Por: Vinicio Vásquez B.
Vivimos una época donde la rapidez intenta imponerse a la calidad, donde a lo bueno se lo confunde con lo cómodo y se intenta confundir el bienestar con la posesión de bienes. Todo esto como consecuencia de un materialismo absurdo que pretende degenerar los valores humanos a valores de mercado para poder vender, vender y vender todo lo que el hombre y sus circunstancias puedan generar, incluso lo intangible, irrespetando cultura y la identidad de los pueblos. Lo peor de todo es que conscientemente aceptamos lo nefasto de esta realidad como una etapa histórica donde al hombre se le ha degradado a objeto de mercado.
Es imprescindible entonces un cambio social, una reflexiva reorientación de los objetivos que nos corresponden como humanidad, que asegure un armónico aprovechamiento de los recursos, estructurando una sociedad tolerante y justa, entendiendo por supuesto que el único propósito de la economía debe ser el brindar una vida digna al ser humano venerando sus condiciones íntimas y sus anhelos.
Lo expuesto suena a lirismo, justamente porque incluso nuestros oídos están acostumbrados a esa crudeza de lo material y el pensar en esa lógica racional; donde lo simple brinda felicidad suena a utopía, razón de fuerza mayor para buscar alternativas que brinden el cambio social, alternativas que deben germinarse en la mentalidad de los ciudadanos, que surjan en la formación de los hombres y mujeres.
Corresponde a la educación, entonces, erigirse como el motor que debe permitir la consecución de estas propuestas sociales; es allí, en ese espacio donde debe formarse al hombre con conciencia de sociedad y con responsabilidad ante el entorno y ante el mañana, nutriéndole con la letra que rinda pleitesía y respeto a sus congéneres, enseñándole el número que ha de lograr el equilibrio justo entre sus semejantes y ha de permitir mitigar el hambre del mañana a través de un consumo actual razonado y sostenible.
La dignidad del hombre está en su cultura y en los bienes intangibles que dan forma a su personalidad; su riqueza principal es su capacidad creadora que construirá el mundo del mañana. Requiere, por tanto, de métodos y premisas que apoyen su avanzada, más que permitan que su individualismo, su libertad y su afán de mejorar lo presente construyan lo que ha de ser su entorno, apoyándose en la tecnología para facilitar su andar, caminando siempre hacia adelante, de cuando en cuando mirando atrás para generar procesos sistemáticos que han de facilitar el optimar a los del mañana.
Se requiere por tanto de una educación que recupere la capacidad proactiva de la sociedad, que nutra al hombre de valores y objetivos, que vaya mucho más allá de lo simple de la acumulación de los conocimientos, pasando del ¿qué? y ¿cuándo? al ¿para qué? y ¿por qué?; pasando de la memorización de datos y fechas a la reflexión crítica de realidades que sirvan de insumos para proponer y crear los anhelos.
El hombre nace libre, la escuela no puede llenarle de paradigmas que limiten su genialidad; la educación ha de servir para entender su entorno, su ayer y su presente con absoluta objetividad y con capacidad plena de proponer, explicar y construir, sin miedo al error, que simplemente descarta una alternativa y asegura que el camino a la verdad está más cerca.
No es tampoco posible obligar que sean únicamente los centros educativos quienes se responsabilicen de generar este cambio, para ello es necesario que todos nos involucremos, principalmente cambiando conceptos sobre el sentido de la vida y la trascendencia que debemos imponer a cada uno de nuestros actos, recalcando que es a través de sus resultados que iremos generando los cambios que nuestra sociedad requiere; el compromiso es con el mañana y con la gente, no hay términos medios. Es la educación el camino único para edificar lo que aspiramos, una sociedad donde la búsqueda de la verdad nos obligue a acentuar nuestra palabra crítica y nuestra capacidad nos permita aceptar ese concepto consensuado que enarbolando la libertad mostrará la luz de los senderos que han de ser surcados por los buscadores de la razón legitimada en el pasado y en el hombre.
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