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Ha llegado la hora de suspender las patentes de las vacunas

El anuncio de EE UU apoyando la suspensión de las patentes debe provocar un efecto cascada entre los países que bloquean la iniciativa, incluidos los de la Unión Europea. El mundo necesita multiplicar la producción de vacunas para la covid-19 y asegurar un acceso equitativo, especialmente en los países empobrecidos.

Investigador de Moderna trabajando en el desarrollo de la vacuna de esta firma. / Moderna

Ha llegado el momento de suspender las patentes de las vacunas de la covid-19. No podemos seguir dando vueltas ni retrasando una decisión que el mundo pide a gritos. Cada día, cada hora, cada minuto de retraso en la toma de decisiones cuesta vidas.

Tras casi un año y medio de pandemia y cerca de tres millones y medio de muertes en el mundo, parece que la comunidad internacional comprende que tenemos un problema obvio con la producción y distribución de las vacunas, nuestra gran esperanza para acabar con esta pandemia.

Necesitamos alrededor de 11.000 millones de dosis en el mundo y hasta la fecha solo se han administrado unos 1.200 millones. La mayoría de ellas, por supuesto, en el hemisferio norte, en donde la mayor parte de los países se proponen en tener el 70 % de su población totalmente vacunada para el verano. Por el contrario, los procesos de vacunación apenas están arrancando en grandes regiones de África o tienen ritmos muy lentos en muchos países de América Latina.

“Tras casi un año y medio de pandemia y cerca de tres millones y medio de muertes en el mundo, parece que la comunidad internacional comprende que tenemos un problema obvio con la producción y distribución de las vacunas”

Al ritmo actual, gran parte de la población en los países de menor renta tendrá que esperar hasta 2024 para ser vacunada. Iniciativas solidarias como COVAX (que pretende vacunar tan solo al 20 % por ciento de la población en los países pobres que son elegibles para recibir su apoyo) o la donación de excedentes de vacunas de los países ricos que han acordado la compra de más dosis de las que necesitan, son medidas insuficientes para alcanzar la inmunidad global y hacerlo lo antes posible; y, sobre todo, para sentar las bases de una solución sostenible que nos permita estar preparados para lidiar con nuevas pandemias en el futuro.

Brecha en la vacunación

Esta brecha en la vacunación supone una vulneración flagrante del derecho humano a la salud de millones de personas en el mundo. Además, supone un riesgo enorme para acabar con esta pandemia: cuanto más se alargue en el tiempo, más opciones tendrá el virus para el desarrollo de nuevas cepas que pondrán en peligro la efectividad de las vacunas actuales y, en consecuencia, la vida de millones de personas. Solo hay que levantar la mirada y ver lo que está pasando en India para comprender la gravedad de esta dramática situación.

“Las patentes que firmas como Pfizer, Moderna o AstraZeneca tienen sobre las vacunas —desarrolladas gracias a ingentes cantidades de dinero público— les otorgan monopolios que les permiten negociar con los países de manera individual”

Las patentes que compañías como PfizerModerna o AstraZeneca tienen sobre las vacunas —desarrolladas, por cierto, gracias a ingentes cantidades de dinero público— les otorgan monopolios que les permiten negociar con los países de manera individual, imponer precios abusivos, llegar a acuerdos de producción con terceros fabricantes que consideren oportunos y establecer los ritmos de producción que les convengan según sus intereses comerciales.

Ante una crisis sanitaria mundial, la comunidad internacional no puede mantener el status quo. Por eso, la suspensión de las patentes de vacunas, medicamentos y diagnósticos para la covid-19 supondría un primer paso y una condición necesaria para poder incrementar la producción de vacunas de forma masiva en todo el mundo.

Esta medida fue propuesta por India y Sudáfrica en octubre pasado en el seno de la Organización Mundial del Comercio. Desde entonces, la iniciativa ha rebotado de un lado a otro en negociaciones poco concisas y que se posponían en el tiempo por el bloqueo de los países ricos (EEUU, Australia, Brasil, Canadá, Japón, Suiza, Noruega, Reino Unido y la UE en bloque), posicionados en el lado de la industria.

El clamor internacional, pese a todo, crecía enormemente y centenares de parlamentarios, expresidentes y primeros ministros, premios Nobel y la mayor parte de la sociedad civil, mostraban su apoyo a la propuesta.

El movimiento histórico de EE UU

Hace dos días, en un movimiento histórico, la Administración Biden-Harris anunciaba que EE UU se posicionaba a favor de la suspensión de patentes de las tecnologías sanitarias para la covid-19, dando un vuelco al curso de los acontecimientos.

En las últimas horas la presidenta de la Comisión Europea se ha mostrado dispuesta a debatir la propuesta y el Gobierno de España, a través de un documento preparado para la cumbre europea que se celebra los próximos dos días en Oporto, ha mostrado su apoyo oficial a la posición de EE UU y pide “un consenso urgente sobre la propuesta de levantar temporalmente ciertas obligaciones aplicables bajo los aspectos de los derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio”.

“Hace dos días, la Administración de EE UU anunció que se posicionaba a favor de la suspensión de patentes de las tecnologías sanitarias para la covid-19, dando un vuelco al curso de los acontecimientos”

El movimiento de EE UU llega tarde, pero llega. Y esta provocando un pequeño seísmo que puede decantar la balanza del lado de la salud pública y los intereses de la ciudadanía. La UE y el resto de los países que han bloqueado hasta ahora la iniciativa no tienen que impulsar el debate porque  el debate ya está ahí desde hace meses.

Los países deben apoyar esta propuesta y acordar un texto sólido lo antes posible (el próximo Consejo General de la Organización Mundial del Comercio tendrá lugar en junio), que permita hacer operativa la suspensión temporal de la propiedad intelectual y donde se tendría que dar respuestas a cómo se desarrollará la transferencia de tecnología o qué mecanismos hay que poner en marcha para apoyar a la capacidad de producción, especialmente en los países de desarrollo.

Las quejas de las farmacéuticas

Estos días escucharemos a la industria farmacéutica argumentar cómo sin patentes perderán el incentivo para la investigación de nuevos medicamentos y que habrá consecuencias negativas de cara al futuro.

“Debemos fijar nuestra atención en datos como cuántas vidas se podrán salvar si las vacunas llegan a todos; o en cómo acelerar la inmunización global ayudará a reactivar el comercio internacional”

Dirán también que el anuncio de EE UU ha supuesto ya una caída en bolsa de las principales compañías farmacéuticas. Sin embargo, debemos fijar nuestra atención en otros datos: en cuántas vidas se podrán salvar si las vacunas llegan a todas las personas en el menor tiempo posible; o en cómo acelerar la inmunización global ayudará a reactivar el comercio internacional, el tránsito de personas y, en general, la economía mundial.

De lo que estamos seguros es de que las empresas farmacéuticas no hablarán de la enorme cantidad de dinero público que han recibido para desarrollar las vacunas sobre las que tienen un total control o de los millones de beneficio ingresados desde el comienzo de la pandemia.

Vanessa López es directora de Salud por Derecho

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons.

Ha llegado la hora de suspender las patentes de las vacunas

El anuncio de EE UU apoyando la suspensión de las patentes debe provocar un efecto cascada entre los países que bloquean la iniciativa, incluidos los de la Unión Europea. El mundo necesita multiplicar la producción de vacunas para la covid-19 y asegurar un acceso equitativo, especialmente en los países empobrecidos.

Investigador de Moderna trabajando en el desarrollo de la vacuna de esta firma. / Moderna

Ha llegado el momento de suspender las patentes de las vacunas de la covid-19. No podemos seguir dando vueltas ni retrasando una decisión que el mundo pide a gritos. Cada día, cada hora, cada minuto de retraso en la toma de decisiones cuesta vidas.

Tras casi un año y medio de pandemia y cerca de tres millones y medio de muertes en el mundo, parece que la comunidad internacional comprende que tenemos un problema obvio con la producción y distribución de las vacunas, nuestra gran esperanza para acabar con esta pandemia.

Necesitamos alrededor de 11.000 millones de dosis en el mundo y hasta la fecha solo se han administrado unos 1.200 millones. La mayoría de ellas, por supuesto, en el hemisferio norte, en donde la mayor parte de los países se proponen en tener el 70 % de su población totalmente vacunada para el verano. Por el contrario, los procesos de vacunación apenas están arrancando en grandes regiones de África o tienen ritmos muy lentos en muchos países de América Latina.

“Tras casi un año y medio de pandemia y cerca de tres millones y medio de muertes en el mundo, parece que la comunidad internacional comprende que tenemos un problema obvio con la producción y distribución de las vacunas”

Al ritmo actual, gran parte de la población en los países de menor renta tendrá que esperar hasta 2024 para ser vacunada. Iniciativas solidarias como COVAX (que pretende vacunar tan solo al 20 % por ciento de la población en los países pobres que son elegibles para recibir su apoyo) o la donación de excedentes de vacunas de los países ricos que han acordado la compra de más dosis de las que necesitan, son medidas insuficientes para alcanzar la inmunidad global y hacerlo lo antes posible; y, sobre todo, para sentar las bases de una solución sostenible que nos permita estar preparados para lidiar con nuevas pandemias en el futuro.

Brecha en la vacunación

Esta brecha en la vacunación supone una vulneración flagrante del derecho humano a la salud de millones de personas en el mundo. Además, supone un riesgo enorme para acabar con esta pandemia: cuanto más se alargue en el tiempo, más opciones tendrá el virus para el desarrollo de nuevas cepas que pondrán en peligro la efectividad de las vacunas actuales y, en consecuencia, la vida de millones de personas. Solo hay que levantar la mirada y ver lo que está pasando en India para comprender la gravedad de esta dramática situación.

“Las patentes que firmas como Pfizer, Moderna o AstraZeneca tienen sobre las vacunas —desarrolladas gracias a ingentes cantidades de dinero público— les otorgan monopolios que les permiten negociar con los países de manera individual”

Las patentes que compañías como PfizerModerna o AstraZeneca tienen sobre las vacunas —desarrolladas, por cierto, gracias a ingentes cantidades de dinero público— les otorgan monopolios que les permiten negociar con los países de manera individual, imponer precios abusivos, llegar a acuerdos de producción con terceros fabricantes que consideren oportunos y establecer los ritmos de producción que les convengan según sus intereses comerciales.

Ante una crisis sanitaria mundial, la comunidad internacional no puede mantener el status quo. Por eso, la suspensión de las patentes de vacunas, medicamentos y diagnósticos para la covid-19 supondría un primer paso y una condición necesaria para poder incrementar la producción de vacunas de forma masiva en todo el mundo.

Esta medida fue propuesta por India y Sudáfrica en octubre pasado en el seno de la Organización Mundial del Comercio. Desde entonces, la iniciativa ha rebotado de un lado a otro en negociaciones poco concisas y que se posponían en el tiempo por el bloqueo de los países ricos (EEUU, Australia, Brasil, Canadá, Japón, Suiza, Noruega, Reino Unido y la UE en bloque), posicionados en el lado de la industria.

El clamor internacional, pese a todo, crecía enormemente y centenares de parlamentarios, expresidentes y primeros ministros, premios Nobel y la mayor parte de la sociedad civil, mostraban su apoyo a la propuesta.

El movimiento histórico de EE UU

Hace dos días, en un movimiento histórico, la Administración Biden-Harris anunciaba que EE UU se posicionaba a favor de la suspensión de patentes de las tecnologías sanitarias para la covid-19, dando un vuelco al curso de los acontecimientos.

En las últimas horas la presidenta de la Comisión Europea se ha mostrado dispuesta a debatir la propuesta y el Gobierno de España, a través de un documento preparado para la cumbre europea que se celebra los próximos dos días en Oporto, ha mostrado su apoyo oficial a la posición de EE UU y pide “un consenso urgente sobre la propuesta de levantar temporalmente ciertas obligaciones aplicables bajo los aspectos de los derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio”.

“Hace dos días, la Administración de EE UU anunció que se posicionaba a favor de la suspensión de patentes de las tecnologías sanitarias para la covid-19, dando un vuelco al curso de los acontecimientos”

El movimiento de EE UU llega tarde, pero llega. Y esta provocando un pequeño seísmo que puede decantar la balanza del lado de la salud pública y los intereses de la ciudadanía. La UE y el resto de los países que han bloqueado hasta ahora la iniciativa no tienen que impulsar el debate porque  el debate ya está ahí desde hace meses.

Los países deben apoyar esta propuesta y acordar un texto sólido lo antes posible (el próximo Consejo General de la Organización Mundial del Comercio tendrá lugar en junio), que permita hacer operativa la suspensión temporal de la propiedad intelectual y donde se tendría que dar respuestas a cómo se desarrollará la transferencia de tecnología o qué mecanismos hay que poner en marcha para apoyar a la capacidad de producción, especialmente en los países de desarrollo.

Las quejas de las farmacéuticas

Estos días escucharemos a la industria farmacéutica argumentar cómo sin patentes perderán el incentivo para la investigación de nuevos medicamentos y que habrá consecuencias negativas de cara al futuro.

“Debemos fijar nuestra atención en datos como cuántas vidas se podrán salvar si las vacunas llegan a todos; o en cómo acelerar la inmunización global ayudará a reactivar el comercio internacional”

Dirán también que el anuncio de EE UU ha supuesto ya una caída en bolsa de las principales compañías farmacéuticas. Sin embargo, debemos fijar nuestra atención en otros datos: en cuántas vidas se podrán salvar si las vacunas llegan a todas las personas en el menor tiempo posible; o en cómo acelerar la inmunización global ayudará a reactivar el comercio internacional, el tránsito de personas y, en general, la economía mundial.

De lo que estamos seguros es de que las empresas farmacéuticas no hablarán de la enorme cantidad de dinero público que han recibido para desarrollar las vacunas sobre las que tienen un total control o de los millones de beneficio ingresados desde el comienzo de la pandemia.

Vanessa López es directora de Salud por Derecho

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons.

Si queremos una vacuna accesible para todo el mundo, las farmacéuticas no pueden tener monopolios

ANÁLISIS

Ninguna de las grandes compañías que están desarrollando vacunas para la covid-19 se ha sumado a las iniciativas mundiales para compartir la propiedad intelectual. Las patentes y las exclusividades no permitirían a otras empresas fabricarlas y hacer frente a uno de los mayores retos: tener la capacidad de producir y distribuir todas las dosis necesarias en todos los países lo antes posible.

Los países más ricos ya se han asegurado millones de dosis de vacunas contra la covid-19 si su desarrollo se completa con éxito. Pero ¿qué pasa con los países más empobrecidos y de renta media? En la imagen, una sala de vacunación contra el ébola en Liberia. / EPA/AHMED JALLANZO

Estamos asistiendo, casi en tiempo real, a una carrera insólita en nuestro tiempo. Una carrera científica y económica que, en medio de la mayor crisis sanitaria del último siglo, investigadores y laboratorios farmacéuticos están llevando a cabo con una meta clara: disponer de una vacuna para la covid-19. Sin embargo, no solo es indispensable que sea segura y eficaz, sino que el acceso global tiene que estar garantizado.

Hoy en día hay más de 200 vacunas en desarrollo contra la covid-19. De ellas, 48 ya se están probando en humanos, y once se encuentran en la última fase de desarrollo; la fase III de los ensayos clínicos.

Mientras esa meta se advierte cada vez más cercana, la competencia entre las compañías se hace cada vez mayor. Por eso, en los últimos días hemos asistido al baile de cifras preliminares sobre la efectividad de la vacuna de las diferentes grandes compañías farmacéuticas.

Pfizer anunciaba hace poco más de una semana un gran porcentaje de efectividad (90 %) y a las pocas horas los desarrolladores de Sputnik V, la vacuna rusa, subían ligeramente la apuesta: 92 %. Dos días más tarde, Moderna hizo su anuncio: 94,5 %. Escasas 48 horas después, Pfizer, ya sintiéndose a la cola, anunciaba un porcentaje del 95 % e igualaba de nuevo la carrera.

Estos anuncios, sin duda esperanzadores, responden a análisis propios de las compañías, no están recogidos en publicaciones científicas y parecen corresponder a estrategias comerciales que, como hemos visto en los últimos días, generan enormes movimientos especulativos en las bolsas internacionales. Han sido, seguramente, los primeros de muchos anuncios que veremos a lo largo de las próximas semanas.

Esa carrera de las compañías farmacéuticas genera, inevitablemente, una carrera paralela por parte de los países y sus administraciones. Una carrera nacionalista y proteccionista en la que todos se quieren asegurar abastecimiento de las futuras vacunas. Una carrera que se libra a través de acuerdos de compra avanzada entre los países y las compañías y que beneficia, indudablemente, a aquellos con mayor poder adquisitivo.

Los países más ricos ya se han asegurado millones de dosis de estas vacunas si su desarrollo se completa con éxito. Pero ¿qué pasa con los países más empobrecidos y de renta media?

Los anuncios de las farmacéuticas generan una carrera paralela por el abastecimiento. Los países ricos, que representan el 13 % de la población mundial, ya se han asegurado más de la mitad de las dosis de las vacunas prometidas por las compañías

A priori, parece una carrera desequilibrada. Y las cifras así lo demuestran: según Oxfam, las naciones ricas, que representan tan solo el 13 % de la población mundial, ya se han asegurado más de la mitad de las dosis prometidas por las principales compañías farmacéuticas en la carrera por la vacuna. Un caso notorio y que ejemplifica bien esta situación es el de Moderna, que ya ha comprometido toda su producción exclusivamente a países ricos.

También el caso de Pfizer: de los 1.350 millones de dosis que la compañía dice que tiene la capacidad de producir para finales del próximo año, más de mil millones de dosis (el 82 %) ya se han vendido a los gobiernos más ricos, según el análisis de Global Justicie Now.

La propia OMS ha alertado del peligro de esta estrategia y de la dificultad que estos acuerdos van a suponer para que todos los países del mundo tengan acceso a las futuras vacunas. «El nacionalismo de las vacunas solo perpetuará la enfermedad», advirtió hace poco el Dr. Tedros, su director general.

Falta de transparencia

La falta de transparencia no afecta solo a los resultados de los ensayos clínicos. Existe también una alarmante falta de transparencia en estos acuerdos de compra avanzada entre los países y la industria farmacéutica. Por ejemplo: tras el anuncio de Pfizer, la Unión Europea se aseguró la compra de 300 millones de dosis, pero se negó a publicar los detalles de estos contratos. Las cláusulas de confidencialidad se lo impedían.

Existe también una alarmante falta de transparencia en estos acuerdos de compra avanzada entre los países y la industria farmacéutica

Lo mismo ha ocurrido con los acuerdos alcanzados con AstraZeneca, Sanofi-GSK, Johnson&Johnson, compañías con las que la UE se ha asegurado, individualmente, al menos, otros 300 millones de dosis.

Los países parecen haber aceptado las reglas del juego impuestas por las grandes compañías farmacéuticas. De no ser así, ¿cómo es posible que los Gobiernos de la UE se hayan comprometido a pagar la factura de las indemnizaciones por posibles efectos adversos de las vacunas que se administren en Europa?

Una vacuna ¿para todas las personas?

Son acontecimientos que resultan inaceptables cuando hay millones y millones de euros de dinero público invertido y que además contrastan con el compromiso de las empresas de desarrollar una vacuna a precio justo y accesible para llegar a todo el mundo. Algunas empresas como AstraZeneca o Johnson&Johnson, incluso, llegaron a asegurar que no se iban a lucrar con la futura vacuna.

Pero volvemos a caer en la misma trampa, y en uno de los mayores problemas que tiene el sistema de I+D biomédica y la política farmacéutica: la falta de transparencia y la confidencialidad —derivados de la protección de la propiedad intelectual sobre los productos— no nos permitirán saber cuánto ha costado el desarrollo de las vacunas y, por lo tanto, será imposible saber si el precio que impondrán las compañías farmacéuticas se ajustará a ese costo.

A día de hoy, ninguna de las grandes compañías que están desarrollando vacunas para la covid-19 se ha sumado a las iniciativas mundiales, como la propuesta por la OMS, para compartir abiertamente la propiedad intelectual. Si queremos una vacuna accesible para todas las personas, las empresas no pueden tener monopolios sobre las vacunas que desarrollen; mucho menos aquellas que han recibido dinero público, que son la inmensa mayoría.

La carrera por la vacuna ya es —afortunadamente— imparable. El problema es saber cómo se va a distribuir y qué se va a hacer para asegurar que todas las personas la reciben. Y no se trata de caridad: para acabar con la pandemia el mundo necesita una inmunidad global

Las patentes y las exclusividades sobre las vacunas no permitirían a otras empresas fabricarlas y hacer frente a uno de los mayores retos de esta pandemia: tener la capacidad de producir y distribuir todas las dosis necesarias en todos los países del mundo lo antes posible.

Lamentablemente, los países ricos tampoco parecen muy comprometidos con la causa. Hace apenas unos días, la UE y las grandes potencias (EE UU, Japón, Canadá, Suiza, Noruega, Brasil y Reino Unido) no apoyaron la propuesta de India y Sudáfrica a la Organización Mundial del Comercio en la que pedían una exención de las normas de propiedad intelectual en las tecnologías para la covid-19. El próximo 20 de noviembre, en una nueva reunión de la OMC, la propuesta volverá a estar sobre la mesa.

La carrera por la vacuna ya es —afortunadamente— imparable. El problema es saber cómo se va a distribuir y qué se va a hacer para asegurar que todas las personas, también aquellas de los países más pobres, la reciben. Y no se trata de caridad: para acabar con la pandemia el mundo necesita una inmunidad global. Necesitamos un acceso universal a vacunas seguras, eficaces y a precio justo que lleguen a todas las personas sin coste alguno para ninguna de ellas. Esa, y no otra, debería ser la única meta de esta carrera.

Vanessa López es directora de Salud por Derecho

Fuente:  SINC
Derechos: Creative Commons.