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La telenovela nacional

Por: Sebastián Vallejo

En este punto ninguna declaración que venga de algún miembro de Alianza PAIS, actual o pasado o el limbo en el que se encuentra la mayoría de su directiva, debería ser tomada como un acto de congruencia ideológica, sino como un acto de cálculo político, puro y duro. Diez años de “manos limpias y corazones ardientes” se vienen derrumbando con una facilidad tan peculiar, y con una mediatización tan visceral, que casi se ha vuelto parte del entretenimiento nacional ver cuál es el siguiente giro narrativo en este novela política. Fuera divertido si no representara el estado de la clase política actual; si los protagonistas, por encima de sus preocupaciones burocráticas y cívicas, no estuvieran complotando, calculando, declarando, ironizando, y atacando. Los espacios de conflictos están marcados: posiciones sobre la recuperación democrática (o no) a través de la consulta, persecuciones políticas (o no) contra el Vicepresidente, el estado de la economía gracias (o como consecuencia) del gobierno anterior, el estado de las obras, etc. Las posiciones son claras pero lo que siempre termina escondido detrás de un membrete, de una postura, de una señal de lealtad hacia uno y otro bando, es la historia. No solo la historia como observadores, sino en el rol que cada uno de los políticos tuvo dentro de los diez últimos años del gobierno de Rafael Correa.

Están los leales al ancien régime, cayendo en las mismos defectos de Correa: una completa incapacidad de autocrítica. Una incapacidad de evolución ideológica. Una incapacidad de renovación, así sea personal. Son quienes apoyan el regreso de Correa como la panacea a todas las traiciones a los principios, a todos los reveses políticos, a todos los ataques y/o infiltraciones desde la derecha. Son para quienes la izquierda es AP y es el resto del mundo el quien los ha traicionado. Son quienes abogan por diez años más de exactamente lo mismo, cuando es evidente que el último periodo de Correa vio el desgaste y los límites de un modelo que supuso una transición pero al cual le costó consolidarse. Un modelo que se embarró en sus propias redes de corrupción, ineficiencia, centralismo y verticalidad. Su representación es una bancada que ha terminado por separar a Lenín de su cargo y se ha atrincherado en una posición que, en este punto, es francamente insostenible. La defensa por un Vicepresidente que sí, es inocente hasta probado lo contrario, pero que, en este punto y con las pruebas presentadas, por lo menos debe ser criticado por la incompetencia mostrada al frente de un sector estratégico, donde la corrupción desborda por todos lados.

Los “Leninistas”, por su parte, se han tomado el papel de jueces desde donde emana una agresividad que no les permite ver su rabo de paja. Críticas y defensas a esas críticas, del modelo desarrollista que se llevó adelante por diez años cuando una parte por la cual fueron electos responde a este modelo. Como lo hicieron aquellos que vinieron antes que ellos, se han apropiado de un discurso de legitimidad y representación, de custodios de la ética nacional, cuando muchos formaron parte del gobierno anterior, apoyaron ciegamente al gobierno, y desde adentro nunca se escuchó una crítica al proceso. Sus denuncias llevan una carga moral inquietante, mientras que sus afirmaciones son tan generales y descalificadoras que se chocan contra los matices de la realidad. Algo que se recoge de la réplica de Xavier Lasso a Andrés Michelena publicada esta semana en El Telégrafo.

Todos evocan el espíritu revolucionario, el espíritu de Monte Cristi. Si hay algún espíritu que evocar, que sea el espíritu autocrítico. A ver si así superamos un poco la telenovela en la que se está convirtiendo la política nacional.

FUENTE: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/la-telenovela-nacional-03
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Noviembre 3 de 2017

La vía libre de Lenín

Por: Sebastián Vallejo

Alianza PAÍS nunca pudo manejar los casos corrupción. Es, como he dicho ya varias veces, la consecuencia de un problema más grande relacionado a los mecanismos internos del partido, todos jerárquicos, todos dependientes de la figura de Rafael Correa. Es la consecuencia de esto, porque nunca hubo el reconocimiento del problema que representó la corrupción en el gobierno pasado y, por lo tanto, tampoco se dieron los pasos para solucionarla. No hubo, como mínimo, la capacidad autocrítica de separar a quienes, bajo su autoridad, cometieron la mayoría de estos actos. Lo que sí hubo, desde el comienzo, fue la precipitación por culpar a todo el mundo por los errores propios.

Hay un ala de Alianza PAIS que parece mantener el mismo protocolo. Gabriela Rivadeneira, secretaria de AP, solicitó a José Serrano, presidente de la Asamblea, que rinda explicaciones sobre el regreso de Carlos Pareja Yannuzzelli. Ese mismo día, luego de una reunión de legisladores del bloque oficialista, un sector de AP aseguró que el bloque definió el inicio del proceso para el juicio político de Pablo Celi, actual contralor. Piden explicaciones a todo el mundo, pero todavía no se atreven a demandar explicaciones puertas adentro. En paralelo, Rafael Correa tuiteaba que “Nadie debe confiar en alguien así” (sic), refiriéndose a su sucesor, el actual Presidente. Correa basó su manera de gobernar, precisamente, en ese error: su confianza personal en los individuos. No fue el mecanismo más participativo, pero tampoco es que veníamos de la institucionalidad más grande. En todo caso, eso de poner las manos al fuego por su grupo de leales es lo que ahora nos ha dejado con funcionarios prófugos en un sistema deslegitimado. Que cierto sector de AP continúe siendo la caja de resonancia de Correa, resta fuerza a las propias demandas que pueden venir de adentro, las propias críticas válidas a Lenín Moreno, porque han perdido los espacios discursivos. Moreno ha jugado a la política con astucia, en parte, porque saltan implicados por todos lados, a quienes todavía les debemos el debido proceso, pero cuyas sospechas y vinculaciones hacen que, en el mejor de los casos, sean responsables administrativos por negligencia. Es el costo político de hacer política: lo que pasa bajo tu dirección termina siendo tu culpa. Un costo que en Alianza PAIS nadie quiere asumir.

Por otro lado, es también una cuestión de imagen, de retórica, de ganar los espacios discursivos del conflicto político. Lo que necesitamos es justicia, lo que tenemos son dos bandos en busca de vendettas. Claro está, quienes acusan a Glas tienen mucho a su favor. Como mínimo, su incompetencia como Vicepresidente, su incapacidad de controlar a sus colaboradores más cercanos.

Lo cual nos trae de regreso a la gran incógnita de Moreno: cuál es su proyecto político (porque es claro que no es el mismo que el del gobierno anterior). Bajo el manto del diálogo y empujado por su cruzada anticorrupción, ha dado visos: ha sugerido entregar al control del dinero electrónico a la banca privada, nombró a un exgerente de Halliburton como Ministro de Hidrocarburos, faltaba poco para que en su discurso del 10 de agosto se disculpara con las Fuerzas Armadas, ha hablado sobre austeridad fiscal, pero también ha sugerido defender los derechos ganados y gradualismo en las medidas. En este punto, los que piden defender lo ganado no se dan cuenta de que primero tienen que sanear lo ganado. Le están dejando la labor completa a Lenín, y con esto, cualquier posibilidad de crítica interna a lo que podrá ser su gobierno los próximos cuatro años.

FUETE: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/la-via-libre-de-lenin

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Agosto 18 de 2017.

Los destinos de la educación superior

Por: Sebastián Vallejo

La política de educación superior de los últimos diez años no ha venido sin sus altibajos. Los niveles de inversión son evidentes. Es la primera vez que ha existido una política al respecto, criticable, mejorable, pero una política al fin. Tanto así que dentro del debate electoral, si a esto se le puede llamar debate, los destinos de la educación superior son temas que te pueden dar votos.

El modelo que se propuso desde PAIS no ha logrado salir del patrón neocolonial de la academia y la generación del conocimiento. Es un modelo que no cuestiona las bases de un campo guiado por corporaciones, enfocado en la generación de utilidades, a través de alineamiento ideológico a la matriz occidental, liberal y de mercado. Es algo que mejor se ve reflejado en Yachay. El sistema de entrega de becas ha tenido su propio problema de raíz: si bien se puede pretender la democratización del acceso a la educación superior, tanto de manera internacional y nacional, hay un prerrequisito determinado por las condiciones estructurales que no se han podido cambiar.

Es decir, para acceder a la educación superior, es necesario democratizar, primero, la manera en que se llega al momento de acceder a la educación superior, y quiénes llegan a ese momento. Un estudiante graduado de colegio privado, de calidad, y bilingüe, tiene una ventaja estructural sobre alguien que viene del sistema público, deficiente todavía en muchos aspectos. A pesar de esto, la política de educación superior sí ha significado mayor acceso para quienes antes no lo tenían, pero se debería buscar ampliar esa base. Eso no significa que no se debió iniciar el proceso, pero es importante repensar la manera en que este proceso se ha dado. Se debe dar una mirada crítica a lo que se propuso, a los resultados y a lo que se busca llegar. Lo cual a veces parece, como en muchos otros campos, pedir mucho a una administración que no se ha mostrado abierta a ese tipo de críticas, menos a aquellas que vienen desde afuera.

Pero la mayor y más radical de las críticas parece venir desde Guillermo Lasso. Lasso ha propuesto, sin matices, cerrar la Senescyt. Su propuesta busca reducir el tamaño del Estado, darle ‘libertad’ a las universidades y, con el ahorro, ampliar el número de becas. Dejando de lado los dejos demagógicos, que esto es, al final del día, una campaña electoral, la desregulación del sistema universitario es, en parte, dotarlo de ‘libertad’, pero en el sentido comercial, agravando el problema de acceso y oferta, que fue una de las razones que llevó a la creación de tantas universidades mediocres, emitiendo títulos sin valor y estafando a aquellas personas que no pudieron participar en el sistema privado de élite.

También está lo de la oferta de becas. Una propuesta que no corrige el actual problema de acceso. Ampliar el sistema de becas debe ser un objetivo de Estado, y es uno loable. Pero ampliarlo sin repensar el modelo, sin cuestionarse los problemas sobre desigualdad al momento de acceder a estas becas, es perpetuar y empeorar un problema.

Si las becas y, en general la educación superior, siguen encontrando su nicho únicamente en una clase que ya podía acceder a la educación superior, y que ahora tiene una abanico más amplio de opciones, entonces la propuesta de Lasso no es una que está enfocándose en democratizar la oferta de becas, únicamente en ampliarla. Un problema epistemológico dentro de la visión del plan de Lasso, en general. Algo que Lenín Moreno debería criticar, especialmente porque esto significaría una necesaria autocrítica.

FUENTE: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/los-destinos-de-la-educacion-superior

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