Educación: el costo del desarrollo

Por: Cristian Zamora Matute 

Una de las propuestas de cambio en el ámbito académico que genera polémica por los requisitos estipulados refiere al de ser profesor titular en las universidades públicas y politécnicas. El artículo 16 del “Reglamento de Carrera y Escalafón del Profesor e Investigador del Sistema de Educación Superior”, sostiene que para este cargo, el catedrático(a) deberá tener el título de doctor (Ph.D.), entre otras exigencias.

Al respecto, asumo que el malestar causado en los docentes no se da por su falta de interés en acrecentar su conocimiento sino por las circunstancias económicas y familiares que implica emprender este tipo de instrucción. Y es que completar los estudios doctorales no es nada fácil, lo digo por experiencia propia, no sólo por el tiempo y esfuerzo que implica sino también por la inversión económica que demanda si no se cuenta con becas y apoyos de las cátedras de investigación a la que el doctorando se adscriba.

En efecto, obtener un doctorado casi siempre toma entre cuatro o cinco años, a tiempo completo, adicionales al invertido para la carrera profesional y maestría. Por tanto, la situación de los profesores principales, que, en su gran mayoría, no cuentan con el doctorado, es muy crítica pues en caso de no cumplir con este requisito, serían re-categorizados.

A pesar de estos inconvenientes, la reforma constituye una necesidad urgente para potencializar la excelencia universitaria. En países desarrollados e incluso en universidades de primer orden del mundo en desarrollo, la mayoría de profesores son doctores y de ahí proviene gran parte de su éxito. En realidad, es evidente que el desarrollo de un país está basado en la educación de calidad, por tanto, si queremos un Ecuador mejor, estos cambios estructurales deben ser aplicados ya.

El artículo 80 prevé que “el personal académico titular, agregado y auxiliar tendrá derecho a licencia, con o sin remuneración, según los recursos que disponga la institución donde labora”. En este punto, el Estado debería asegurar que el profesor principal que inicia sus estudios, tenga su licencia con sueldo para precautelar su estabilidad familiar y así pueda dedicarse totalmente a su propósito.

Caber señalar, que también existe la modalidad semi-presencial, para la que el reglamento debe fijar plazos adecuados y viabilizar la descarga de actividades para que la persona tenga el tiempo que requiere para la investigación. Hay que aclarar que estos apoyos y facilidades serían viables para la actual generación de profesores que les tocó esta etapa de transición. Los futuros catedráticos principales tendrán que doctorarse, temprana y oportunamente ganando becas en el extranjero o buscando su financiamiento a través del programa que el Estado disponga para el efecto.

Apoyar esta reforma es condición elemental del desarrollo de una Universidad más fuerte y competitiva internacionalmente, contar con doctores es tener a científicos para ir más allá de las actuales fronteras del conocimiento en las diversas áreas del saber. Por eso, una sociedad basada en economías de conocimiento será posible cuando en sus universidades haya un nutrido grupo de científicos que creen valor y posteriormente se disemine la riqueza generada hacia el conglomerado social.

Estos cambios necesarios no sólo competen al Estado sino sobre todo a quienes tienen el privilegio de conducir el destino mismo de la sociedad a través de la educación. El éxito de esta gestión constituye un reto bastante difícil que solucionando las diversas aristas que trae consigo este cambio, nos enrumbará a lo que las sociedades avanzadas ya hicieron décadas atrás, y por ende, fructificará y será beneficioso para las generaciones de ecuatorianos que vendrán. Twitter: @czamoramatute

Tomado de El Mercurio | Cuenca agosto 30 de 2012

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