Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Historiador/Cronista Oficial de Ambato
Un Primero de Enero de 1820 en una localidad denominado “Las Cabezas de San Juan”, en Sevilla, España, el teniente coronel Rafael del Riego, que era jefe del Batallón Asturias, proclamó una insurrección reclamando que España volviera a la Constitución Liberal de 1812. “Insurreccionó a las tropas y al día siguiente detuvo al general Félix María Calleja del Rey, Conde de Calderón, jefe de las tropas y a su Estado Mayor, en Arcos de la Frontera.” (Insurrección del Rafael del Riego, Biblioteca Pública Rubén Martínez Villena, Ecured).
Otro dato para ir comprendiendo esta historia que publica Wikipedia dice: “El epicentro de la revolución de 1820. España.- Fernando VII, El Deseado, que había pasado la guerra de la independencia española retenido en Francia, a su vuelta a España rechazo jurar la Constitución española de 1812 (la llamada de Cádiz o la Pepa) que los liberales de las Cortes de Cádiz habían promulgado en nombre de la soberanía nacional, aunque previniendo el ejercicio del poder del rey al que consideraban legítimo. Restaurado en el trono, como rey absoluto comenzó una dura represión de los liberales, muy numerosos en el ejército, que intentaron una serie de pronunciamientos militares fracasados entre 1816 y 1820.”
El dato que interesa sobre manera a la historia hispanoamericana es que en la revuelta de las Cabezas de San Juan, es detenido por Riego y su ejército, el Conde de la Bisbal, quien estaba destinado a que viniera a América a sofocar las insurrecciones de los independentistas. Esta revuelta inspirada por Riego ha sido subestimada por la historia, y yo diría que casi no ha sido tomada en cuenta en el proceso de la independencia hispanoamericana, porque resta importancia a los heroísmos y protagonismos que están muy bien posicionados en nuestro imaginario, desde luego con el chauvinismo criollo que ha renegado de ese anti hispanismo hipócrita sentado por la rivalidad de las cúpulas oligárquicas de los dos lados del imperio. La masa popular lo que siempre ha hecho es tomar partido por las interpretaciones que le dan elaborando estas mismas clases manipuladoras de los imaginarios colectivos y dependientes.
La insurrección de Riego tuvo un eco fundamental en España, puesto que ocasionó una insurrección liberal en Galicia y que se extendió por todo el país: “Una muchedumbre rodeó el Palacio Real de Madrid el 7 de marzo, y Fernando VII, viéndose acorralado, esa misma noche firmó un decreto por el que se sometía a la voluntad general del pueblo, y tres días más tarde juró la Constitución de Cádiz de 1812”. Se resalta como interesante también el siguiente dato de Vicens Vives: “La revolución de 1820 fue un triunfo, en primer lugar de las apetencias personales de algunos jefes militares; luego, de las sociedades secretas que les apoyaban; también del oro americano, hecho circular oportunamente por emisarios argentinos para disgregar la fuerza del cuerpo del ejército expedicionario (…) triunfo, en último extremo, aunque quizá el más ponderado, de la libertad.”
Entre las cosas que se señalan como importantes dentro de la constitución de Cádiz está la supresión de mayorazgos, señoríos y de los tribunales de la inquisición.
Importante para nosotros recordar que Fernando VII subió al trono español en 1814. Hasta finales de 1819 tuvo un panorama desalentador: “Argentina y Chile habían alcanzado la independencia y México estaba próximo a lograrla, San Martín preparaba el asalto a Perú, y Simón Bolívar había derrotado a las tropas realistas en Boyacá… ante esta situación, en un supremo intento por recuperar el imperio que se disolvía ante sus ojos, ordenó concentrar alrededor de 20.000 efectivos en la provincia de Cádiz para embarcarlos hacia América y resolver la contienda a su favor. Sin embargo, aquellas tropas en las que cifraba su esperanza de reconquista, estaban hambreadas, mal vestidas y peor equipadas, y a los oficiales se les debía varios meses de paga. Por si fuera poco, entre ellos se desató una epidemia de fiebre amarilla. A este cúmulo de dificultades hay que añadir el desmoralizante efecto que causaban los veteranos enfermos, heridos e inválidos que retornaban de América”. (Insurrección del Rafael del Riego, Biblioteca Pública Rubén Martínez Villena, Ecured).
La reflexión que queda anotada tiene mucho que ver con las revueltas que se estaban dando en Venezuela. Se pensaba que una vez restaurada la Constitución de Cádiz, el imperio podía volver a la normalidad.
¿Quién era el Conde de la Bisbal?
La pregunta conviene aclararla. Este conde que no es sino un título de nobleza jerarquizado entre un marqués y un vizconde. Este conde se llamaba Enrique José O’Donnell y Anethen, que fue un militar español de origen irlandés, nacido en San Sebastián en 1769 y fallecido en 1834. Entre sus grados militares fue un mariscal de campo y teniente general, con cuyo grado estuvo en Cataluña. Le dieron el título de Conde de la Bisbal como recompensa a un triunfo militar en esa localidad de la Bisbal (una villa de España) donde capturó al general francés Francois Xavier de Schwarz en 1810.
Está dicho que al luchar contra Riego se entiende que estaba en contra de los liberales gaditanos y de la constitución de 1812. Desde 1811 estuvo de capitán general de Andalucía. Perdió la contienda del ejército sublevado de ultramar que debía partir hacia América para sofocar las insurrecciones a principios de 1820. Don Enrique O’Donnell y Anatar, era en la masonería Bruto II.
Del Conde de la Bisbal, dice Alcalá Galiano en sus Recuerdos de un anciano: “Era ligero como pocos hombres. Una hora después de haber pensado una cosa, pensaba la contraria. Así obraba con sinceridad en sus mudanzas violentas.
Del conde de la Bisbal, tenido un tiempo de eminente adicto a la Constitución, se refiere que, al regresar Fernando VII de su cautiverio, envió a un coronel en legacía con dos felicitaciones, una apasionada de la Constitución y otra en extremo opuesta; el coronel había de entregar la que mejor se acompasase con las intenciones del Monarca, (Juan Van Halen)”. Este curioso personaje, en manos de Riego, fue todo un peligro. Tener de prisionero a un desubicado mental nada garantiza ni al ejército ni al pueblo. En todo caso, nos hace mucha falta tener información de la historia española para mejor encontrar nuestro destino.