El 15 de noviembre de 1922 salieron a las calles de Guayaquil los trabajadores del ferrocarril, electricidad, agua potable, cervecería y astilleros del Puerto Principal, así como artesanos, empleados, subempleados y profesionales que formaban parte de la Confederación Obrera del Guayas, para protestar por las pésimas condiciones de trabajo y por los bajos salarios.
El pueblo salió a las calles para protestar en contra de la política gubernamental que solo favorecía los intereses de poquísimas familias y perjudicaba a la inmensa mayoría de las familias ecuatorianas.
En noviembre de 1922 los trabajadores de Guayaquil cesaron de trabajar y en manifestaciones duras pero pacíficas pidieron que bajaran los precios, se controlase el dólar y se permitiese la formación de sindicatos.
La crisis económica causada por devaluaciones monetarias y el aumento de los precios, hizo posible la protesta popular del 15 de noviembre de 1922 que culminó con la matanza de cientos de compatriotas que fueron masacrados por las fuerzas policiales del Gobierno de José Luis Tamayo.
Joaquín Martínez Amador, personaje que vivió estos hechos, relata que el 15 de noviembre miles desfilaron por las calles contra la carestía de la vida y se dirigieron a la gobernación a solicitar la libertad de algunos presos. El gobernador accedió al pedido y salió para el cuartel de policía. De pronto se oyeron disparos y los manifestantes huyeron para encontrarse frente a tropas que habían tomado las calles laterales, dejándolos sin vías de escape. Se disparó contra los manifestantes. Hubo cientos de muertos que fueron lanzados al río para ocultar la carnicería. Años después el libro «Cruces sobre el Agua» de Joaquín Gallegos Lara recogía el horror y el dolor la masacre del 15 de noviembre de 1922.
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