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Discurso del Papa Francisco a las autoridades y cuerpo diplomático de Panamá

Redacción ACI Prensa

Luego de sostener una reunión con el Presidente de Panamá, el Papa Francisco se encontró con las autoridades civiles, el cuerpo diplomático y diversos representantes de la sociedad del país, ante quienes pronunció su primer discurso en la visita que realiza a este país centroamericano.

A continuación, el discurso completo del Santo Padre:

Señor Presidente,

Distinguidas autoridades,

Señoras y señores:

Le agradezco señor Presidente sus palabras de bienvenida y su amable invitación a visitar esta nación. En su persona quiero saludar y agradecer a todo el pueblo panameño que, desde Darién hasta Chiriquí y Bocas del Toro, han realizado un esfuerzo invalorable para acoger a tantos jóvenes provenientes de todas partes del mundo. Gracias por abrirnos las puertas de la casa.

Comienzo mi peregrinación en este histórico recinto donde Simón Bolívar, como lo acaba de recordar el señor presidente, afirmó que «si el mundo hubiese de elegir su capital, el istmo de Panamá sería señalado para este augusto destino», convocó a los líderes de su tiempo para forjar el sueño de la unificación de la Patria Grande. Convocatoria que nos ayuda a comprender que nuestros pueblos son capaces de crear, forjar y, sobre todo, soñar una patria grande que sepa y pueda albergar, respetar y abrazar la riqueza multicultural de cada pueblo y cultura. Siguiendo esta inspiración podemos contemplar a Panamá como tierra de convocatoria y como tierra de sueños.

  1. Panamá es tierra de convocatoria

Así lo transparentó el Congreso Anfictiónico, y así también lo transparenta hoy el desembarco de miles de jóvenes que traen consigo el deseo y las ganas de encontrarse y celebrar. Vuestro país, por su privilegiada ubicación, se vuelve un enclave estratégico no solo para la región sino para el mundo entero. Puente entre océanos y tierra natural de encuentros, Panamá, el país más angosto de todo el continente americano, es símbolo de la sustentabilidad que nace de la capacidad de crear vínculos y alianzas. Esta capacidad configura el corazón del pueblo panameño.

Cada uno de ustedes ocupa un lugar especial en la construcción de la nación y está llamado a velar para que esta tierra pueda cumplir su vocación de ser tierra de convocatorias y encuentros; esto implica la decisión, el compromiso y el trabajo cotidiano para que todos los habitantes de este suelo tengan la oportunidad de sentirse actores de su destino, del de sus familias y de la nación toda. Es imposible pensar el futuro de una sociedad sin la participación activa ―y no solo nominal― de cada uno de sus miembros, de tal modo que la dignidad se vea reconocida y garantizada en el acceso a la educación de calidad y en la promoción de trabajos dignos. Ambas realidades tienen la fuerza de ayudar a reconocer y valorar la genialidad y el dinamismo creador de este pueblo y a su vez, son el mejor antídoto ante cualquier tipo de tutelaje que pretenda recortar la libertad y someta o saltee la dignidad ciudadana, especialmente la de los más pobres.

La genialidad de estas tierras está marcada por la riqueza de sus pueblos originarios: bribri, buglé, emberá, kuna, nasoteribe, ngäbe y waunana, que tanto tienen que decir y recordar desde su cultura y visión del mundo: a ellos mi saludo y mi reconocimiento.

Y no deja de ser un signo esperanzador el hecho de que esta Jornada Mundial de la Juventud haya comenzado una semana atrás con la Jornada de los Jóvenes de los Pueblos Indígenas y la Jornada de los Jóvenes de descendencia africana. Los saludo desde aquí y les agradezco que hayan dado este primer paso de la Jornada Mundial de la Juventud.

Ser tierra de convocatorias supone celebrar, reconocer y escuchar lo específico de cada uno de estos pueblos y de todos los hombres y mujeres que conforman el rostro panameño y animarse a entretejer un futuro esperanzador, porque solo se es capaz de defender el bien común por encima de los intereses de unos pocos o para unos pocos cuando existe la firme decisión de compartir con justicia los propios bienes.

Las nuevas generaciones, desde su alegría y entusiasmo, desde su libertad, sensibilidad y capacidad crítica reclaman de los adultos, pero especialmente de todos aquellos que tienen una función de liderazgo en la vida pública, llevar una vida conforme a la dignidad y autoridad que revisten y que les ha sido confiada. Es una invitación a vivir con austeridad y transparencia, en la responsabilidad concreta por los demás y por el mundo; una invitación a llevar una vida que demuestre que el servicio público es sinónimo de honestidad y justicia, y antónimo de cualquier forma de corrupción. Ellos reclaman un compromiso, en el que todos ―comenzando por quienes nos llamamos cristianos― tengamos la osadía de construir «una política auténticamente humana» (Const. past. Gaudium et spes, 73) que ponga a la persona en el centro como corazón de todo; lo cual impulsa a crear una cultura de mayor transparencia entre los gobiernos, el sector privado y la población toda, como reza esa hermosa oración que tienen ustedes por la patria: «Danos el pan de cada día: que lo podamos comer en casa propia y en salud digna de seres humanos».

  1. Además de tierra de convocatoria, Panamá es tierra de sueños

En estos días Panamá no solo será recordada como centro regional o punto estratégico para el comercio o el tránsito de personas; se convertirá en un “hub” de la esperanza. Punto de encuentro donde jóvenes provenientes de los cinco continentes, cargados de sueños y esperanzas, celebrarán, se encontrarán, rezarán y reavivarán el deseo y su compromiso por crear un mundo más humano. Así desafiarán las miopes miradas cortoplacistas que, seducidas por la resignación, por la avidez, o presas del paradigma tecnocrático, creen que el único camino posible se transita en el «juego de la competitividad, [de la especulación] y de la ley del más fuerte donde el poderoso se come al más débil» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 53), cerrando el mañana a una nueva imaginación de la humanidad. Al hospedar los sueños de estos jóvenes, hoy Panamá se vuelve tierra de sueños que desafía tantas certezas de nuestro tiempo y genera horizontes vitales que señalan una nueva espesura al caminar con una nueva mirada respetuosa y llena de compasión por los otros. Durante este tiempo seremos testigos de la apertura de nuevos canales de comunicación y de entendimiento, de solidaridad, de creatividad y ayuda mutua; canales de medida humana que impulsen el compromiso y rompan el anonimato y el aislamiento en vistas a una nueva manera de construir la historia.

Otro mundo es posible, lo sabemos y los jóvenes nos invitan a involucrarnos en su construcción para que los sueños no queden en algo efímero o etéreo, para que impulsen un pacto social en el que todos puedan tener la oportunidad de soñar un mañana: el derecho al futuro también es un derecho humano.

En este horizonte parecieran tomar cuerpo las palabras de Ricardo Miró que, al cantarle al terruño de sus amores, decía: «Porque viéndote, Patria mía, se dijera /que te formó la voluntad divina/ para que bajo el sol que te ilumina /se uniera en ti la Humanidad entera» (Patria de mis amores).

Les renuevo mi agradecimiento por todo lo que han hecho, especialmente a usted señor presidente, para que este encuentro sea posible y expreso a usted, señor presidente, a todos los aquí presentes, y a quienes siguen por los medios de comunicación, mis mejores deseos de un renovada esperanza y alegría en el servicio al bien común.

Que Santa María la Antigua bendiga y proteja a Panamá.

El Papa advierte que internet se está convirtiendo en un escaparate del narcisismo

Redacción ACI Prensa

El Papa Francisco advierte que internet, y las redes sociales, en vez de convertirse en “una ventana abierta al mundo” se está convirtiendo “en un escaparate en el que exhibir el propio narcisismo”.

En contraposición a ese narcisismo, Francisco destacó que la Iglesia “es una red tejida por la comunión eucarística, en la que la unión no se funda sobre los ‘like’ sino sobre la verdad, sobre el ‘amén’ con el que cada uno se adhiere al Cuerpo de Cristo acogiendo a los demás”.

El Pontífice realiza esta aseveración en su Mensaje con motivo de la 53 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que se celebrará el domingo 2 de junio, difundido este jueves 24 de enero.

En el Mensaje, que lleva por título “‘Somos miembros unos de otros’. De las comunidades en las redes sociales a la comunidad humana”, el Santo Padre explica que “Internet representa una posibilidad extraordinaria de acceso al saber; pero también es cierto que se ha manifestado como uno de los lugares más expuestos a la desinformación y a la distorsión consciente y planificada de los hechos y de las relaciones interpersonales, que a menudo asumen la forma del descrédito”.

“Hay que reconocer que, por un lado, las redes sociales sirven para que estemos más en contacto, nos encontremos y ayudemos los unos a los otros; pero por otro, se prestan también a un uso manipulador de los datos personales con la finalidad de obtener ventajas políticas y económicas, sin el respeto debido a la persona y a sus derechos”, señala.

En este sentido, lamenta que “entre los más jóvenes, las estadísticas revelan que uno de cada cuatro chicos se ha visto envuelto en episodios de acoso cibernético”.

Así, “ante la complejidad de este escenario, puede ser útil volver a reflexionar sobre la metáfora de la red”.

“La metáfora de la red –subraya–, trasladada a la dimensión antropológica, nos recuerda otra figura llena de significados: la comunidad. Cuanto más cohesionada y solidaria es una comunidad, cuanto más está animada por sentimientos de confianza y persigue objetivos compartidos, mayor es su fuerza. La comunidad como red solidaria precisa de la escucha recíproca y del diálogo basado en el uso responsable del lenguaje”.

Advierte que “la identidad en las redes sociales se basa demasiadas veces en la contraposición frente al otro, frente al que no pertenece al grupo: este se define a partir de lo que divide en lugar de lo que une, dejando espacio a la sospecha y a la explosión de todo tipo de prejuicios (étnicos, sexuales, religiosos y otros)”.

“Esta tendencia alimenta grupos que excluyen la heterogeneidad, que favorecen, también en el ambiente digital, un individualismo desenfrenado, terminando a veces por fomentar espirales de odio”.

De esta manera, “la red constituye una ocasión para favorecer el encuentro con los demás, pero puede también potenciar nuestro autoaislamiento, como una telaraña que atrapa”.

Precisamente son los jóvenes “los más expuestos a la ilusión de pensar que las redes sociales satisfacen completamente en el plano relacional; se llega así al peligroso fenómeno de los jóvenes que se convierten en “ermitaños sociales”, con el consiguiente riesgo de apartarse completamente de la sociedad”.

Frente a esos peligros, el Papa Francisco finaliza su Mensaje explicando que “si se usa la red como prolongación o como espera de ese encuentro, entonces no se traiciona a sí misma y sigue siendo un recurso para la comunión”.

“Si una familia usa la red para estar más conectada y luego se encuentra en la mesa y se mira a los ojos, entonces es un recurso. Si una comunidad eclesial coordina sus actividades a través de la red, para luego celebrar la Eucaristía juntos, entonces es un recurso. Si la red me proporciona la ocasión para acercarme a historias y experiencias de belleza o de sufrimiento físicamente lejanas de mí, para rezar juntos y buscar juntos el bien en el redescubrimiento de lo que nos une, entonces es un recurso”, concluye.

Papa Francisco pide no ser “santos de estampita”, sino felices por la Navidad

POR MERCEDES DE LA TORRE

“No tengan miedo a la santidad. Les aseguro, es el camino de la alegría”, exclamó el Papa Francisco a los empleados vaticanos con motivo del saludo de Navidad, en el que reiteró su llamado a no ser “santos de estampita”, sino “santos normales” que piden perdón por sus pecados y van hacia adelante, “listos a dejarse contagiar por la presencia de Jesús”.

El Pontífice hizo este llamado durante el discurso a los empleados del Vaticano, reunidos este 21 de diciembre en el Aula Pablo VI.

El Santo Padre acudió a este tradicional encuentro previo a la Navidad en el que saludó a numerosas personas y confió que le gusta saludar a las familias. “El premio es para la bisabuela, 93 años, con la hija que es abuela, con los padres y con los dos niños. Es bella la familia así. La familia. Ustedes trabajan para la familia, para los hijos. Es una gracia. ¡Cuiden a las familias!”, exclamó.

Tras desearles feliz Navidad a todos, el Papa explicó que “la Navidad es por excelencia una fiesta alegre, pero frecuentemente nos damos cuenta que la gente, quizá también nosotros mismos, atendemos tantas cosas y, al final, no hay alegría, o hay es muy superficial”.

Al explicar el motivo, el Pontífice citó al escritor francés Léon Bloy: “No hay más que una tristeza… aquella de no ser santos”. Por lo que recordó que “la alegría, está vinculada al ser santos. También la alegría de la Navidad. Pero el de ser buenos, al menos tener las ganas de ser buenos”, dijo.

De este modo, el Papa invitó a mirar el pesebre y ver quién es feliz. “¿Quién es feliz en el pesebre? La Virgen y San José están llenos de alegría: miran al Niño Jesús y son felices porque, después de mil preocupaciones, han recibido este regalo de Dios, con tanta fe y amor. Son ‘desbordantes’ de santidad y entonces de alegría”, remarcó.

“Ustedes me dirán: ¡por supuesto! Son la Virgen y San José. Sí, pero no pensemos que para ellos haya sido fácil: santos no se nace, se convierte, y esto vale también para ellos. Además, llenos de alegría son los pastores. También los pastores son santos, cierto, porque han respondido al anuncio de los ángeles, han ido inmediatamente a la gruta y han reconocido el signo del Bebé en el pesebre. No era obvio”, aseguró.

Asimismo, el Papa destacó que en algunos pesebres hay a menudo un pastor, joven, “que mira hacia la gruta con aire soñador, encantado: aquel pastor expresa la alegría sorprendida de quien acoge el misterio de Jesús con ánimo de niño”, y subrayó que “este es un rasgo de la santidad: conservar la capacidad de sorprenderse, de maravillarse delante a los dones de Dios, a sus ‘sorpresas’, y el don más grande, la sorpresa nueva es Jesús. La gran sorpresa de Dios”.

Además, mencionó que en algunos pesebres hay personajes con diversos oficios. “Y todos son felices ¿Por qué? porque están como ‘contagiados’ de la alegría del evento al cual participan, es decir al nacimiento de Jesús. Así también su trabajo es santificado por la presencia de Jesús, por su venida en medio a nosotros”, mencionó.

En esta línea, el Santo Padre recordó también el trabajo. “Naturalmente trabajar tiene siempre una parte de cansancio, es normal. Pero si cada uno reflexiona un poco en la santidad de Jesús, basta poco, un pequeño rayo, una sonrisa, una atención, una cortesía, un pedir perdón, entonces, todo el ambiente de trabajo es más ‘respirable’ ¿no es verdad?”, preguntó.

En ese sentido, abordó el ambiente de trabajo en el Vaticano y pidió “por favor, no hablen mal de los otros… recen por ellos, no hablen mal, porque eso destruye, destruye la amistad, la espontaneidad”. Francisco agregó que “una buena medicina para no hablar mal, es morderse la lengua. Cuando te vengan las ganas, muérdete la lengua, así no hablarás mal”.

Santidad en el Vaticano

De este modo, el Papa reconoció que también en los ambientes de trabajo existe “la santidad de la puerta de al lado” y aseguró que “también aquí en el Vaticano, cierto, yo puedo testimoniarlo, yo conozco a algunos de ustedes que son un ejemplo de vida, trabajan para la familia, y siempre con una sonrisa, con laboriosidad, sana, bella. ¡Es posible la santidad, es posible!”, insistió.

El Santo Padre recordó que es su sexta Navidad en el Vaticano y que ha conocido “diversos santos y santas que trabajan aquí”. “Santos y santas que viven la vida cristiana bien. Y si hacen algo feo, piden perdón, pero van hacia adelante. Se puede vivir así, es una gracia, es muy bello. Normalmente son personas que no aparecen, simples, modestas, pero que hacen tanto bien en el trabajo y en las relaciones con los otros. Y son personas alegres; no porque ríen siempre, no, sino porque tienen dentro una gran serenidad y saben transmitirla a los otros. ¿Y de dónde viene esta serenidad? Siempre de Él, de Jesús, el Emmanuel, Dios-con-nosotros. Es Él la fuente de nuestra alegría, sea personal, sea en familia, sea en el trabajo”, explicó.

Al finalizar, el Papa les deseó “ser santos para ser felices”. “Pero no santos de estampita. Santos normales. Santos y santas de carne y hueso, con nuestro carácter, con nuestros defectos, también con nuestros pecados, pedimos perdón y vamos hacia adelante, listos a dejarse contagiar por la presencia de Jesús en medio a nosotros, listos para acudir a Él como los pastores, que vieron este evento, este Signo increíble que Dios nos ha dado. ¿Iremos a verlo? ¿O estaremos atendiendo otras cosas?”, concluyó.

ACI Prensa

 

Homilía del Papa Francisco en el Domingo de Ramos

El Papa Francisco presidió en la Plaza de San Pedro la solemne celebración del Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor. Miles de fieles participaron en ella dando así inicio a la Semana Santa. El Papa, en l homilía, recordó que “Cristo murió gritando su amor por cada uno de nosotros; por jóvenes y mayores, santos y pecadores, amor a los de su tiempo y a los de nuestro tiempo”.

A continuación, el texto completo de la homilía:

Jesús entra en Jerusalén. La liturgia nos invitó a hacernos partícipes y tomar parte de la alegría y fiesta del pueblo que es capaz de gritar y alabar a su Señor; alegría que se empaña y deja un sabor amargo y doloroso al terminar de escuchar el relato de la Pasión. Pareciera que en esta celebración se entrecruzan historias de alegría y sufrimiento, de errores y aciertos que forman parte de nuestro vivir cotidiano como discípulos, ya que logra desnudar los sentimientos contradictorios que también hoy, hombres y mujeres de este tiempo, solemos tener: capaces de amar mucho… y también de odiar -y mucho-; capaces de entregas valerosas y también de saber «lavarnos las manos» en el momento oportuno; capaces de fidelidades pero también de grandes abandonos y traiciones.

Y se ve claro en todo el relato evangélico que la alegría que Jesús despierta es motivo de enojo e irritación en manos de algunos.

Jesús entra en la ciudad rodeado de su pueblo, rodeado por cantos y gritos de algarabía. Podemos imaginar que es la voz del hijo perdonado, del leproso sanado o el balar de la oveja perdida que resuena con fuerza en ese ingreso. Es el canto del publicano y del impuro; es el grito del que vivía en los márgenes de la ciudad. Es el grito de hombres y mujeres que lo han seguido porque experimentaron su compasión ante su dolor y su miseria… Es el canto y la alegría espontánea de tantos postergados que tocados por Jesús pueden gritar: «Bendito el que llega en nombre del Señor». ¿Cómo no alabar a Aquel que les había devuelto la dignidad y la esperanza? Es la alegría de tantos pecadores perdonados que volvieron a confiar y a esperar.

Esta alegría y alabanza resulta incómoda y se transforma en sinrazón escandalosa para aquellos que se consideran a sí mismos justos y «fieles» a la ley y a los preceptos rituales. Alegría insoportable para quienes han bloqueado la sensibilidad ante el dolor, el sufrimiento y la miseria. Alegría intolerable para quienes perdieron la memoria y se olvidaron de tantas oportunidades recibidas. ¡Qué difícil es comprender la alegría y la fiesta de la misericordia de Dios para quien quiere justificarse a sí mismo y acomodarse! ¡Qué difícil es poder compartir esta alegría para quienes solo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros!

Así nace el grito del que no le tiembla la voz para gritar: «¡Crucifícalo!». No es un grito espontáneo, sino el grito armado, producido, que se forma con el desprestigio, la calumnia, cuando se levanta falso testimonio. Es la voz de quien manipula la realidad y crea un relato a su conveniencia y no tiene problema en «manchar» a otros para acomodarse. El grito del que no tiene problema en buscar los medios para hacerse más fuerte y silenciar las voces disonantes. Es el grito que nace de «trucar» la realidad y pintarla de manera tal que termina desfigurando el rostro de Jesús y lo convierte en un «malhechor». Es la voz del que quiere defender la propia posición desacreditando especialmente a quien no puede defenderse. Es el grito fabricado por la «tramoya» de la autosuficiencia, el orgullo y la soberbia que afirma sin problemas: «Crucifícalo, crucifícalo».

Y así se termina silenciando la fiesta del pueblo, derribando la esperanza, matando los sueños, suprimiendo la alegría; así se termina blindando el corazón, enfriando la caridad. Es el grito del «sálvate a ti mismo» que quiere adormecer la solidaridad, apagar los ideales, insensibilizar la mirada… el grito que quiere borrar la compasión.

Frente a todos estos titulares, el mejor antídoto es mirar la cruz de Cristo y dejarnos interpelar por su último grito. Cristo murió gritando su amor por cada uno de nosotros; por jóvenes y mayores, santos y pecadores, amor a los de su tiempo y a los de nuestro tiempo. En su cruz hemos sido salvados para que nadie apague la alegría del evangelio; para que nadie, en la situación que se encuentre, quede lejos de la mirada misericordiosa del Padre. Mirar la cruz es dejarse interpelar en nuestras prioridades, opciones y acciones. Es dejar cuestionar nuestra sensibilidad ante el que está pasando o viviendo un momento de dificultad. ¿Qué mira nuestro corazón? ¿Jesucristo sigue siendo motivo de alegría y alabanza en nuestro corazón o nos avergüenzan sus prioridades hacia los pecadores, los últimos y olvidados?

Queridos jóvenes, la alegría que Jesús despierta en ustedes es motivo de enojo e irritación en manos de algunos, ya que un joven alegre es difícil de manipular.

Pero existe en este día la posibilidad de un tercer grito: «Algunos fariseos de entre la gente le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos» y él responde: «Yo les digo que, si éstos callan, gritarán las piedras» (Lc 19,39-40).

Hacer callar a los jóvenes es una tentación que siempre ha existido. Los mismos fariseos increpan a Jesús y le piden que los calme y silencie.

Hay muchas formas de silenciar y de volver invisibles a los jóvenes. Muchas formas de anestesiarlos y adormecerlos para que no hagan «ruido», para que no se pregunten y cuestionen. Hay muchas formas de tranquilizarlos para que no se involucren y sus sueños pierdan vuelo y se vuelvan ensoñaciones rastreras, pequeñas, tristes.

En este Domingo de ramos, festejando la Jornada Mundial de la Juventud, nos hace bien escuchar la respuesta de Jesús a los fariseos de ayer y de todos los tiempos: «Si ellos callan, gritarán las piedras» (Lc 19,40).

Queridos jóvenes: Está en ustedes la decisión de gritar, está en ustedes decidirse por el Hosanna del domingo para no caer en el «crucifícalo» del viernes… Y está en ustedes no quedarse callados. Si los demás callan, si nosotros los mayores y los dirigentes callamos, si el mundo calla y pierde alegría, les pregunto: ¿Ustedes gritarán?

Por favor, decídanse antes de que griten las piedras.

Redacción ACI Prensa

“La corrupción es peor que el pecado”

(ACI).- En la rueda de prensa que concedió durante el vuelo que le trasladaba de vuelta a Roma tras finalizar su viaje apostólico a Chile y Perú, el Papa Francisco tuvo palabras muy duras contra la corrupción, la cual afecta a muchos países, incluidos aquellos de América Latina.

“La corrupción es como esos pantanos ‘chupadizos’ que vos pisás y querés salir, y das un paso y te vas más adentro”, señaló. La corrupción “es una ciénaga. Es la destrucción de la persona humana”.

El Santo Padre hizo esta dura valoración en la respuesta a un periodista que le acompañaba en el vuelo papal. Recordó que la corrupción afecta a todo el mundo por igual, y se refirió en concreto a Europa y a América.
“Sí, en Latinoamérica hay muchos focos de corrupción. Ahora está de moda hablar de Odebretch, por ejemplo, pero eso es un botón de muestra”, señaló.

Afirmó que el origen de la corrupción se encuentra en el pecado original. En este sentido, señaló la diferencia entre el pecador y el corrupto: “Pecador, sí. Corrupto, no”, indicó.

Porque “todos somos pecadores”, y la actitud del pecador debe ser: “‘Bueno, esto está mal. Acá me porté mal con un amigo, o robé, o hice esto, o me drogué’, y entonces me freno y trato de no hacerlo. Está el perdón de Dios sobre todo eso”.

Por el contrario, la arrogancia del corrupto le impide ver su pecado y pedir perdón: “Yo al pecado no le tengo miedo –aseguró–, le tengo miedo a la corrupción, porque la corrupción te va viciando el alma y el cuerpo, y un corrupto está tan seguro de sí mismo que no puede volver atrás”.

El Papa se refirió tanto a la corrupción política como a la corrupción en el ámbito privado, y en concreto en el ámbito empresarial.

“El empresario que le paga la mitad a sus obreros es un corrupto. Y un ama de casa que está acostumbrada y cree que es lo más normal explotar a las mucamas, sea con el sueldo o sea con el modo de tratar, es una corrupta, porque ya lo toma como normal”.

Francisco hizo referencia a “una conversación que tuve con una persona, un profesional, sobre cómo llevaba la cosa, joven, tendría 30 años, y él me decía que trataba al personal doméstico de una manera nada noble. Me decía las cosas que hacía con las personas y yo le dije: ‘pero usted no puede hacer eso, eso es pecado’.
‘Padre’, me dice, ‘no vamos a comparar a esa gente conmigo, esa gente está para eso’. Y es lo que piensa el tratante sexual, el tratante de trabajo esclavo…, los corruptos”.

Finalmente, el Pontífice lamentó que en la Iglesia también se dé la corrupción: “¿Y en la Iglesia hay corrupción? ¡Sí! Hay casos de corrupción en la Iglesia, en la historia de la Iglesia siempre los hubo. Siempre los hubo porque hombres y mujeres de Iglesia entraron en el juego de la corrupción”.

ACI PRENSA

Papa Francisco: El “sí” de María nos invita a ser humildes y pequeños ante Dios

El Papa Francisco reflexionó sobre el Evangelio de la Anunciación antes del rezo del Ángelus y ante miles de personas congregadas en la Plaza de San Pedro.

“Es una gran revelación que abre perspectivas inauditas”, aseguró Francisco. “El niño que nacerá de esta humilde joven de Nazaret será llamado Hijo del Altísimo: no es posible concebir una dignidad más alta que esta”, afirmó.

El Papa destacó que la respuesta de María “es una frase breve, que no habla de gloria o de privilegio, sino solo de disponibilidad y de servicio”. “María no se exalta frente a la perspectiva de convertirse en la madre del Mesías, sino que permanece modesta y expresa la propia adhesión al proyecto del Señor”.

En su opinión, “este contraste es significativo” porque “nos hace entender que María es verdaderamente humilde y no busca mostrarse. Reconoce ser pequeña ante Dios y está contenta de ser así”.

Pero también “es consciente de que su respuesta depende de la realización del proyecto de Dios, y que entonces ella está llamada a adherirse en toda sí misma”.

“María se presenta con una actitud que corresponde perfectamente a aquel Hijo de Dios cuando viene al mundo: Él quiere ser el Siervo del Señor, ponerse al servicio de la humanidad para cumplir el plan del Padre”.

Además, “María se revela colaboradora perfecta del proyecto de Dios” y con su respuesta “humilde y generosa ha obtenido una gloria altísima”.

Francisco invitó a todos a “acoger el proyecto de Dios en nuestra vida, con sincera humildad y valiente generosidad”.

Recomendación para el día de Nochebuena

El Papa Francisco invitó este 24 de diciembre a prepararse para el Nacimiento de Jesús, y después del Ángelus dominical, pidió a los fieles rezar delante del pesebre y adorar a Dios.

“En estas horas que nos separan de la Navidad, encontrad algún momento para pararos en silencio y en oración ante el pesebre, para adorar en el corazón el misterio de la verdadera Navidad, el de Jesús, que se acerca a nosotros con amor, humildad y ternura”, dijo Francisco.

Antes de rezar el Ángelus ante 17 mil fieles en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre reflexionó sobre el Evangelio de la Anunciación y explicó que “María se presenta con una actitud que corresponde perfectamente a aquel Hijo de Dios cuando viene al mundo: Él quiere ser el Siervo del Señor, ponerse al servicio de la humanidad para cumplir el plan del Padre”.

El Papa Francisco denuncia las «cadenas de corrupción y violencias» en América Latina

Por Álvaro de Juana

En el prólogo de un libro que analiza el proceso de independencia de América Latina dos siglos después, el Papa Francisco denunció las «cadenas de corrupción y violencias» que han afectado la historia de los países de la región.

El Santo Padre escribió el prólogo de la nueva edición del libro “Memoria, Coraje y Esperanza. A la luz del Bicentenario de la Independencia de América Latina”, del profesor uruguayo Guzmán Carriquiry, Vicepresidente de la Comisión Pontificia para América Latina.

“Una onda larga de depresión provocada por la crisis económica mundial, combinada por cadenas de corrupción y violencias, marcaron una transición hasta nuestra actualidad, en la que América Latina parece quedar en la zozobra y en la incertidumbre, con estructuras políticas resquebrajadas, incrementándose nuevamente la pobreza y ahondándose los abismos de la exclusión social para muchos”, dice el Santo Padre.

“Nos duele la Patria que no acoge y custodia, de hecho, a todos sus hijos. Anhelamos, sí, la Patria Grande, pero sólo será grande cuando lo sea para todos, y con mayor justicia y equidad”, agrega.

Francisco se pregunta “¿qué es lo que está pasando en América Latina?”, “¿en qué queda el apelativo de continente de la esperanza?, ¿volvemos a confiar en ideologías que han demostrado fracasos económicos y devastaciones humanas?”.

“Necesitamos cultivar y debatir –responde él mismo– proyectos históricos que apunten con realismo hacia una esperanza de vida más digna para las personas, familias y pueblos latinoamericanos”.

A este respecto, “urge poder definir y emprender grandes objetivos nacionales y latinoamericanos, con consensos fuertes y movilizaciones populares, más allá de ambiciones e intereses mundanos y lejos de maniqueísmos y exasperaciones, de aventuras peligrosas y explosiones incontrolables. Más que acomodarnos en la indiferencia y la chatura, se nos desafía a levantar utopías de auténtica libertad y liberación integral, sostenidas por una renovada gesta patriótica’”.

El Papa también escribe que en sus viajes apostólicos a países latinoamericanos, “he podido admirar nuevamente las energías de fe y sabiduría, dignidad y solidaridad, alegría y esperanza que laten en el corazón de nuestra gente y animan su ethos cultural”.

ACI Prensa

El Papa Francisco llega a Cartagena, la última etapa de su visita a Colombia

CARTAGENA, 10 Sep. 17 / 10:00 am (ACI).- El Papa Francisco se despidió del personal de la residencia de la Nunciatura Apostólica para luego trasladarse al aeropuerto CATAM y desde allí volar a Cartagena, la cuarta y última ciudad de su estadía en Colombia.

El Pontífice, cuyo avión aterrizó a las 9:51 a.m. fue recibido en medio de cantos y vítores que expresan la alegría de los cientos de fieles presentes en el aeropuerto que coreaban el clásico lema “¡Esta es la juventud del Papa!”, que los jóvenes españoles crearon en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) Madrid 2011.

A su llegada en el aeropuerto internacional Rafael Núñez, el Santo Padre es acogido por el Arzobispo de Cartagena, Mons. Jorge Enrique Jiménez Carvajal; el gobernador de Bolívar, Dumek Turbay; el alcalde de Cartagena, Sergio Londoño Zurek; entre otras autoridades.

Acompañado del Arzobispo, el Pontífice saludó a diversas personas y recibió varios presentes. Un grupo de niños le obsequió un clásico sombrero “voltiao”.

Luego el Papa Francisco observó la coreografía de una cumbia, un baile típico que interpretaron un grupo de jóvenes.

Luego del recibimiento en el aeropuerto de Cartagena el Santo Padre se dirige hacia la Plaza San Francisco donde bendecirá la primera piedra de las casas para los habitantes de calle de la obra Talitha Qum, dedicada a la recuperación de niñas y jóvenes para sacarlas de la pobreza, la marginación; así como para prevenir el abuso infantil y la prostitución.

El Sumo Pontífice recorrerá a pie el lugar y entrará a la casa de una lugareña, la señora Lorenza, mientras el séquito papal asistirá a una presentación de la Obra Talitha Qum, luego irá a la Iglesia de San Pedro Claver y pronunciará el Ángelus.
Luego visitará el Santuario San Pedro Claver y hará una oración silenciosa delante de las reliquias del Santo.

El Pontífice luego bendecirá la imagen de la Virgen de la Bahía, que fue alcanzada por un rayo el 9 de agosto del 2015 en medio de una tormenta.

El Santo Padre presidirá una Misa después con el lema “Dignidad de la persona y derechos humanos”. En la ocasión serán expuestas las reliquias de San Pedro Claver y Santa María Bernarda Bütler. Tras la Misa el Papa volverá a Roma.

SUFRE GOLPE EN EL ROSTRO POR ACCIDENTE

CARTAGENA, 10 Sep. 17 / 11:02 am (ACI).- En sus desplazamientos en Cartagena este domingo 10 de septiembre, el Papa Francisco sufrió un leve accidente en Cartagena que le dejó un hematoma en el rostro.

Mientras se dirigía a bendecir la primera piedra de las casas para los sin techo de la obra Thalita Qum, el Santo Padre sufrió un golpe en el papamóvil. El hematoma que tiene en el rostro es el resultado de este accidente. Ninguna persona lo ha golpeado como indican algunas versiones.

Al percatarse de lo ocurrido, su guardia de seguridad persona, el italiano Domenico Giani lo auxilió, mientras el desplazamiento por las calles de Cartagena proseguía normalmente.

Luego de la bendición de la primera piedra, el Pontífice se dirigió a la casa de la señora Lorenza Pérez, una mujer de 77 años, que le da comida a 85 personas de bajos recursos diariamente.

Tras su encuentro, el Papa apareció ante las cámaras con un parche y prosiguió sus actividades.

Homilía del Papa Francisco en la Misa realizada en Medellín este sábado 9 de septiembre

MEDELLÍN, 09 Sep. 17 / 11:35 am (ACI).- En su primer evento en Medellín, una ciudad conocida por su profunda fe católica, el Papa Francisco preside una Misa en cuya homilía propone tres actitudes fundamentales para el discipulado cristiano.

A continuación, la homilía completa del Santo Padre en el aeropuerto Enrique Olaya Herrera, pronunciada ante una multitud de más de un millón de personas:

“La vida cristiana como discipulado”

Queridos hermanos y hermanas:

En la misa del jueves en Bogotá escuchábamos el llamado de Jesús a sus primeros discípulos; esta parte del Evangelio de Lucas que comenzó con aquella narración, culmina con el llamado a los Doce.

¿Qué recuerdan los evangelistas entre ambos acontecimientos? Que este camino de seguimiento supuso en los primeros seguidores de Jesús mucho esfuerzo de purificación. Algunos preceptos, prohibiciones y mandatos los hacían sentir seguros; cumplir con determinadas prácticas y ritos los dispensaba de una inquietud, la inquietud de preguntarse: ¿Qué es lo que le agrada a nuestro Dios? Jesús, el Señor, les señala que cumplir es caminar detrás de Él, y que ese caminar lo ponía frente a leprosos, paralíticos, pecadores.

Esas realidades demandaban mucho más que una receta o una norma establecida. Aprendieron que ir detrás de Jesús supone otras prioridades, otras consideraciones para servir a Dios. Para el Señor, también para la primera comunidad, es de suma importancia que quienes nos decimos discípulos no nos aferremos a cierto estilo, a ciertas prácticas que nos acercan más al modo de ser de algunos fariseos de entonces que al de Jesús.

La libertad de Jesús se contrapone con la falta de libertad de los doctores de la ley de aquella época, que estaban paralizados por una interpretación y práctica rigorista de la ley. Jesús no se queda en un cumplimento aparentemente «correcto», Él lleva la ley a su plenitud y por eso quiere ponernos en esa dirección, en ese estilo de seguimiento que supone ir a lo esencial, renovarse e involucrarse.

Son tres actitudes que tenemos que plasmar en nuestra vida de discípulos. Lo primero, ir a lo esencial. No quiere decir «romper con todo» romper con aquello que no se acomoda a nosotros, porque tampoco Jesús vino «a abolir la ley, sino a llevarla a su plenitud» (Mt 5,17); ir a lo esencial es más bien ir a lo profundo, a lo que cuenta y tiene valor para la vida. Jesús enseña que la relación con Dios no puede ser un apego frío a normas y leyes, ni tampoco un cumplimiento de ciertos actos externos que no llevan a un cambio real de vida.

Tampoco nuestro discipulado puede ser motivado simplemente por una costumbre, porque contamos con un certificado de bautismo, sino que debe partir de una viva experiencia de Dios y de su amor.

El discipulado no es algo estático, sino un continuo camino hacia Cristo; no es simplemente el apego a la explicitación de una doctrina, sino la experiencia de la presencia amigable, viva y operante del Señor, un permanente aprendizaje por medio de la escucha de su Palabra.

Y esa palabra, lo hemos escuchado, se nos impone en las necesidades concretas de nuestros hermanos: será el hambre de los más cercanos en el texto proclamado, o la enfermedad en lo que narra Lucas a continuación.

La segunda palabra, renovarse. Como Jesús «zarandeaba» a los doctores de la ley para que salieran de su rigidez, ahora también la Iglesia es «zarandeada» por el Espíritu para que deje sus comodidades y sus apegos. La renovación no nos debe dar miedo. La Iglesia siempre está en renovación —Ecclesia semper reformanda—.

No se renueva a su antojo, sino que lo hace «firme y bien fundada en la fe, sin apartarse de la esperanza transmitida por la Buena Noticia» (Col 1,23). La renovación supone sacrificio y valentía, no para considerarse mejores o más pulcros, sino para responder mejor al llamado del Señor.

El Señor del sábado, la razón de ser de todos nuestros mandatos y prescripciones, nos invita a ponderar lo normativo cuando está en juego el seguimiento; cuando sus llagas abiertas, su clamor de hambre y sed de justicia nos interpelan y nos imponen respuestas nuevas. Y en Colombia hay tantas situaciones que reclaman de los discípulos el estilo de vida de Jesús, particularmente el amor convertido en hechos de no violencia, de reconciliación y de paz.

La tercera palabra, involucrarse, aunque para algunos eso parezca ensuciarse o mancharse. Como David o los suyos que entraron en el Templo porque tenían hambre y los discípulos de Jesús entraron en el sembrado y comieron las espigas, también hoy a nosotros se nos pide crecer en arrojo, en un coraje evangélico que brota de saber que son muchos los que tienen hambre, hambre de Dios.

¡Cuánta gente tiene hambre de Dios!, hambre de dignidad, porque han sido despojados! Y me pregunto si el hambre de Dios de tanta gente quizás no venga porque con nuestras actitudes se la hemos despojado.

Y, como cristianos, ayudar a que se sacien de Dios; no impedirles o prohibirles ese encuentro. Hermanos, la Iglesia no es una aduana, quiere las puertas abiertas porque el corazón de su Dios no está no solo abierto, sino traspasado por el amor que se hizo dolor.

No podemos ser cristianos que alcen continuamente el estandarte de «prohibido el paso», ni considerar que esta parcela es mía, adueñándome de algo que no es absolutamente mío. La Iglesia no es nuestra, hermanos, es de Dios; Él es el dueño del templo y del sembrado; todos tienen cabida, todos son invitados a encontrar aquí y entre nosotros su alimento. Todos, y el que preparó las bodas para su hijo manda a buscar a todos, sanos y fuertes buenos y malos, todos.

Nosotros somos simples «servidores» (cf. Col 1,23) y no podemos ser quienes impidamos ese encuentro con Jesús. Al contrario, Jesús nos pide, como lo hizo con sus discípulos: «Denles ustedes de comer» (Mt 14,16); este es nuestro servicio. Comer el pan de Dios, comer el amor de Dios, comer el pan que nos lleva a sobrevivir también.

Bien entendió Pedro Claver, a quien hoy celebramos en la liturgia y que mañana veneraré en Cartagena. «Esclavo de los negros para siempre» fue su lema de vida, porque comprendió, como discípulo de Jesús, que no podía permanecer indiferente ante el sufrimiento de los más desamparados y ultrajados de su época y que tenía que hacer algo para aliviarlo.

Hermanos y hermanas, la Iglesia en Colombia está llamada a empeñarse con mayor audacia en la formación de discípulos misioneros, así como lo señalamos los obispos reunidos en Aparecida en el año 2007.

Discípulos que sepan ver, juzgar y actuar, como lo proponía aquel documento latinoamericano que nació aquí en estas tierras (cf. Medellín, 1968). Discípulos misioneros que saben ver, sin miopías heredadas; que examinan la realidad desde los ojos y el corazón de Jesús, y desde ahí juzgan.

Y que arriesgan, que actúan, que se comprometen. He venido hasta aquí justamente para confirmarlos en la fe y en la esperanza del Evangelio: manténganse firmes y libres en Cristo, porque toda firmeza en Cristo nos da libertad, de modo que lo reflejen en todo lo que hagan; asuman con todas sus fuerzas el seguimiento de Jesús, conózcanlo, déjense convocar e instruir por Él, búsquenlo en la oración y déjense buscar por Él en la oración, anúncienlo con la mayor alegría posible.

Pidamos a través de la intercesión de nuestra Madre, Nuestra Señora de la Candelaria, que nos acompañe en nuestro camino de discípulos, para que poniendo nuestra vida en Cristo, seamos siempre misioneros que llevemos la luz y la alegría del Evangelio a todas las gentes.

Discurso del Papa Francisco en Encuentro de Oración por la reconciliación nacional

VILLAVICENCIO, 08 Sep. 17 / 04:34 pm (ACI).- En el Gran Encuentro de Oración por la Reconciliación nacional en el Parque Las Malocas en Villavicencio, Colombia, el Papa Francisco pronunció un intenso discurso en el que recordó que ni el odio ni la muerte tienen la última palabra; y en donde alentó a todo el país a que abra el corazón para reconciliarse. «Es la hora para desactivar los odios y renunciar a las venganzas y abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno», destacó.

Quisiera, como hermano y como padre, decir: Colombia, abre tu corazón de pueblo de Dios y déjate reconciliar. No le temas a la verdad ni a la justicia. Queridos colombianos: No tengan miedo a pedir y a ofrecer el perdón. No se resistan a la reconciliación para acercarse, reencontrarse como hermanos y superar las enemistades. Es hora de sanar heridas, de tender puentes, de limar diferencias, enfatizó el Pontífice.

A continuación, el discurso completo del Santo Padre:

Queridos hermanos y hermanas:

Desde el primer día he deseado que llegara este momento de nuestro encuentro. Ustedes llevan en su corazón y en su carne las huellas de la historia viva y reciente de su pueblo, marcada por eventos trágicos pero también llena de gestos heroicos, de gran humanidad y de alto valor espiritual de fe y esperanza. Los hemos escuchado.

Vengo aquí con respeto y con una conciencia clara de estar, como Moisés, pisando un terreno sagrado (cf. Ex 3,5). Una tierra regada con la sangre de miles de víctimas inocentes y el dolor desgarrador de sus familiares y conocidos.

Heridas que cuesta cicatrizar y que nos duelen a todos, porque cada violencia cometida contra un ser humano es una herida en la carne de la humanidad; cada muerte violenta nos disminuye como personas.

Y estoy aquí no tanto para hablar yo sino para estar cerca de ustedes y mirarlos a los ojos, para escucharlos y abrir mi corazón a vuestro testimonio de vida y de fe. Y si me lo permiten, desearía también abrazarlos y si Dios me da la gracia, porque es una gracia, desearìa llorar con ustedes, quisiera que recemos juntos y que nos perdonemos? yo también tengo que pedir perdón? y que así, todos juntos, podamos mirar y caminar hacia delante con fe y esperanza.

Nos reunimos a los pies del Crucificado de Bojayá, que el 2 de mayo de 2002 presenció y sufrió la masacre de decenas de personas refugiadas en su iglesia. Esta imagen tiene un fuerte valor simbólico y espiritual. Al mirarla contemplamos no sólo lo que ocurrió aquel día, sino también tanto dolor, tanta muerte, tantas vidas rotas, tanta sangre derramada en la Colombia de los últimos decenios.

Ver a Cristo así, mutilado y herido, nos interpela. Ya no tiene brazos y su cuerpo ya no está, pero conserva su rostro y con él nos mira y nos ama. Cristo roto y amputado, para nosotros es «más Cristo» aún, porque nos muestra una vez más que Él vino para sufrir por su pueblo y con su pueblo; y para enseñarnos también que el odio no tiene la última palabra, que el amor es más fuerte que la muerte y la violencia.

Nos enseña a transformar el dolor en fuente de vida y resurrección, para que junto a Él y con Él aprendamos la fuerza del perdón, la grandeza del amor.

Gracias a ustedes cuatro, hermanos nuestros que quisieron compartir su testimonio, en nombre de tantos y tantos otros. ¡Cuánto bien – parece egoísta, pero – tanto bien nos hace escuchar sus historias! Estoy conmovido. Son historias de sufrimiento y amargura, pero también y, sobre todo, son historias de amor y perdón que nos hablan de vida y esperanza; de no dejar que el odio, la venganza o el dolor se apoderen de nuestro corazón.

El oráculo final del Salmo 85: «El amor y la verdad se encontrarán, la justicia y la paz se abrazarán» (v.11), es posterior a la acción de gracias y a la súplica donde se le pide a Dios: ¡Restáuranos! Gracias Señor por el testimonio de los que han infligido dolor y piden perdón; los que han sufrido injustamente y perdonan. Eso sólo es posible con tu ayuda, con tu presencia. Eso ya es un signo enorme de que quieres restaurar la paz y la concordia en esta tierra colombiana.

Pastora Mira, tú lo has dicho muy bien: Quieres poner todo tu dolor, y el de miles de víctimas, a los pies de Jesús Crucificado, para que se una al de él y así sea transformado en bendición y capacidad de perdón para romper el ciclo de violencia que ha imperado en Colombia. Y tienes razón: la violencia engendra violencia, el odio engendra más odio, y la muerte más muerte.

Tenemos que romper esa cadena que se presenta como ineludible, y eso sólo es posible con el perdón y la reconciliación concreta. Y tú, querida Pastora, y tantos otros como tú, nos han demostrado que esto es posible. Con la ayuda de Cristo vivo en medio de la comunidad es posible vencer el odio, es posible vencer la muerte, es posible comenzar de nuevo y alumbrar una Colombia nueva. Gracias, Pastora, qué gran bien nos haces hoy a todos con el testimonio de tu vida.

Es el crucificado de Bojayá quien te ha dado esa fuerza para perdonar y para amar, y para ayudarte a ver en la camisa que tu hija Sandra Paola regaló a tu hijo Jorge Aníbal, no sólo el recuerdo de sus muertes, sino la esperanza de que la paz triunfe definitivamente en Colombia. Gracias.

Nos conmueve también lo que ha dicho Luz Dary en su testimonio: que las heridas del corazón son más profundas y difíciles de curar que las del cuerpo. Así es. Y lo que es más importante, te has dado cuenta de que no se puede vivir del rencor, de que solo el amor libera y construye.

Y de esta manera comenzaste a sanar también las heridas de otras víctimas, a reconstruir su dignidad. Este salir de ti misma te ha enriquecido, te ha ayudado a mirar hacia delante, a encontrar paz y serenidad y además un motivo para seguir caminando.
Te agradezco la muleta que me ofreces. Aunque aún te quedan secuelas físicas de tus heridas, tu andar espiritual es rápido y firme, ese andar espiritual no necesita violencia. Gracias. Y es rápido y firme porque piensas en los demás y quieres ayudarles. Esta muleta tuya es un símbolo de esa otra muleta más importante, y que todos necesitamos, que es el amor y el perdón. Con tu amor y tu perdón estás ayudando a tantas personas a caminar en la vida y a caminar rápidamente como tu… Gracias.

Quiero, deseo agradecer también el testimonio elocuente de Deisy y Juan Carlos. Nos hicieron comprender que todos, al final, de un modo u otro, también somos víctimas, inocentes o culpables, pero todos víctimas, los de un lado y los de otro, todos víctimas. Todos unidos en esa pérdida de humanidad que supone la violencia y la muerte.

Deisy lo ha dicho claro: comprendiste que tú misma habías sido una víctima y tenías necesidad de que se te concediera una oportunidad. Cuando dijiste esa palabra me resonó en el corazón. Y comenzaste a estudiar, y ahora trabajas para ayudar a las víctimas y para que los jóvenes no caigan en las redes de la violencia y de la droga, que es otra forma de violencia …

También hay esperanza para quien hizo el mal; no todo está perdido. Jesús vino para eso, hay esperanza para el que hizo el mal. Es cierto que en esa regeneración moral y espiritual del victimario la justicia tiene que cumplirse. Como ha dicho Deisy, se debe contribuir positivamente a sanar esa sociedad que ha sido lacerada por la violencia.

Resulta difícil aceptar el cambio de quienes apelaron a la violencia cruel para promover sus fines, para proteger negocios ilícitos y enriquecerse o para, engañosamente, creer estar defendiendo la vida de sus hermanos.

Ciertamente es un reto para cada uno de nosotros confiar en que se pueda dar un paso adelante por parte de aquellos que infligieron sufrimiento a comunidades y a un país entero. Es cierto que en este enorme campo que es Colombia todavía hay espacio para la cizaña. No nos engañemos.

Ustedes estén atentos a los frutos, cuiden el trigo y no pierdan la paz por la cizaña.

El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 24). Aun cuando perduren conflictos, violencia o sentimientos de venganza, no impidamos que la justicia y la misericordia se encuentren en un abrazo que asuma la historia de dolor de Colombia. Sanemos aquel dolor y acojamos a todo ser humano que cometió delitos, los reconoce, se arrepiente y se compromete a reparar, contribuyendo a la construcción del orden nuevo donde brille la justicia y la paz.

Como ha dejado entrever en su testimonio Juan Carlos, en todo este proceso, largo, difícil, pero esperanzador de la reconciliación, resulta indispensable también asumir la verdad. Es un desafío grande pero necesario.

La verdad es una compañera inseparable de la justicia y de la misericordia. Las tres juntas son esenciales para construir la paz y, por otra parte, cada una de ellas impide que las otras sean alteradas y se transformen en instrumentos de venganza sobre quien es más débil. La verdad no debe, de hecho, conducir a la venganza, sino más bien a la reconciliación y al perdón. Verdad es contar a las familias desgarradas por el dolor lo que ha ocurrido con sus parientes desaparecidos. Verdad es confesar qué pasó con los menores de edad reclutados por los actores violentos. Verdad es reconocer el dolor de las mujeres víctimas de violencia y de abusos.

Quisiera, finalmente, como hermano y como padre, decir: Colombia, abre tu corazón de pueblo de Dios y déjate reconciliar. No le temas a la verdad ni a la justicia. Queridos colombianos: No tengan miedo a pedir y a ofrecer el perdón. No se resistan a la reconciliación para acercarse, reencontrarse como hermanos y superar las enemistades. Es hora de sanar heridas, de tender puentes, de limar diferencias.

Es la hora para desactivar los odios y renunciar a las venganzas y abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno.

Que podamos habitar en armonía y fraternidad, como desea el Señor. Pidámosle ser constructores de paz, que allá donde haya odio y resentimiento, pongamos amor y misericordia (cf. Oración atribuida a san Francisco de Asís). Y todas estas intenciones, los testimonios escuchados, las cosas que cada uno sabe en su corazón, historias de dolor y sufrimiento las quiero poner ante la imagen del crucificado, el Cristo negro de Bojayá:

Oración

Oh Cristo negro de Bojayá,
que nos recuerdas tu pasión y muerte;
junto con tus brazos y pies
te han arrancado a tus hijos
que buscaron refugio en ti.

Oh Cristo negro de Bojayá,
que nos miras con ternura
y en tu rostro hay serenidad;
palpita también tu corazón
para acogernos con tu amor.

Oh Cristo negro de Bojayá,
haz que nos comprometamos
a restaurar tu cuerpo.

Que seamos tus pies para salir al encuentro
del hermano necesitado;
tus brazos para abrazar
al que ha perdido su dignidad;
tus manos para bendecir y consolar
al que llora en soledad.

Haz que seamos testigos
de tu amor y de tu infinita misericordia.

Amén.