entonces la anulación de juicios a los conciudadanos que se movilizaron y exijamos, en cambio, los respectivos juicios penales para los responsables de tales asesinatos. El binomio de UNES es por tanto una alternativa viable. El pueblo unido jamás será vencido.

 

Reflexión para futuras decisiones

Por: Luis Herrera Montero

Rigurosidad política nos ha faltado constantemente en los proyectos de Estado. Construir una propuesta progresista de gobierno y poscapitalista son todo un desafío, donde utopía y pragmática deben transformarse en aquello que en otras latitudes denominaron yin-yan. Los pueblos originarios americanos tienen mucho más cercanía con esos legados, pues culturas nómadas concretaron largos y sostenidos trayectos desde el continente asiático; mucho antes que la colonización española, sin lugar a dudas. La coexistencia y cosubstancialidad de contrarios es inherente a muchas culturas originarias de nuestro continente. Entonces la utopía es una especie de yin y la pragmática una especie de yan. No es posible concretar un poscapitalismo sin los debidos trayectos socioculturales. La crisis del capital es irreversible, según muchos, pero no por eso la transformación será automática. Por eso una transición progresista es necesaria. Marx y Engels concibieron siempre que los procesos hacia la sociedad comunista requiere de transiciones por el socialismo democrático, lo sostuvieron conjuntamente en la ideología alemana, y por su parte Engels en el texto principios del comunismo.

Actualmente, parece que el capitalismo triunfó al colocar al comunismo como autoritario, por las experiencias antidemocráticas del socialismo real. En otras corrientes conciben que el universalismo es nefasto para consensos y proyectos unitarios y han posicionado propuestas de multiplicidad de comunidades y, en el caso de movimientos indígenas, prefieren acertadamente ir de la multiplicidad a la interculturalidad. Esa es quizá la propuesta más clara de poscapitalismo, pero que caracteriza la utopía y descuida todavía la pragmática. Por eso la propuesta de progresismo puede llevarnos a enterrrar un capitalismo en crisis pero aún con presencia hegemónica en las ideologias sociales.

Personalmente, observo que se está posicionando la imagen del alcalde Yunda como figura presidenciable, aunque se lo mantenga relativamente en reserva, hay ya negociaciones alrededor de su figura. El alcalde Yunda es ideológicamente tan débil como lo que resultó el presidente Moreno. Por eso, concibo como un deber urgente dejar de apostar por seres ajenos a los procesos y trayectos progresistas y poscapitalistas, ya que será siempre correr un riesgo con cheque en blanco y firmado: no más apuestas, no estamos en condiciones de seguir construyendo nuevos devenires y porvenires como si se tratara de juegos de azar. Los progresistas y poscapitalistas deben concentrarse en alcanzar acuerdos unitarios aunque su dificultad sea evidente. No apostemos por cuadros que no tienen la suficiente formación para sostener procesos viables de pospandemia, peor aún, de cambio civilizatorio; es decir, de la conexión indispensable entre pragmática y utopía. Ser un alcalde con relativo éxito no implica ser buen presidente, ya sucedió con Mahuad. No serán caudillos quienes logren superar la crisis, sino rigurosos procesos de organización social; vieja aspiración de muchos que han perdido la vida en las históricas manifestaciones multitudinarias contra el capitalismo y que le han exigido valiosas pero insuficientes reformas; gracias a esos procesos hoy gozamos de derechos laborales y algo de cultura pública, que el neoliberalismo intenta destruir por completo. ¿Arriesgaremos esas conquistas sociales con la costumbre de apostar?

Los Premios Oscar, oportunidad para hablar de una Cuenca Intercultural

Por: Luis Herrera Montero
PhD. en Antropología y Profesor de la Universidad de Cuenca

Los premios OSCAR, otorgados el domingo 24 de febrero de 2019, destacaron temas relacionados con la diversidad sociocultural, que históricamente ha sufrido variedad de discriminaciones y abusos a sus derechos. Por primera vez, esta entrega de galardones, en un solo evento público, incluyó pluralidad de problemáticas que han condicionado la vida de afrodescendientes, mujeres, empleadas domésticas indígenas, homosexuales, entre lo más destacado.

En Cuenca toma especial significado la diversidad cultural, por la evidente presencia de inmigrantes de distintas regiones del mundo: Estados Unidos, Italia, Corea del Norte, China, Líbano, entre otras. Incluso el Municipio ha mostrado interés por hacer de Cuenca una ciudad amigable para todas las poblaciones que se menciona. Sin embargo, en cuanto a la heterogeneidad de pueblos que la habitan, es necesario destacar el largometraje “Roma” que obtuvo el OSCAR a mejor fotografía, mejor película extranjera y mejor director, para explicar a Cuenca como un territorio donde pervive la discriminación racista y patriarcal, producto de una larga historia de colonialismo, privilegios de clase y nefastos procesos de blanqueamiento.

No se resta importancia y legitimidad a todo aquello que intente el buen recibimiento a inmigrantes de otros países y continentes. Lo cuestionable es que aquella práctica no se la cumple con aquellos pueblos originarios de la región y con pueblos afrodescendientes, situación que se replica para la mayoría de mestizos, que son mayoritarios también en la demografía de Cuenca. Cuántas mujeres, indígenas, afros e, incluso, mestizas han sido víctimas de abusos en el desempeño del empleo doméstico; inclusive, en peores condiciones de las que se denuncia en el filme “Roma”. Las paredes y rincones de varias viviendas de clases terratenientes, burguesas y pequeñas burguesas, recogen gritos, imágenes y multiplicidad de relatos de maltrato, violencia e impunidad. En estos casos la diversidad no ha importado substancialmente. Entonces, la colonialidad es hegemónica aún y los discursos cosmopolitas no pueden encubrir historias de irrespeto inadmisibles para con nuestras propias poblaciones. De ahí que la película “Roma” debe ser parte de eventos, en nuestras familias, barrios, escuelas, colegios, universidades, calles y más, para reflexionar sobre la realidad cuencana. Hablar de diversidad cultural es significativo, pero para interculturalizarnos y generar cosmopolitismos auténticos. El discurso de Alfonso Cuarón, al recibir el premio como mejor director, fue de innegable vigencia respecto de lo que se ha expuesto sobre racismo y machismo.

Consecuentemente, hablar de Cuenca como ciudad de la diversidad cultural, sería un propósito hueco, si esas narrativas no buscan interculturalizar el territorio en su conjunto. Se trata de que las ciudades y ruralidades de Ecuador caractericen sus discursos y prácticas para convivir con base en el respeto a las diferencias culturales, donde la igualdad-equidad social no sea únicamente utopía, sino que se torne acontecimiento y donde la cultura no se reduzca a actos folklóricos; por el contrario, la vida intercultural es aprendizaje para compartir recursos, saberes y experiencias. En definitiva, si una película extrajera, de la hermana nación de México, nos ayuda a entender y hacer de Cueca una ciudad de convivencia cosmopolita, en estricto rigor, bienvenida sea para limpiar años de discriminación, abuso y violencia colonial y patriarcal en nuestros hogares, barrios, parques y, por qué no decirlo, en Cuenca entera.