Por: Luis Herrera Montero
PhD. en Antropología y Profesor de la Universidad de Cuenca
Los premios OSCAR, otorgados el domingo 24 de febrero de 2019, destacaron temas relacionados con la diversidad sociocultural, que históricamente ha sufrido variedad de discriminaciones y abusos a sus derechos. Por primera vez, esta entrega de galardones, en un solo evento público, incluyó pluralidad de problemáticas que han condicionado la vida de afrodescendientes, mujeres, empleadas domésticas indígenas, homosexuales, entre lo más destacado.
En Cuenca toma especial significado la diversidad cultural, por la evidente presencia de inmigrantes de distintas regiones del mundo: Estados Unidos, Italia, Corea del Norte, China, Líbano, entre otras. Incluso el Municipio ha mostrado interés por hacer de Cuenca una ciudad amigable para todas las poblaciones que se menciona. Sin embargo, en cuanto a la heterogeneidad de pueblos que la habitan, es necesario destacar el largometraje “Roma” que obtuvo el OSCAR a mejor fotografía, mejor película extranjera y mejor director, para explicar a Cuenca como un territorio donde pervive la discriminación racista y patriarcal, producto de una larga historia de colonialismo, privilegios de clase y nefastos procesos de blanqueamiento.
No se resta importancia y legitimidad a todo aquello que intente el buen recibimiento a inmigrantes de otros países y continentes. Lo cuestionable es que aquella práctica no se la cumple con aquellos pueblos originarios de la región y con pueblos afrodescendientes, situación que se replica para la mayoría de mestizos, que son mayoritarios también en la demografía de Cuenca. Cuántas mujeres, indígenas, afros e, incluso, mestizas han sido víctimas de abusos en el desempeño del empleo doméstico; inclusive, en peores condiciones de las que se denuncia en el filme “Roma”. Las paredes y rincones de varias viviendas de clases terratenientes, burguesas y pequeñas burguesas, recogen gritos, imágenes y multiplicidad de relatos de maltrato, violencia e impunidad. En estos casos la diversidad no ha importado substancialmente. Entonces, la colonialidad es hegemónica aún y los discursos cosmopolitas no pueden encubrir historias de irrespeto inadmisibles para con nuestras propias poblaciones. De ahí que la película “Roma” debe ser parte de eventos, en nuestras familias, barrios, escuelas, colegios, universidades, calles y más, para reflexionar sobre la realidad cuencana. Hablar de diversidad cultural es significativo, pero para interculturalizarnos y generar cosmopolitismos auténticos. El discurso de Alfonso Cuarón, al recibir el premio como mejor director, fue de innegable vigencia respecto de lo que se ha expuesto sobre racismo y machismo.
Consecuentemente, hablar de Cuenca como ciudad de la diversidad cultural, sería un propósito hueco, si esas narrativas no buscan interculturalizar el territorio en su conjunto. Se trata de que las ciudades y ruralidades de Ecuador caractericen sus discursos y prácticas para convivir con base en el respeto a las diferencias culturales, donde la igualdad-equidad social no sea únicamente utopía, sino que se torne acontecimiento y donde la cultura no se reduzca a actos folklóricos; por el contrario, la vida intercultural es aprendizaje para compartir recursos, saberes y experiencias. En definitiva, si una película extrajera, de la hermana nación de México, nos ayuda a entender y hacer de Cueca una ciudad de convivencia cosmopolita, en estricto rigor, bienvenida sea para limpiar años de discriminación, abuso y violencia colonial y patriarcal en nuestros hogares, barrios, parques y, por qué no decirlo, en Cuenca entera.