9 de Mayo, Día de la Victoria

Por: Rodolfo Bueno

Rusia es un hermoso y ensoñador país de fantasía que fue cristianizado por los santos Cirilo y Metodio, forjado por el zar Iván el Terrible, modernizado por Pedro el Grande y liberado de la servidumbre por Catalina la Grande, de quien recibimos nuestra bandera por intermedio de Fracisco de Miranda, su gran amigo. En su seno nacieron grandes hombres que aportaron al desarrollo humano en todas las ramas del conocimiento.

Hace 68 años, el 9 de Mayo de 1945, terminó la II Guerra Mundial, una conflagración que se desarrolló en lo fundamental en el frente soviético-alemán, donde se libraron las más importantes y decisivas batallas que significaron el viraje radical de la guerra y que resquebrajaron la espina dorsal de la Werhmacht, las Fuerzas Armadas de la Alemania Nazi, la más poderosa fuerza militar de la historia.

Hoy, el mundo le reconoce que gracias a la valentía y enorme espíritu de sacrificio del pueblo ruso y de las demás naciones que conformaban la Unión Soviética, la humanidad está libre de haber sido esclavizada por el nazi-fascismo, pues en la entrañas de este gigantesco país fue destrozado el 75% del más potente complejo militar bélico creado por la especie humana, la Werhmacht, que sólo conoció victorias cuando de manera arrolladora marchó a lo largo de Europa, apoderándose de sus industrias y riquezas.

El Plan Barbarrosa, desarrollado para ocupar la URSS hasta los Urales y que tenía las mismas características que tan buenos resultados le habían dado a Hitler, comenzó a las cuatro de la madrugada del domingo 22 de junio de 1941, cuando el Führer ya se había apoderado de más de 6500 centros industriales europeos y poseía dos veces y media más recursos que la Unión Soviética, pero fracasó cuando la Wehrmacht no pudo desfilar el 7 de Noviembre de 1941 por la Plaza Roja de Moscú, tal cual lo había planificado, sino que lo hizo el Ejército Soviético, para luego marchar directamente al frente e infligirle la primera derrota. Sobre la Batalla de Moscú, el General Douglas Mac Arthur escribió en febrero del 1942: «En mi vida he participado en varias guerras, he observado otras y he estudiado detalladamente las campañas de los más relevantes jefes militares del pasado. Pero en ninguna parte había visto una resistencia a la que siguiera una contraofensiva que hiciera retroceder al adversario hacía su propio territorio. La envergadura y brillantez de este esfuerzo lo convierten en el logro militar más relevante de la historia».

Al año siguiente se dio la Batalla de Stalingrado, la más sangrienta de la historia, con más de tres millones de muertos, la misma que se prolongó desde el verano de 1942 hasta el 2 de febrero de 1943 y culminó, luego de combatir encarnizadamente piso por piso en cada casa, con la increíble victoria del Ejército Soviético sobre el poderoso Sexto Ejército Alemán. El General Guderian escribió en Memorias de un soldado: «Después de la catástrofe de Stalingrado, a finales de enero de 1943, la situación se hizo bastante amenazadora, aún sin la intervención de las potencias occidentales».

A partir de la Batalla de Kursk, en la que, según Hitler, los alemanes «debían recuperar en el verano lo que habían perdido en el invierno», Alemania Nazi se quedó sin iniciativa y, pese a su feroz resistencia, fue derrotada por las tropas aliadas el 9 de mayo de 1945. Guderian escribió en el libro antes citado: «Sufrimos una derrota demoledora en Kursk. Las tropas blindadas, que habían sido repuestas con gran esfuerzo como consecuencia de las grandes pérdidas de hombres y de material de guerra, quedaron fuera de servicio por largo tiempo. Era imposible restituirlas a tiempo para los combates defensivos tanto en el este como en el oeste, en el caso del desembarco con el que los aliados amenazaban para la primavera siguiente. Como consecuencia del fracaso del plan Ciudadela, el frente oriental absorbió todas las fuerzas que estaban emplazadas en Francia».

Luego de liberar a varios países del yugo nazi-fascista, las tropas soviéticas entraron en Berlín y el 1 de mayo de 1945 izaron la bandera  de su país en el Reichstag, el parlamento alemán. Una semana después, el 9 de mayo, las últimas tropas alemanas se rindieron en Praga ante el General Kóniev. Ese día, luego de 1418 jornadas de denodados combates, terminó una contienda en la que fallecieron cerca de 60 millones de seres humanos, de los que 27 millones eran soviéticos, y en la que fue destruida más del 30% de la riqueza de la URSS. Gracias al heroico sacrificio de todos los hombres libres, la humanidad se salvó de vivir bajo el Tercer Reich, sistema político que Hitler había planificado para mil años. Tal vez, la más importante lección para las presentes y futuras generaciones es que la guerra hay que combatirla antes de que estalle.

Hoy, 68 años después del Día de La Victoria, la paz se encuentra amenazada por el sector militarista de los Estados Unidos, que gasta en armamentos más que el resto del planeta y obtiene pingues beneficios de las numerosas guerras que promueve a lo largo y ancho del planeta y con las que se crean las condiciones para justificar la costosa carrera armamentista en la que se encuentra inmerso este país, algo que ya fue advertido por el presidente Eisenhower respecto al complejo militar industrial.

El plan para desplegar un sistema de defensa antimisiles, sin que les importe para nada el legítimo derecho internacional del resto de los demás estados, conduce a inevitables medidas de respuesta. Rusia exige garantías legalmente vinculantes de que este sistema no será utilizado en su contra, pero los EE.UU. se niegan a satisfacer esta demanda. Por su parte, el General Makarov, jefe del Estado Mayor Ruso, declaró que Rusia si ve amenazada su seguridad, contempla la posibilidad de autorizar ataques preventivos para destruir este escudo y subrayó que de esa misión se encargarían los misiles «Iskander», que se desplegarán oportunamente en Kalingrado. Los responsables directos de esta peligrosa situación son las potencias de la OTAN, que luego del derrumbe de la URSS intentan implantar el poder hegemónico global mediante la abolición del entendimiento mutuo, el retorno de la Guerra Fría y la militarización de las relaciones internacionales.

Ojalá, los EE.UU. y Rusia lleguen a un acuerdo porque, según Einstein, no se sabe como será la III Guerra Mundial, pero sí sabe que en la IV se combatirá con palos y piedras.

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