El Ajedrez y su valor educativo

Por: Wilson Zapata Bustamante / Maestro Nacional

Junto a teoremas, fórmulas y lecciones de matemáticas, los estudiantes ecuatorianos y de todos los países del mundo deberían aprender a hacer aperturas, gambitos y jaques, porque el ajedrez contribuye a desarrollar mecanismos mentales de análisis, reacción y estrategia. Sugiero a los padres que den a sus niños y jóvenes algunos elementos de este juego, con el fin de que empiecen a familiarizarse con él.

La razón de que el ajedrez esté tan ligado a las matemáticas es que es visto como una buena forma de desarrollar el pensamiento lógico matemático, porque ayuda a pensar en coordenadas, estrategias, fórmulas, números…Estimula la atención, la concentración, el cálculo, la toma de decisiones, la resolución de problemas, la capacidad de clasificar, codificar, analizar y memorizar.

Esas cualidades son las que han encontrado los profesores que lo enseñan, quienes también le abonan que permite desarrollar valores en los niños y jóvenes.

Respeto, tolerancia, saber esperar el turno, ganar y perder y asumir las consecuencias de las decisiones que se toman en la vida, también nos enseña el ajedrez.

El ajedrez ayuda a los niños y jóvenes a estimular ‘el olfato’ para evaluar las diferentes alternativas que tienen para solucionar un problema y seleccionar la más indicada respuesta.

Por ejemplo, cuando el rey está en jaque y se tiene la opción de moverlo, capturar la pieza que está haciendo el jaque u obstaculizarla, deben sopesar esas posibilidades y quedarse con la más acertada.

Así no solo aprenden a ver la jugada inmediata, sino también se anticipan a la siguiente. Eso es un método de inferencia, una habilidad que sirve para cualquier materia y para el resto de la vida.

El ajedrez tiene un probado impacto en:

– Desarrollo del pensamiento creativo.

– Desarrollo de la memoria visual.

– Desarrollo de aptitudes verbales.

– Desarrollo del rendimiento en la lectura.

– Desarrollo del intelecto en general.

– Desarrollo de la autoestima.

– Desarrollo del pensamiento crítico.

– Desarrollo de la concentración

– Mejora el rendimiento académico.

– Acelera la madurez intelectual.

En 1960, el psicólogo Alan de Goot realizó un estudio en la antigua Unión Soviética entre dos grupos de niños y jóvenes de diferentes edades. Las características comunes eran que todos poseían un similar coeficiente intelectual y que no sabían jugar al ajedrez. A un grupo le enseñaron el juego al otro no. Después de corto período de tiempo, se observó que el grupo vinculado al juego ciencia tuvo un adelanto extraordinario en el uso racional de la lógica, la capacidad de concentración, el desarrollo de la memoria, la capacidad de análisis, la disciplina mental y la madurez emocional entre otras habilidades. Así fue como se estableció el ajedrez como materia obligatoria en ese país. Su ejemplo luego fue seguido por decenas de países.

Según un estudio de los doctores Petrov, Diakovsky y Rudik, Moscú 1926: “Las cualidades físicas y psicológicas que requiere un ajedrecista y, por lo tanto, que desarrolla el juego en las personas son: nervios sólidos, dominio de sí mismo, facultad de distribuir la atención entre objetos sin nexo aparente, sensibilidad para captar situaciones dinámicas, alto grado de desarrollo intelectual, carácter lógico del pensamiento, pero en el dominio experimental, objetividad y realismo, memoria especializada, poder de pensamiento sintético y sentido posicional, voluntad disciplinada, gran actividad de los procesos intelectuales, disciplina de las emociones y de la afectividad y confianza en sí mismo.

El ajedrez, entonces, se constituye en una herramienta gravitante para nuestro desarrollo como personas y deportistas, pues a través de este deporte es posible formar seres íntegros, solidarios, que son capaces de trabajar en equipo para así lograr una sociedad más sana. De lo anterior puede deducirse que la gran relevancia y auge que el ajedrez ha experimentado en las últimas décadas no es fortuito, sino que por el contrario, responde a posibilidades reales que nos brinda en nuestro desarrollo integral como personas, especialmente en la esfera cognitiva.

Al entrenar la memoria mediante el ajedrez, uno de los objetivos centrales es que el niño y el joven lleguen a sentir disfrute y placer y que sea consciente de sentir cómo su memoria se hace más potente y capaz. Hemos comprobado que cuando eso ocurre, el niño busca en su vida extra –ajedrecística retos para su memoria, los cuales le conducen por buen camino en su desarrollo mental. Nunca olvide que la realización humana comienza en la mente.

La memoria es el factor esencial de la inteligencia en la acepción más amplia del término: resulta obvio que quien nada sabe, no puede comportarse inteligentemente El hecho de actuar inteligentemente es, por tanto, la extensión del conocimiento, es decir, de lo que se ha memorizado.

Las facultades retentivas de nuestro cerebro son ilimitadas: el acto de memorizar requiere un esfuerzo mínimo cuando el registro de nuevos datos satisface la evolución de los pensamientos que están elaborándose, pero tal esfuerzo puede ser considerable cuando es necesario acumular nuevos elementos que el cerebro no está en condiciones de elaborar inmediatamente. Es preciso tener muy en cuenta estos elementos para imaginar métodos capaces de facilitar al máximo el desarrollo de la educación integral.

En cuanto a compaginar el ajedrez con el estudio, el ex campeón del mundo, Anatoly Kárpov, anota: “Recuerdo que en la escuela todo me resultó relativamente fácil. El ajedrez, naturalmente, educó en mí determinados rasgos del carácter, la capacidad para movilizar mis fuerzas, para pensar lacónica y lógicamente. Por eso, aunque siempre estudié con grandes intervalos, por la participación en las competencias, al reintegrarme a las clases, incluso después de un mes de ausencia, en una semana asimilaba el material que mis compañeros habían pasado en este tiempo. La escuela la terminé con medalla de oro. La Universidad ya se me hizo más difícil; aumentó el volumen del material que se debía estudiar y, además, se dejaba sentir mi ausencia en las clases prácticas, y, aunque al igual que antes, la memoria siempre me sacaba de apuros, se me dificultó más conseguir notas sobresalientes…”.

Anatoly Kárpov reinó durante más de diez años como Campeón del Mundo, se graduó de economista con notas sobresalientes y fue un diputado de enorme prestigio.

Otro extraordinario ajedrecista que llegó a ser campeón del mundo señalaba que “el ajedrez enseña a ser perseverantes, tenaces, firmes, resistentes, estoicos, autocríticos. Desarrolla la imaginación y el pensamiento independiente”. Alexandr Aliojin (Alekhine), magnífico ajedrecista del pasado y campeón del mundo, confesaba que había educado su carácter gracias al ajedrez. Él decía que los escaques enseñan, ante todo, a ser objetivo. Uno puede llegar a ser un gran maestro en este juego solo si reconoce sus errores y defectos. Lo mismo que en la vida.

Lo señalado me lleva a la conclusión de que todos los hombres, especialmente los políticos, los moralistas, los idealistas que se propongan sinceramente llevar a cabo transformaciones sociales, deben tener muy en cuenta una operación esencial: la de concebir y promover nuevas formas de instrucción, de educación y de cultura. Como es sabido, todo cambio radical presupone el desarrollo de nuevos sistemas de pensamiento, nuevos “intelectos”, nuevos “valores”, nuevos modelos culturales. Hay que plantearse, por consiguiente, la instrucción, la educación y la cultura en términos enteramente nuevos, sin pasión y guiados por un espíritu racional: así es como conseguiremos expresar, con una claridad absoluta, lo que conviene poner en práctica para acelerar una transformación coherente del hombre y de un mundo en perpetua evolución. Como eso es pedir peras al olmo, evolucionemos, por lo menos, en el aprendizaje del ajedrez.

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