El arte ¿nos sirve para algo?

Por: María Teresa Córdova 

Gloria fue mi alumna en la Universidad donde trabajo y es una joven, particularmente, brillante. Cuando la conocí pasaba por un difícil momento de dudas. Había anunciado en su casa que estudiaría música y eso provocó un estallido familiar hasta los lamentos de su madre: ¿Cómo es posible, Gloria, que vayas a estudiar algo así, sin futuro? ¿Cómo puedes hacernos ésto a tu padre y a mí?

Nos habíamos hecho amigas y un día me preguntó si estaba de acuerdo con la opinión de sus padres. Como siempre, en estos casos, no le dije lo que opinaba. Conversamos mucho sobre los fundamentos y el proceso de una actitud crítica y sobre la importancia de hacer aquellas cosas de las que estamos convencidos. Finalmente, juntó sus principios, sus urgencias y deseos y decidió que sí, que estudiaría música contra viento y marea. Adicionalmente, hace un año, se casó con un músico.

Cada vez que hablamos me cuenta que, aunque su madre aún suspira por la hija que no fue ingeniera o abogada, ella, Gloria, es muy feliz con su música y su músico.

Esta historia real, contiene el pensamiento de la mayoría de los padres de nuestra ciudad  de Guayaquil y del país, inclusive. Cuando se trata del Arte como carrera, en cualquiera de sus expresiones, la reacción de los familiares es de preocupación y rechazo porque están convencidos de que: “el famoso arte no “dará” a sus hijos, para comer”. Como dice un querido amigo, músico, nuestra gente no aprecia el Arte. Si les preguntas para qué sirve, te responderán: para nada!

Aunque yo aclararía que esa actitud no parte de la gente. Es, básicamente, una realidad diseñada por el sistema y posicionada en la población, como parte de su estrategia para viabilizar el consumo. La música, la pintura, la poesía…etc, de calidad y con autenticidad, no tienen la condición de “perecible” que tienen los objetos que nos ofrece la publicidad y que los hace un buen negocio. Son, sobre todo y ante todo, por su “lugar de nacimiento” (la mente y el corazón del ser), acciones que despiertan y hacen crecer nuestra condición crítica. Esa es su magia -racional y permanente- que al sistema no le conviene en la reflexión de las personas pues no podría seguir conduciendo nuestra opinión, entreteniéndonos con “espejitos de cristal” en los que veamos solo su reflejo y sigamos su ruta.

En esta realidad vigente, el gobierno ha decidido impulsar, precisamente el arte, a través de una Universidad, lo cual nos llena de una hermosa esperanza de cambio y de progreso. De ese progreso que se fija en la esencia del hombre y la mujer para valorarlos y “armarlos” intelectualmente de modo que sean capaces de decidir por sí mismos, de reinvidicarse en su condición de ser racional y tomar de la vida aquello que los haga felices, sin miedo a la represión de los que mandan: el Ideal de sociedad por el que muchos fueron perseguidos, con el que otros muchos, vienen soñando y que ahora parece posible.

Jorge Cabezas, guitarrista y cantante, que se dedica a esto desde su adolescencia, se entusiasma también con esta idea. Para él, el Arte es “ese algo puro que viene desde adentro y a través del cual, uno puede expresar un sentimiento, una emoción positiva”. Cree que está muy relacionado con la política porque: “Siendo la política el arte de hacer cumplir los deseos del pueblo, el gobernante tiene que inspirarse y usar su creatividad, en su trabajo, para hacer el bien”. Considera que el proyecto es muy importante y está seguro de que los jóvenes van a apoyarlo porque, según él, son muchos los bachilleres que se inclinan por el arte, pero tienen que desecharlo por falta de apoyo emocional y económico de sus familias. Con la Universidad de las Artes en la ciudad de Guayaquil, habrán vencido un gran obstáculo.

Alguna vez, Eduardo Chillida, arquitecto-escultor español dijo, refiriéndose al Arte: “Mi vida ha consistido siempre en intentar hacer lo que no sé hacer, porque lo que sé hacer ya está hecho”. Para él, ser artista significaba compromiso con la vida. Una creación interminable que transforme sus vidas y, a través de ello, la de la sociedad en la que viven.

Personalmente, siento al arte no solo importante, sino imprescindible, en una sociedad que se precie de ser progresista y humana. Mis 3 hijos eran pequeñitos aún, cuando nos quedamos solos. Hubo miedo al inicio, pero lo superamos. Hoy, los tres, son mi orgullo: solidarios, libres y humildes. No sé qué habría sido de mí sin la guitarra, el piano, la flauta, la armónica, el canto, etc. Creo que no lo habría logrado.

Guayaquil, octubre 23 de 2012

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