Editorial: La meta es investigar y multiplicar el conocimiento

Para países como el nuestro, con perentorias necesidades de profesionales calificados, científicos y técnicos para lograr de manera rápida y segura el progreso económico y social, la universidad no ha tenido una respuesta directa y eficaz. No se puso a producir los científicos y técnicos que una sociedad con posibilidades de crecimiento requería urgentemente, sino que siguió siendo, en buena parte, prisionera de su tradición colonial. La acción decisiva de ponerse al día con la ciencia y la tecnología del mundo, que de manera tan extraordinaria realizaron los japoneses del siglo XIX, no fue intentada sino con fallas y retrasos graves por nuestras universidades.

Nuestro país exige vitalmente científicos y técnicos para planificar y dirigir el proceso de industrialización y al mismo tiempo los hombres capaces de manejar con objetividad y eficacia la lucha contra los prejuicios sociales paralizantes y la creación de nuevas estructuras que aseguren la libre incorporación y la creadora participación de las mayorías en el proceso del desarrollo nacional. Hacia allá debe ir la universidad ecuatoriana. Debe convertirse en la universidad que nuestro presente reclama desesperadamente.

La excelencia de la calidad de la investigación tiene que ir en función de su pertinencia y, en este sentido, ya no puede ser evaluada en función de los criterios clásicos de selección y de jerarquización del “Citation Index” bajo pena de ampliar la fuga de cerebros y de no tener ya en consideración el medio y las condiciones concretas de una investigación al servicio de un desarrollo local sostenible. Este desarrollo debe tener en cuenta la diversidad cultural para un verdadero dominio social del control técnico y científico.

La educación, en esta época de globalización, es el elemento clave para competir a nivel internacional. La globalización incluye al conocimiento, por lo tanto, la educación debe enseñar a las nuevas generaciones a vivir, convivir y aprender. En los primeros 10 años del primer siglo del nuevo milenio, un buen porcentaje de las carreras existentes han dejado de tener vigencia, y el profesional cambiará de profesión, por lo menos tres veces en su vida.

En esas circunstancias el reto más exigente del proceso es la construcción de una fuerza ético-intelectual capaz de pensar la universidad que viene. También es fundamental adoptar un enfoque a largo plazo para llevar a cabo con éxito las propuestas de refundación de nuestra universidad.

Como toda reforma educativa genera ansiedad entre los docentes, los alumnos y sus padres, es necesaria la disposición para dar a conocer las ventajas de la propuesta y su aceptación antes de llevar a la práctica la reforma. No se trata de imponer una nueva universidad desde arriba o desde el exterior, sino de lograr la participación entusiasta de la comunidad universitaria, sustentada en un diálogo permanente y apoyada por diversas formas de ayudas externas –autoridades públicas, comunidades locales, empleadores, comunidad internacional. Por tanto, es condición inicial de la refundación de todo proyecto universitario el consensuarlo y compartirlo con toda la comunidad universitaria, para posteriormente permearlo en todas las áreas y ámbitos institucionales. El desarrollo de diversas estrategias para la consecución de la aceptación de la propuesta es sugerido tanto en el interior como en el exterior de la universidad. Además, se requiere saber más sobre ésta y una visión de país de largo plazo.

Para lograr una transformación en su sistema educativo –que es algo que han logrado países como Finlandia y Corea en apenas una generación-, Ecuador debe hacer un doble esfuerzo. Por un lado, tener una visión estratégica de largo plazo acerca de a dónde se quiere llegar como país en 20 años, y de ahí orientar el sistema educativo para que los jóvenes adquieran las competencias y las destrezas acordes con ese país que se proyecta en el futuro.

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